A casa con las hortalizas del huerto escolar

La Consejería de Agricultura tiene en marcha un programa de huertos escolares en el marco de la Estrategia de Economía Verde y Circular de Extremadura 2030. Hay colegios adheridos a esta iniciativa y otros que desde hace años implantaron su propio proyecto hortelano con el propósito de sensibilizar a los alumnos del cuidado del medio ambiente al tiempo que promueven entre ellos hábitos saludables de alimentación.

En Aldea Moret, el Gabriel y Galán lo inició en 2015 con la Asociación Iter-Renacimiento, que trabaja en barriadas con minorías étnicas y población en riesgo de exclusión social. La dirección asumió su coordinación al concluir el proyecto y seis años después es un recurso didáctico.

Este invierno pasado la tierra les ha provisto de coliflores, repollos, ajos, cebollas, acelgas y lechugas, entre otras verduras. Hace pocos días realizaban el desbroce y esta temporada han cultivado pimientos, berenjenas, tomates, calabacines y pepinos, además de plantas aromáticas y flores de caléndula, éstas últimas para repeler plagas de insectos.

«Las clases son muy motivadoras, a los alumnos les encanta bajar y se muestran muy colaborativos. Además, realizamos otras actividades que no son las propias de la huerta, como clases de inglés para aprender el vocabulario», explica el director del centro, Francisco Tello.

En el colegio Moctezuma pusieron la primera simiente de su «huerto de los sueños», como lo han denominado, hace diez años. Hoy cultivan tres bancales dedicados a leguminosas, cereales y hortalizas. «Este año plantamos brócoli y estamos esperando que crezcan los repollos. Además, acondicionamos otra parte para patatas y vamos a recolectar ya la segunda cosecha», detalla Gema García, tutora de primero de Primaria y responsable del huerto, en el que está involucrada la comunidad educativa al completo. «La familia viene por las tardes, porque los padres y abuelos también nos ayudan y aportan sus conocimientos».

Pero son los escolares quienes realizan el grueso de las labores, desde la plantación de las semillas, el riego, su mantenimiento y cuidados, hasta la recolección de los frutos, que consumen en degustaciones en clase o directamente en casa cuando hay excedentes de producción. Antes de final de curso quedará instalado un invernadero.

En el colegio Ribera del Marco, cuyo modelo educativo es una comunidad de aprendizaje, además de «mimar» su propio huerto, cooperan con las huertas del cauce del que el centro toma su nombre. Son estos alumnos los que también riegan los olmos plantados junto al Complejo Cultural San Francisco. «Solemos organizar talleres con lo que recolectamos, por ejemplo, hacemos tarta de zanahoria, aunque este año por la pandemia los padres no han podido participar», indica su directora, Montaña del Corral.

En el colegio Cervantes pusieron en marcha el suyo hace cinco años y lo siguen ampliando.

Giner de los Ríos, Francisco Pizarro, La Asunción, Santa Cecilia, Sagrado Corazón, Castra Caecilia y el San Antonio son otros centros escolares de la capital que se abastecen de la producción de su huerta. Donde se han quedado con el deseo de recoger una fructífera cosecha ha sido en El Vivero. Sus instalaciones están en cuesta y aunque se lo han planteado más de una vez, no ha podido ser, según lamentan.

El programa de consumo de frutas y hortalizas proporcionará este curso a siete centros, material para que mejoren y amplíen las instalaciones de sus huertos.