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Pacenses ayer, durante la primera visita guiada por Pakopí
El cementerio de los pudientes en Badajoz

El cementerio de los pudientes en Badajoz

Visitas guiadas ·

San Agustín fue durante tres siglos el lugar elegido y pagado por la élite pacense para enterrarse, desde la virreina de Manila al marqués de Dragonete

Miriam F. Rua

Badajoz

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Sábado, 13 de noviembre 2021, 08:09

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En la iglesia de San Agustín, el descanso eterno se lograba pagando. No directamente una sepultura, pero sí a través de la contribución al mantenimiento del templo. A diferencia de las parroquias, donde se enterraban a pobres y menos pobres, en el convento agustino, al tratarse de un lugar privado, solo tenían acceso a una sepultura la élite de la sociedad pacense.

Desde el siglo XVI hasta el cierre del XVIII, San Agustín fue el cementerio de los pudientes de Badajoz. Para recuperar esta historia y sacar del anonimato a algunos de sus muertos de apellidos ilustres, ayer se hizo la primera de las cuatro visitas guiadas programadas para este mes y dedicadas a dar un paseo por las tumbas de la iglesia. Las siguientes serán hoy y los días 19 y 20 a las 20 horas y gratuitas.

El uso de los templos como lugares de enterramiento se remonta al siglo II, cuando los cristianos comenzaron a recibir sepultura cerca de los primeros mártires en lugares de culto habitados, intentando así ganarse un pasaporte directo al cielo por aproximación.

Esta práctica, que era opuesta a la de las culturas antiguas que enterraban a los muertos lejos de los vivos, se recuperó a partir del siglo XIX cuando por razones sanitarias se empezó a sepultar en los cementerios.

En San Agustín, su párroco Manuel Ruiz, ha encontrado en el Archivo Histórico Nacional y en el de la provincia 501 testamentos de personas que solicitaban ser enterradas en el templo agustino. Son los muertos oficiales, pero la realidad es que el número de personas que duermen la eternidad en esta iglesia pacense es muy superior, teniendo en cuenta que en su nave central hay dos criptas subterráneas, una en cada una de sus capillas laterales y otra en lo que hoy es el baptisterio.

En el coro bajo, actual baptisterio, está enterrada Isabel de Ardila, la virreina de Manila.
En el coro bajo, actual baptisterio, está enterrada Isabel de Ardila, la virreina de Manila. Pakopí

El poderío de cada muerto se sabe por el lugar del templo en el que está enterrado. Lo explicaba ayer, Rocío Sardiña, la arqueóloga que forma parte del equipo de trabajo de la parroquia y que ayer ofreció la visita guiada: «En los templos se reproducía la jerarquía social. Cuanto más dinero tenía y más importante era su familia, más próximo se enterraba del altar».

El mejor ejemplo es fray Agustín Antolínez, el único obispo enterrado en San Agustín y en el lugar más preminente, bajo las escaleras de acceso al altar, cerca de Hernán Gómez de Solís.

Sobre su historia y sobre la de otros cinco muertos se centró la visita guiada que descubrió, por ejemplo, la historia de Isabel de Ardila, la virreina de Manila. Fue la esposa de un alto cargo de Badajoz que fue enviado como encargado del rey a Filipinas. Este matrimonio fue el que donó los dos marfiles de San Miguel Arcángel y San Juan Bautista que se exponen en el Museo Catedralicio. El marido murió en el barco de vuelta a Badajoz, pero ella, que sí llegó a la ciudad, eligió ser enterrada en la cripta que pagó debajo del coro bajo (lo que hoy es el baptisterio).

La capilla de caronte cristiano

Otro ilustre fue José Gabriel Méndez Sepúlveda, médico honorario de la familia real española (un cargo que se lograba previo pago) y el primero que atendió el Hospital Militar de Badajoz. Él eligió ser enterrado en la capilla más demandada de todo San Agustín, la última de la nave de la Epístola, reconocible por sus azulejos portugueses.

Esta capilla, explica Sardiña, «fue el lugar más elegido de San Agustín desde finales del XVII y durante el XVIII para enterrarse porque estaba dedicada a San Nicolás de Tolentino, que ayudaba a las almas a ir al cielo». Este periodo coincide con una alta mortandad en la ciudad porque en 50 años Badajoz sufrió nevadas, plaga de langostas, lluvias torrenciales y sequías, y el miedo a la muerte les llevaba a querer ser enterrados en la capilla del caronte cristiano.

El marqués de Dragonete eligió, sin embargo, la capilla de Lourdes, donde aún se conserva su lápida. Fue el viudo de Isabel Chapín, perteneciente a una estirpe de renombre de la ciudad con calle a la vuelta de la iglesia.

La visita también sirve para descubrir a Vicente Javier Félix de Vera Aragón y Ladrón de Guevara, sexto Conde de la Roca, la familia que vivió en el palacio de la Alcazaba donde hoy se expone lo mejor de la arqueología de toda la provincia. O a José de la Rocha Calderón, regidor perpetuo de la ciudad, otro cargo que también se conseguía tirando de cartera y de los que abundan en San Agustín. «En los testamentos hay muchos apellidos relacionados con regidores perpetuos», asegura Sardiña. Eran los que pagaban su cargo en vida y su cielo en la muerte.

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