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Cuadro de Manuel Barrón, de 1869, con bandoleros en el Puerto de Miravete. :: S. GUINEA

Aquellos terribles bandoleros extremeños... y el saber esperar

Desde la moto de papel ·

Los bandoleros de Extremadura nada tienen que envidiar a los famosos andaluces, diferenciándose en que si los de más al sur tenían una proyección romántica, los de aquí eran salvajemente sanguinarios

Sergio Lorenzo

Cáceres

Domingo, 29 de septiembre 2019, 09:15

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Me lo dijo una vez una psicóloga: «cuando alguien te diga que se va a suicidar, no le digas que no, no le digas que es un cobarde, no le digas que es un egoísta. Dile que sí; pero que espere, que no lo haga hoy... que espere».

Eso es lo que durante mucho tiempo le dije al fotógrafo Salvador Guinea. Le veía apartado en la Redacción, sentado en un rincón, resoplando de vez en cuando, mirando al techo con los ojos llorosos; me acercaba a él, le acariciaba con una mano un hombro y le decía al oído: «tú tranquilo, ...espera».

Supo esperar y ahora es el hombre más feliz que conozco. Da gusto verle llegar al trabajo silbando; como este lunes, cuando nada más entrar se nos acercó a mí y al compañero Manuel Caridad todo contento:

–¡Mirar lo que he encontrado este fin de semana en el Museo Thyssen de Málaga! – nos dijo mientras desplegaba sobre mi mesa una lámina –. Es un cuadro pintado en 1869 y reproduce un asalto de bandoleros extremeños en el Puerto de Miravete. Es un cuadro increíble. Está pintado al atardecer, con el camino serpenteante subiendo al Puerto, y en primer plano la escena del asalto a una diligencia: con un mujer desmayada, tendida en el suelo, que es atendida por un viajero; y dos mujeres llorando ante los bandoleros que destrozan sus equipajes en busca de joyas; mientras otro viajero está desolado sentado en el suelo. Es un cuadro del pintor sevillano Manuel Barrón y Carrillo. Una preciosidad.

–Oye – le preguntó Caridad –. ¿Y tú con quién has ido a Málaga?

–Sí, hombre sí. A ti te lo voy a decir – Le respondió con una sonrisa.

Durante varios días, en horario fuera del de trabajo (no vaya a ser...), nos entretuvimos en buscar más cuadros de Manuel Barrón, pintor que nació en Sevilla en 1814, muriendo en la misma ciudad en 1884. Vimos que tenía más cuadros de bandoleros, como uno de una emboscada en la cueva malagueña de El Gato; pero no encontramos más obras extremeñas. Todas eran sobre Andalucía.

Se nos dio por saber más de los bandoleros extremeños y gracias a los libros: 'El bandolerismo en Extremadura' de Fernando Flores del Manzano y 'Sierra de Gata. Sucesos en el siglo XIX' de Florentino Parra, vimos que los bandoleros extremeños nada tienen que envidiar a los famosos andaluces, diferenciándose en que si los de más al sur tenían una proyección romántica, los de aquí eran salvajemente sanguinarios, tipo Tarantino.

Destaca la banda de Los Muchachos de Santibáñez que empezó a cometer fechorías en 1810, y tenía un promedio de 15 miembros. Se sabe que ocho eran de Santibáñez (se supone que entre El Alto y El Bajo, porque hay dos), dos eran de Plasencia, y otros de Ahigal, Mohedas, Montehermoso y Valdeobispo.

Fue la más temida, porque hasta 1816 mataron a 25 hombres y violaron a tres mujeres. Entre las torturas que hacían a sus víctimas estaba el colgarles por los genitales, así fue como dieron muerte al escribano de Granadilla. A un soldado le llegaron a clavar en la frente la licencia militar.

Bandolero con una descomunal arma. :: S.E.
Imagen - Bandolero con una descomunal arma. :: S.E.

Fueron apresados y la justicia fue también dura con ellos. A seis de ellos se les condenó a ser arrastrados por las calles, sufrir garrote vil, exponer sus cabezas metidas en jaulas en las plazas de sus pueblos y esparcir el resto de sus cuerpos por los sitios en donde cometieron los delitos. No dejaron en paz ni a los bandoleros muertos: los desenterraron, les cortaron las cabezas y también las mostraron en sus lugares de origen. Se condenó a 42 colaboradores, entre los que 25 eran mujeres, también dos alcaldes (de Palomero y Santibáñez), y dos clérigos.

Otra banda era la de Melchor y Merino, que también tuvo un promedio de 15 miembros, y actuó entre 1815 a 1820. Los cabecillas eran: Melchor González, alías 'Platero' que había nacido en Zalamea de la Serena; y Antonio Merino, alias 'Zajaro', que nació en Puebla de la Calzada. Había varias bandoleras con ellos una conocida como 'La Valenciana', muy hermosa según los que la vieron, que era la pareja de Merino. Actuaron por toda Extremadura, llegando a Andalucía, Portugal, La Mancha y El Levante. Cometieron numerosas violaciones y llegaron a obligar a clérigos a que mantuvieran relaciones sexuales con sus feligreses.

Melchor fue detenido en 1819 y ejecutado en Madrid, y Merino fue agarrotado en Cáceres en 1820.

Guardia civil de 1889 pintado por Dalmau. :: S.E.

Hubo muchos bandoleros extremeños: La banda de Juan Salinas 'Juan y Medio'; Juan Clemente Ángelo, que actuaba al norte del río Tajo; Lorenzo Palomar, en La Vera; Juan Gonzalo 'Pata de palo', por las sierras de Guadalupe, Alía, Siruela y Herrera del Duque; Antonio Rubio 'El Duende' en Cáceres; Juan Baena 'Manchego' en La Serena; 'El Guapo', 'El Romo', 'El Carpanta', 'El Viejo del Gelechal'... También estaba la cuadrilla de Genaro Sánchez de León, de Cabezuela, que fue ahorcado en la Plaza Mayor de Plasencia el 22 de marzo de 1830; el bandido apodado 'Semental', venido de Portugal, que actuó en la Sierra de Gata hasta que lo mataron en 1842; o 'El Lobo', atrapado en Torre de Don Miguel en 1856.

El Salto del Gitano, que recuerda la historia de un bandido. :: HOY

Eran tantos los bandoleros que Carlos III fundó en lo que ahora es el Parque Nacional de Monfragüe, el pueblo de Villarreal de San Carlos para controlarlos, aunque no fue hasta la creación de la Guardia Civil, en 1844, cuando los bandoleros fueron a menos hasta desaparecer. Precisamente cerca de Villarreal, hay un lugar impresionante que se llama El Salto del Gitano, porque según la leyenda, la Guardia Civil siguió hasta aquí a un bandolero gitano, que al verse acorralado saltó al río Tajo y logró escapar, dejando a uno de los guardias petrificado, Allí está con su tricornio de roca.

El guardia 'petrificado'. :: S.E.

Toda esta semana, cada vez que Caridad veía al fotógrafo le preguntaba una y otra vez: «Oye ¿Con quién coño has ido a Málaga?», y él le miraba, callaba y sonreía. Se lo preguntó este viernes cuando terminó su jornada por la noche, y Guinea calló y se despidió con una sonrisa. A los dos minutos, desde los ventanales de la Redacción, le vimos cruzar la esquina de Correos abrazado a una mujer. «Anda, ¡mírale! – dijo Caridad –, si esa es su amiga la pintora. ¡Ya sabemos con quien se fue a Málaga!»

Sí. Hay que saber esperar.

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