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La chatarra tecnológica se hace fuerte en el espacio

La chatarra tecnológica se hace fuerte en el espacio

Desde 1954 se han lanzado más de 5.400 cohetes y casi 9.000 satélites, de los que quedan otros 5.000 artilugios orbitando la Tierra pero «sólo funcionan 1.950», según la ESA

José Antonio González

Miércoles, 27 de noviembre 2019, 08:40

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La era espacial supuso el impulso de nuevas investigaciones, el desarrollo de nuevas tecnologías y la lucha encarnizada entre Estados Unidos y, por aquel entonces, la Unión Soviética. Ahora se han sumado otros actores: la ESA europea, India, Japón y la gigante China.

El 4 de octubre de 1954, la URSS lanzó al espacio el Sputnik I, el primer satélite artificial y que daba la vuelta a la Tierra en 98 minutos. Con un peso de 80 kilos regresó a la Tierra el 4 de enero de 1958. Comenzaba la era espacial.

Una carrera que llevó al hombre a la Luna, se hicieron avances rápidamente en misiles, ciencia de materiales, informática... Y, sobre todo, se lanzaron muchos satélites al espacio. Desde el Sputnik I, excluyendo los fallidos, la Agencia Espacial Europea (ESA) tiene contabilizados «alrededor de 5.450 cohetes». Lanzamientos que han llevado al espacio a astronautas y a más de 8.950 satélites, de los cuales aún quedan 5.000 orbitando. Sin embargo, «solo funcionan alrededor de 1.950» (el 39%), según la ESA. «Necesitamos preservar el espacio y mantenerlo libre de riesgos», afirma a este diario Holger Krag, jefe de la oficina del programa de seguridad espacial de la Agencia Espacial Europea.

De manera desglosada, de los 19.524 cuerpos espaciales estimables que rondan el planeta, la Comunidad de Estados Independientes (CIS, en inglés), la antigua Unión Soviética, se mantiene como la que mayor cantidad de basura ha desechado en el espacio: 6.589 objetos (102 más en seis meses). Le sigue muy de cerca Estados Unidos, con 6.581 escombros en órbita (39 más desde el último análisis).

No obstante, el número de fragmentos generados en la aún primera potencia mundial ha crecido a un ritmo mayor que la antigua URSS (y su heredera Rusia) los últimos años, siendo cada vez menor la diferencia entre ambos. Se mantiene en tercera posición China, con 4.044 desechos en órbita (4.019 a 1 de abril).

Asimismo, un total de 290 piezas tienen sello japonés, la misma cantidad desde que se emitió el último informe de la NASA. Por detrás se encuentra –no tan sorprendentemente por su número de lanzamientos en aumento– India, con 254 fragmentos (41 nuevos en 3 meses). Por su parte, la Agencia Espacial Europea (ESA) sigue siendo la entidad espacial que menos objetos desechados aporta al espacio, con 145. Junto con Japón, son las únicas que no han generado basura espacial desde la primavera.

Aumento significativo

El pasado ejercicio, medio planeta miraba al cielo para ver dónde caía la estación espacial china Tiangong-1. Su última parada fue el Pacífico tras desintegrarse al atravesar la atmósfera. Este hecho puntual no lo es tanto. En el espacio hay millones de fragmentos de basura espacial alrededor de la Tierra. De hecho, la Administración de Donald Trump rastrea la órbita de 23.000 objetos más grandes que la Tiangong-1.

A principios de la década había en torno a unos 13.000 objetos de unos 10 centímetros de diámetro. Ahora, según la ESA, existen alrededor de 900.000 pequeños objetos que tienen un tamaño de entre uno y 10 centímetros.

Aunque esta chatarra no está descontrolada, todas las agencias estudian minuciosamente los movimientos de cada uno de estos diminutos artefactos. Y es que un impacto suyo puede provocar grandes daños, no solo en la Tierra sino en el espacio.

Las últimas cifras de la Agencia Espacial Europea apuntan a que fuera de la órbita terrestre giran 128 millones de objetos con menos de un centímetro de tamaño. «Pequeños, pero matones», que diría el refranero español, ya que una prueba de laboratorio demostró el peligro de este tipo de objetos orbitando en libertad por el espacio exterior. Con tan solo 15 gramos de peso, su impacto en otro objeto podría alcanzar una velocidad de 15 kilómetros por segundo.

Objetos de diminuto tamaño que orbitan alrededor de la Tierra acompañados de cerca de 20.000 más grandes y también de restos de pintura que pueden provocar daños en satélites y en la Estación Espacial Internacional. Así, la NASA ha asegurado en varias ocasiones el recambio de las ventadas de la EEI debido a impactos de pintura.

