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Lunes, 18 de marzo 2019
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En el Valle del Jerte no se puede decir eso tan socorrido y emocionante de que ya los romanos y los griegos cultivaban cerezas en estas tierras hace más de dos mil años. Lo de la cerecera es moderno. Fue en los años 50 del siglo pasado cuando la enfermedad de la tinta se cargó los castaños de la comarca. Los campesinos, que hasta entonces vivían de la ganadería y de la agricultura de subsistencia, empezaron plantar cerezos, la economía del Valle cambió radicalmente y las cerezas se convirtieron en Marca Extremadura.
Hoy, un millón de cerezos convierten el Valle del Jerte en un paraíso rojo fuego en otoño, blanco inmaculado en primavera y rojo sangre en verano. Pero la belleza del paisaje y la bonanza de la economía no pueden esconder la realidad: el Valle del Jerte debe ponerse las pilas para mantener su prestigio, su tirón y su imagen exclusiva. Los datos obligan a ello.
En 1961, en Estados Unidos se recolectaban 93.000 toneladas de cerezas, Turquía producía 48.000 toneladas, en España se recogían 47.000 y en la URSS se cosechaban 45.000 toneladas de cerezas. Medio siglo después, las cifras han evolucionado de tal manera que asustan: Turquía llega al medio millón de toneladas, Rusia y los países de la antigua Unión Soviética sobrepasan las 300.000, cifra semejante a la de Estados Unidos. España se queda en las 97.200 toneladas y de ellas, cerca de 40.000 son extremeñas.
A esto hay que añadir que cultivar un kilo de cereza en el Valle tiene un euro de coste de producción mientras que en Turquía el coste es de 15-20 céntimos. Sumemos que Italia, Francia y Portugal producen cada vez más, que Marruecos está empezando y que la producción de cereza en el Valle, que suponía el 80% de la producción nacional, no llega hoy al 40% pues ha crecido mucho el cultivo en Cataluña, Valencia, Murcia y, sobre todo, Aragón.
Para poner la guinda a este endiablado pastel de costes y cantidades, hay que señalar que en Aragón y otras regiones, los cerezos se cultivan en grandes llanuras con una recolección y manejo mecanizados y fáciles, mientras que en el Valle del Jerte, los cerezos están en bancales y la cosecha es bastante más complicada.
Dibujado el panorama, parece evidente que hay que ponerse las pilas para combatir la competencia y mantener los mercados. Los usos históricos ya no sirven y las cerezas, incluidas las del Valle, ya no se venden solas. «Esta fruta es de las pocas que nunca han tenido subvención directa y eso ha facilitado que el Valle sea una de las comarcas más avanzadas y con mejor nivel de vida de Extremadura. Por eso sabemos que no podemos esperar a que vengan de fuera a ponernos las pilas. Debemos encarar nuestras responsabilidades de futuro con la complicidad de la Administración, pero asumiendo nosotros mismos el reto», resume la situación Ernesto Agudiez (Cantalejo-Segovia, 1979), alcalde de Piornal y presidente de la Mancomunidad del Valle del Jerte.
La realidad es complicada si no se reacciona. La competencia de la cereza producida en grandes cantidades y con bajos costes de producción es una amenaza ante la que solo cabe un arma: la calidad y la exclusividad. Afortunadamente, ese arma está en manos de los agricultores del Valle. «Nuestras cerezas son objetivamente las mejores. Lo de su sabor puede ser subjetivo, pero lo de sus componentes es científico», explica Agudiez. «Todas las frutas, prosigue el presidente de la mancomunidad, tienen alguno de estos tres componentes fundamentales: melatonina, triptófano y serotonina. Pero solo las cerezas del Valle del Jerte tienen los tres al mismo tiempo, como ha demostrado un estudio de la Universidad de Extremadura. Esto confiere a nuestras certezas un carácter único, exclusivo».
