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M. A. FERNÁNDEZ
Domingo, 1 de septiembre 2013, 10:18
Entre rutina y ritual. Entre tradición perenne y afición moderna. Entre deporte y encuentro de amigos. Apenas aparecen los primeros calores veraniegos, la plaza de la localidad cacereña de Bohonal de Ibor se transforma durante unas horas y todas las tardes del estío en una inverosímil pista de frontón.
Decenas de muchachos, de edad temprana y otros más veteranos, la gran mayoría hijos de emigrantes, se reúnen para practicar un deporte poco habitual en estas latitudes. Nadie conoce cuándo, ni tampoco el porqué, pero todo el mundo sabe en el pueblo que a la pelota con la mano se juega en la plaza «desde siempre». Las personas más mayores, esas que rozan la centena, lo vieron jugar desde pequeñas, cuando el suelo era de tierra y lleno de agujeros, y cuando las pelotas se hacían a mano con trozos de caucho y la pared parroquial era aún más irregular con nidos de golondrinas incrustados.
«Yo he visto jugar a hombres muy mayores cuando yo era pequeño», recuerda Juan Nava, de 79 años, que practicó el deporte 'oficial' de los bohonalos desde que «era un crío» hasta los 53. Las fuentes vivas, que son las únicas posibles para contar este relato, indican que él ha sido uno de los más veteranos en la pista: «Me gustaba mucho jugar. Verlo me gusta menos, aunque sí que voy a ver a mi nieto, pero es que me dan ganas de coger la pelota..».
Mientras las nuevas generaciones disputan el torneo anual, los más veteranos recuerdan 'batallitas' de sus años. «Tío Tomás, el de la pista, las pegaba hasta aquella casa», dicen unos; «tienes que ajustarla más», recomienda otro; «este chaval, Sergio, las pega con la mano abierta y las lleva donde quiere; va a ser uno de los mejores, casi tanto como lo fue Pepe 'Pana'», vaticinan.
Sergio tiene 17 años y ha ganado el campeonato de 2013, que se ha disputado entre el 16 y el 20 de agosto, previamente a las fiestas patronales de San Bartolomé (el escenario para las verbenas es un obstáculo insalvable). Juega 'en el medio', una de las tres posiciones definidas en cada equipo. Su compañero 'en la izquierda' era Aníbal, y 'en la derecha', Jaime. Sin apellidos, porque el torneo, con unas reglas definidas, es poco más que una reunión de amigos en las que todos se conocen, sean rivales o compañeros.
Generaciones
«Es muy bonito porque se juntan distintas generaciones, este año ha habido jugadores entre los 15 y los 35 años. Es un torneo de amistad en el que se eligen los equipos a sorteo», explica José Manuel Vialás, que lleva 15 años como 'pelotari'. En todo este tiempo se ha dedicado a guardar los resultados de los partidos, formando una amplia base de datos.
Lo que nació como un entretenimiento se consolidó aún en las peores circunstancias, convirtiéndose en un torneo a finales de los 70. «Cuando trajeron el agua al pueblo pusieron una fuente en mitad de la plaza y seguimos jugando, hasta que conseguimos que la quitaran», recuerda Isidoro Fernández, que jugó hasta casi sus 50 años.
Fuerza, técnica y picardía se compaginan con las piedras de la iglesia de San Bartolomé (siglo XVI), que ofrece una pared única, lisa e irregular al mismo tiempo, para disfrutar de una manera singular de esta rutina o ritual. Las casas colindantes, los balcones y las ventanas hacen que los partidos nunca sean iguales y que los imprevistos y las carambolas conjuguen parte del disfrute y de este frontón inimitable.
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