En el verano de 1996 se produjo el primer incidente registrado por ese problema: el satélite francés Cerise chocó con el Ariane 1 de la ESA. Pero no solo la seguridad de las misiones espaciales está en juego, sino también las comunicaciones en la Tierra.

«Dependemos del espacio. La navegación, las previsiones meteorológicas, las telecomunicaciones desde el espacio son indispensables», explica Holger Krag. «En el futuro podríamos incluso tener internet de banda ancha desde el espacio. Pero necesitamos mantenerlo libre de riesgos para que esos esfuerzos se lleven a cabo», añade.

La clave, reutilizarlos

Space Rider es un proyecto de la Agencia Espacial Europea, con participación española, que se lanzará previsiblemente en 2020. Entre sus características cuenta que es el primer vehículo orbital reutilizable de la ESA, y sigue la línea desarrollada por el proyecto de IXV.

El vehículo tendrá que aterrizar en una zona de 150 metros, después de casi una hora desde que deje su órbita y recorrer en vuelo una distancia de 7.000 kilómetros. Ya a unos 15 kilómetros del suelo desplegará un primer paracaídas, seguido de un parapente.

La clave del aterrizaje está en la precisión, lo que permitirá reutilizar el vehículo. Por eso la previsión es que éste se pueda volver a usar unas cinco o seis veces más.

No es la primera vez que se intenta algo así. De los transbordadores espaciales de la NASA Space Shuttle se reutilizaba el orbitador, e incluso algunos componentes de los cohetes aceleradores. Pero ahora la mayoría de los sistemas de lanzamiento no se reciclan, aunque hay empresas estadounidenses como SpaceX que sí trabajan en ello.

Los satélites, pieza clave en la vida diaria de miles de personas

De los más de 8.000 satélites lanzados desde que arrancó la era espacial, a finales de los años 50 del siglo pasado, tan solo 1.950 siguen funcionando. El GPS, las telecomunicaciones y los sistemas meteorológicos son algunos servicios que aún prestan. «Los usamos a diario para hacer funcionar nuestros teléfonos, cuando activamos el localizador o para ver la televisión», apuntan los expertos.

A partir de 2020, el sistema Galileo comenzará a funcionar a pleno rendimiento. Este proyecto revolucionará el sistema de navegación por satélite. La Unión Europea decidió crearlo para no depender de los sistemas de navegación por satélite de otros países como el GPS estadounidense, el GLONASS ruso y el chino BeiDou.

La constelación completa de Galileo que rodea la tierra la formarán así 30 satélites, tres de ellos en modo reserva por si hubiera averías. Y desde una órbita a 23.222 kilómetros de altitud por su inclinación, ofrecerán una mejor cobertura del globo que el resto de sistemas, sobre todo en las latitudes más polares.

Además, Galileo ofrecerá también un servicio de apoyo a los equipos de salvamento para localizar a víctimas en situaciones de emergencia. Aunque no es el único proyecto faraónico en el cielo terrestre y es que Elon Musk también sigue con su deseo de llegar lo más lejos posible.

En mayo, SpaceX, la compañía de Musk, puso en órbita los primeros 60 satélites de su proyecto Starlink, con el que quiere dar su propia internet de banda ancha y cobertura mundial 'low cost'. A la tercera y con una semana de retraso, el Falcon 9 consiguió despegar del histórico Cabo Cañaveral de Florida, en Estados Unidos.

Este primer lanzamiento irá acompañado de una docena más con el objetivo de cubrir Estados Unidos con su red. El siguiente paso, tras 24 lanzamientos, será llegar a las principales zonas habitadas y finalmente, con otros 30 más, cubrir el planeta.

Los satélites de Starlink orbitan entre 340 y 1.150 kilómetros por encima de la superficie de la Tierra. Pero la aventura de SpaceX no es la primera; la carrera por la batalla de internet ya la libran Blue Origin y Google, entre otras corporaciones.

El empresario Musk calcula que el negocio de internet puede generar a SpaceX ingresos de 30.000 millones de dólares anuales, lejos de los 3.000 millones que factura con el transporte de carga. Sin embargo, la Sociedad Astronómica Estadounidense (AAS) ha advertido ya de diferentes peligros si siguen en marcha los ambiciosos proyectos de muchas compañías de poner miles de satélites en órbita en los próximos años. «Creo que es encomiable y una ingeniería impresionante que permitirá difundir la información y las oportunidades que brinda gracias al acceso a internet», afirma Megan Donahue, profesora de la Universidad Estatal de Michigan y presidenta de AAS. Aunque añade: «yo, como muchos astrónomos, estoy muy preocupada por el futuro de estos nuevos satélites brillantes».

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