La calidad, la composición, la posibilidad de que todo el cultivo del Valle sea en ecológico, el sabor único... Todo se confabula para que la cereza del Jerte ocupe una posición destacada por encima de las demás cerezas, sean turcas, aragonesas o rusas. Pero para conseguir ese carácter de exclusividad hace falta un esfuerzo colectivo como el que el 25 de febrero se presentaba en Plasencia.
La empresa AGR Food Marketing, la misma que lanzó la efectiva campaña Plátano de Canarias, va a llevar adelante una campaña sobre la cereza del Valle del Jerte en Alemania, un mercado potente que se perdió por el impulso de la cereza turca y las especiales relaciones entre esos dos países. El objetivo de la campaña, en la que ha invertido con fuerza la Denominación de Origen y el ICEX, es colocar la picota en las líneas gourmet de las tiendas y supermercados alemanes, alejada de la cereza. El mensaje que se quiere comunicar es: «Esto no es cereza, esto es picota». Y a buen precio.
Participan en la campaña, la poderosa Agrupación de Cooperativas (Navaconcejo), que agrupa a 16 cooperativas del Valle, y las empresas y cooperativas Valgren (Navaconcejo), Cherryland (Cabezuela), Cooperativa del Campo (Navaconcejo) y Frutas AZ (Cabezuela). Todas las picotas irán con el mismo envase y anagrama. Serán, en suma, como el Plátano de Canarias: ves el logo e inmediatamente lo identificas, aunque luego cada envase tenga la firma de la empresa de donde provienen exactamente las cerezas.
Además de esta campaña, que parece fundamental y señala el camino a seguir, la creación de Go Cereza, Grupo Operativo de la Cereza, es otro logro que reúne a las empresas que participan en la campaña alemana más Campo y Tierra (Malpartida de Plasencia) y Grupo Alba Internacional (Plasencia), más grupos de acción local y centros de investigación coordinados por la Denominación de Origen Cereza del Jerte y bajo la dirección de Elena García Garrido. Go Cereza analiza la situación de la cereza, debate los problemas y apunta soluciones, que parecen confluir en esa idea de la cereza del Valle del Jerte como fruta única de gran calidad y características de producto gourmet.
En Fundão (Portugal), al otro lado de la frontera de Valverde del Fresno, la cereza es también la fruta de referencia, pero allí tienen más de 30 productos diversos relacionados con ella. La diversificación es otro de los puntos fundamentales en los que se puede basar el futuro del Valle del Jerte. A partir de la cereza y de otros productos de la comarca como el higo, la castaña, la grosella, el arándano, la zarzamora, el aceite o la ciruela, se pueden elaborar, además del licor de cereza (mejor bebida espirituosa de España en 2017) y de las mermeladas o las picotinas (cerezas en aguardiente), que ya se comercializan, otros licores, bombones, cerezas liofilizadas y deshidratadas para batidos, gazpachos, etcétera.
«Tenemos unas instalaciones que solo se utilizan al 100% en los tres meses de trabajo duro de la cerecera. El resto del año, están infrautilizadas. En la Agrupación de Cooperativas, hay mil empleados en campaña, pero el resto del año tienen 50 fijos. En junio, por ejemplo, hay dos o tres semanas en las que sale tanta cereza al mercado que los precios se desploman. Se podrían aprovechar esos días para no sacar tanta cereza y emplearla para elaborar esos productos diversificados», detalla Ernesto Agudiez, que confiesa que su vida política ha llegado a su fin, que ya no se presentará a la reelección en Piornal, pero le atrae este mundo de la diversificación.
Pablo Díaz (Madrid, 1967) trabajaba en Madrid en Telefónica, se echó una novia de Cabezuela y se vino a vivir al Valle. «Aquí gastas la mitad de dinero y disfrutas de tu tiempo», resume el bienestar del que goza desde 1992. Al llegar, preparó un proyecto de una fábrica de mermeladas con otros cuatro socios y nació Frubosque. Hoy son tres socios y la empresa es uno de los pocos ejemplos jerteños de diversificación.
