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Francisco Bermejo sigue trabajando en su taller, a sus 78 años.
Botos camperos hechos a medida y a mano
SOCIEDAD

Botos camperos hechos a medida y a mano

Muchos personajes conocidos del mundo del toreo y de la nobleza se calzan en el taller artesano de Francisco Bermejo

:: JOSÉ MANUEL ARANDA

Viernes, 4 de junio 2010, 11:33

Nos encontramos en Fuente de Cantos, cuna del pintor Zurbarán, encuadrado al sur de la provincia de Badajoz, en la comarca de Tentudía, y dentro de la Vía de la Plata, que antaño sirvió como nexo y trasiego de las distintas culturas, desde los romanos hasta los tiempos del Islam.

En esta localidad es donde vive y trabaja aún uno de los pocos artesanos del zapato que quedan en la zona. Hablamos de Francisco Bermejo Cortés, que cuenta con 78 años lo cual no le impiden levantarse cada día para seguir ejerciendo el oficio de zapatero.

Lleva toda una vida dedicada la fabricación del calzado. «Imagínate, así estoy desde que tenía seis años; ayudando al principio y trabajando después yo sólo en la zapatería que perteneció a mi abuelo y que continuó mi padre». Este maestro artesano tuvo poco tiempo para dedicarse a estudiar, aunque sus padres quisieron que lo hiciera a través de unos maestros de pago. «Sólo cuando había algo de tiempo, porque eran malas épocas y lo importante era salir adelante».

Los primeros pasos que Francisco dio entre pieles, tijeras y utensilios fueron para ayudar a recortar las pieles y dar puntadas sobre trozos de material.

Francisco comenta que en los años 40 del siglo pasado se hacían muchos zapatos a mano, «aunque no eran tan finos, ni caros como éstos, pero mi familia ya se dedicaba hacer las típicas botas del campo y la media bota que servía para pasear».

En la década los 50 comenzó a tener éxito esta zapatería de maestros artesanos, puesto que algún torero de la época se pasaba por aquí para calzarse.

Los motivos por los que los botos de Francisco han conseguido tener tanta fama y tan distinguida clientela se debe a que hace unos 30 años, según nos cuenta el maestro, «iba a los tentaderos del empresario ganadero Manolo González y allí toreros famosos y ganaderos observaban y veían las botas que yo utilizaba. Uno de los primeros en quedarse prendado de ellas fue José Mari Manzanares que comenzó a hacerme pedidos».

El boca a boca y la magnífica hechura de estos zapatos ha logrado que el maestro tenga amplia clientela en el mundo del toreo. Es habitual ver en su pequeña tienda artesana a Espartaco, El Juli, Cayetano y Francisco Ribera, El Cordobés, José Tomás, Finito de Córdoba, César Rincón, Miguel Ángel Perera, Manzanares padre e hijo, Javier Conde, Morante de la Puebla y muchos otros toreros conocidos que, con una sola llamada, consiguen que Francisco les haga los botos a medida.

Nos sorprende el artesano cuando nos confiesa que una de sus clientas más importantes es Eugenia Martínez de Irujo, que hace poco se llevó unas botas especialmente preparadas para ella.

El precio medio de estos botos suele oscilar entre 650 y 750 euros, pero pueden encarecerse cuando los clientes quieren adornos, trenzados, picados y otros decorados en la telas que se usan. Puede parecer caro, pero la buena calidad del material utilizado y el trabajo manual de un experto hace que estos artículos justifican estos precios. De hecho, el maestro nos recuerda que ha vendido más de un boto por encima de los 1.500 euros.

Del taller zapatero no sólo salen botas camperas, también se fabrican zapatos de vestir para señora y caballero, aunque en estos casos son algo más caros.

El ritmo de trabajo de Francisco ha descendido debido a su edad. «Antes me levantaba a las 4 de la madrugada, e incluso -cuenta- he pasado noches enteras de tarea; ahora sólo le dedico cuatro o cinco horas al día». Suele tardar aproximadamente una semana en confeccionar cada uno de los botos, desde que coge las medidas del pie; elige las pieles y las ubica en un molde donde, con mucho trabajo, las corta a medida poco a poco, con bastante paciencia y oficio, hasta que les da el estilo que se quiere y se confecciona el zapato hasta el final».

Este artesano fuentecanteño ha visto como este tipo de artesanía y otras han ido desapareciendo del pueblo, pero explica que él tiene la fortuna de que, en su caso, dos de sus tres hijos continúan con la labor.

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