«La avenida Hernán Cortés de Cáceres merece una oportunidad de regeneración»
EL PRÍNCIPE, EL PARQUE QUE NOS UNE ·
La arquitecta cacereña Rocío Clemente, directora de la Oficina de Desarrollo Urbano, ofrece a este diario su visión sobre la integración del Príncipe en el entorno urbanoRocío Clemente ha vivido su infancia en el Príncipe. Se crió en la avenida Hernán Cortés y en el parque fue donde se cayó por primera vez de una bicicleta mientras aprendía a montarla. «Fue en la curva que hicieron junto a Aguas Vivas, me quedé todas las rodillas negras porque la acaban de asfaltar», rememora esta arquitecta cacereña que en la actualidad dirige la Oficina de Desarrollo Urbano del Ayuntamiento.
Las travesuras propias de la niñez, en un parque que hace 50 años -los que tiene Rocío- no era parque como tal sino una extensión de campo, le vienen a la mente a esta experta en urbanismo mientras pasea por un recinto verde mimetizado hoy con el paisaje urbano que lo arropa.
«El otro día estuvimos por la zona que está metida por el arroyo recordando los sauces llorones que había. Yo me metía cuando era chica entre las ramas y ahora están enormes», evoca la arquitecta. «Porque cuando era pequeña el parque del Príncipe era solo un trozo de campo, de hecho no nos dejaban atravesarlo para venirnos a la Madrila, pero obviamente lo hacíamos».
La especialista explica a este diario que el hecho de que el parque se fuera configurando a lo largo de varias décadas entre distintas zonas urbanas, ha provocado que unas se hayan integrado mejor que otras en esta silueta natural de 27 hectáreas. «Es un parque que une barrios muy diferentes, con una arquitectura muy dispar. Como estructura urbana está muy bien porque va recomponiendo el nexo de unión de los distintos barrios», aprecia.
«Cuando era pequeña esto era campo; no nos dejaban atravesarlo para ir a La Madrila»
«Todo lo que sucede en la ciudad tiene una huella en el urbanismo y en la calle»
Considera que el último proyecto de ampliación, con una mayor planificación y menos espesura verde –al menos hasta que crezca la arboleda–, no desentona con las viviendas unifamiliares que pueblan el R-66. Pero apunta que son los bloques de la Madrila y Rodríguez de Ledesma el mejor ejemplo de integración urbanística.
«Aquí los edificios no siguen una alineación sino que tienen movimiento, son más orgánicos y se han adaptado a la topografía. Han buscado la orientación y cómo dialogar y abrirse hacia el parque, mezclándose con las zonas verdes», expone.
En contraste, la avenida de Hernán Cortés y sus sombríos bloques orientados a la carretera. «La fachada de Hernán Cortés no se concibió dando a un espacio público importante. Creo que merece una oportunidad de regeneración para darle una dignidad mayor de la que tiene ahora mismo en cuanto a arquitectura».
Clemente ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional como autónoma, con estudio propio en la capital cacereña junto a su socia, Marisa Holgado. Entre sus obras en Cáceres están el colegio Nazaret y algunos edificios recientes de viviendas en la avenida Virgen de Guadalupe.
En el área municipal donde ahora trabaja no solo se encarga de tramitar las licencias que entran en el Ayuntamiento. Los proyectos urbanísticos deben responder actualmente a una serie de criterios inclusivos en los espacios públicos, que atiendan las necesidades de todas las personas y colectivos, y este es uno de sus objetivos al frente de la Oficina de Desarrollo Urbano.
«Procuro coordinarme con el resto de los departamentos porque, por ejemplo, el viario es una cuestión de Infraestructuras pero, al final, todo lo que sucede en la ciudad tiene una huella en el urbanismo y en la calle», subraya. «Por eso intento coordinarme con todos para ver cómo se materializan en la ciudad las distintas políticas», reitera Clemente.
En materia de planeamiento inclusivo la arquitecta ha participado en la elaboración del mapa de puntos negros de la ciudad, entre otros proyectos.