«La gente solo tiene en la cabeza la cereza, la cereza, la cereza... Falta espíritu empresarial», resume su visión y señala después otro camino para que el Valle se ponga las pilas. «Se trata de aprovechar los excedentes de la fruta que no se aprovecha por su calibre o por no tener una presencia atractiva. Con esos excedentes, elaboramos mermeladas de cereza, frambuesa, zarzamora, fresa, higo, ciruela claudia, naranja, membrillo, manzana y frutos rojos. Toda la fruta es de aquí excepto las fresas, que las traemos de Casas del Monte», pormenoriza.
Frubosque es la única empresa establecida en el Valle del Jerte que comercializa mermelada elaborada con fruta de la comarca. Lo hace desde 1994 y hace cinco años comenzaron una interesante línea de mermelada ecológica certificada (cereza, ciruela, naranja y melocotón del país).
¿Por qué no se diversifica más? Pablo Díaz cree que en el Valle lo normal es tener una visión conservadora de la realidad y se prefiere invertir en fincas antes que en empresas y negocios. «La diversificación se entiende como algo arriesgado», sentencia. Aunque lo más llamativo es el dato que Pablo proporciona: «La Agrupación de Cooperativas, que es una de las más importantes empresas de Extremadura, comercializa preparados de fruta elaborados en Portugal, pero que llevan el nombre de Valle del Jerte».
Frubosque comercializa entre 50.000 y 60.000 botes de mermelada al año, que venden en Salamanca, Cáceres, Badajoz, San Sebastián, Barcelona y Madrid. Pablo comenta otros interesantes proyectos de diversificación a pequeña escala como el caso de una señora de Plasencia que hace jabones con los pipos de las cerezas y el de otra placentina, que confeccionaba saquitos térmicos también con los pipos.
Contaba el escritor Álvaro Cunqueiro que fue Lúculo quien trajo los cerezos desde Asia Menor a Occidente y que fue la orden de Cluny la culpable de la popularización del árbol en toda Europa. Al Valle tardaron en llegar los cerezos, pero es aquí donde se han desarrollado en un ambiente más propicio y donde las cerezas tienen una calidad reconocida en España y en Europa. Ernesto Agudiez resume la situación: «Somos los mejores cereceros del mundo, pero no podemos ser conformistas, tenemos que unirnos y buscar caminos juntos para seguir siendo los número uno».
Samba, Vera, Early Bigi, Burlat, Kristin, Utah Giant, Primerenca, Lapin, Sumbus... Las variedades de cereza son incontables, pero solo las cinco variedades protegidas por la Denominación de Origen Cereza del Jerte garantizan una calidad exquisita.
De ellas, cuatro son picotas y una es cereza. Entre las primeras, la reina es la ambrunés, luego están la Pico Negro, la Pico Colorado y la Pico Limón Negro. Se caracterizan todas ellas por no tener pedúnculo, por no ser más grandes del calibre 26, ser ligeramente picudas, de ahí su nombre, ser duras, crujir al masticarlas, su pipo es grande y tienen más grado de azúcar que las demás variedades por tener más horas de sol, al cosecharse a partir de finales de junio. La variedad de cereza amparada por la D.O. es la Navalinda, que tampoco se comercializa con pedúculo y es otra cereza de alta calidad.
En Extremadura, la cereza no se reduce al entorno del río Jerte. Se cosechan magníficas cerezas en las Hurdes, donde recuerdo haberlas comido directamente de los árboles del alfarero Augurio Vilasio, en Nuñomoral, y estaban exquisitas. En el Ambroz, la cooperativa de Casas del Monte es famosa por la calidad de sus cerezas y en la finca La Cancha de Berzocana envasan unas cajas de dos kilos que son pura ambrosía.
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