Borrar
¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?
El símbolo del Líbano se muere

El símbolo del Líbano se muere

El mítico cedro libanés, que figura en la bandera y en los billetes del país y es el árbol más citado en la Biblia, se seca por culpa de las plagas y el cambio climático

MIKEL AYESTARAN

Martes, 18 de septiembre 2018, 19:01

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

El rey Salomón levantó su templo en Jerusalén con madera de Cedrus Libani (nombre científico), la variedad de cedro que crece en las montañas libanesas. En el corazón de la Ciudad Santa donde ahora se ven la mezquita de Al Aqsa, el Domo de la Roca o el Muro de los Lamentos, se alzaba en el 960 antes de Cristo este templo en el que Salomón «recubrió las paredes interiores del edificio con planchas de cedro, desde el pavimento hasta las vigas del techo, revistiendo así de madera todo el interior» (Libro de los Reyes, capítulo 6). En aquella época este tipo de árbol se extendía por buena parte de lo que ahora es Líbano y también por Siria y por el sur de Turquía. más de medio millón de hectáreas que servían para proporcionar madera a templos y palacios de fenicios, egipcios, asirios, babilonios. y siglos más tarde al incipiente sistema de ferrocarril del Imperio Otomano. Con aquellas talas masivas empezó el declive de esta conífera que hoy se ve seriamente amenazada por los incendios y los efectos provocados por el cambio climático.

Mencionado en decenas de pasajes de la Biblia (es el árbol más citado y aparece al menos en 45 versículos) y en el Talmud, el cedro se distingue por su majestuosidad (puede alcanzar una altura de 50 metros) y es símbolo de inmortalidad, (los hay milenarios). Además de madera para la construcción, este árbol también aportó aceite (Cedri Succus) para los procesos de momificación en Egipto.

En el siglo XXI la madera de cedro ya no llega a Jerusalén, no solo porque la frontera entre Israel y Líbano está cerrada a cal y canto por los problemas políticos, sino porque es una especie protegida que apenas ocupa 17 kilómetros cuadrados diseminados en nueve arboledas (biosfera del Shouf, reservas naturales de Tannourine, Jaj, Horsh Ehden y Hadath El Jebbeh, bosques de Bcharre, Ehmej, Qamouaa y Dunnieh), situadas sobre todo en la parte norte.

El cedro libanés crece en zonas montañosas y necesita nieve y lluvia para sobrevivir. Es el clima frío el que le viene bien. Pero el calentamiento global afecta de lleno al Líbano, donde sus inviernos resultan cada vez más cortos y menos duros, lo que provoca también nuevas enfermedades a las que esta especie no se había enfrentado nunca y que, según los expertos, comprometen su supervivencia.

Insectos como el cephalcia tannourinensis, una avispa de la madera que apareció a finales de los 90 en la Reserva de Tannourine, la más grande del país, se han convertido en una pesadilla para los encargados de velar por la especie. «El cambio climático hace que algunos insectos sean más activos y causan más problemas que debilitan al cedro haciéndolo más vulnerable a nuevas enfermedades que pueden acabar siendo mortales. El hecho de que cada vez el periodo de nieve sea más corto y el verano menos húmedo han convertido al cephalcia tannourinensis en un serio defoliador del cedro», ha declarado el doctor Nabil Nemer, de la Universidad Espíritu Santo de Kaslik, al diario 'The Guardian'.

El área más conocida de cedros en Líbano es el Bosque de los Cedros de Dios (Horsh Arz el-Rab), situado en pleno valle de Kadisha e incluido por la Unesco en 1998 en la lista de Patrimonio de la Humanidad. «En este bosque hay 2.500 cedros, de los cuales 150 superan los 1.500 años», informa Charbel Tawk, agrónomo y secretario del Comité de Amigos del Bosque de Cedros. Los problemas para sobrevivir de esta especie que aparece en la bandera nacional, en los billetes de la libra libanesa y hasta en los aviones de Middle East (MEA), la aerolínea estatal, llevaron a la creación de comités como este que surgió en 1985. Desde entonces trabajan en la conservación del Bosque de los Cedros de Dios, que no es el más grande del país, pero sí el más simbólico, «así como en la reforestación de toda la zona», explica Tawk, un apasionado de la naturaleza que lleva 15 años como miembro del grupo. Pese a la amenaza que representa el cambio climático y las nuevas plagas de insectos, no quiere ser alarmista y confía en los frutos de la reforestación.

Asociaciones privadas y organizaciones no gubernamentales son las que llevan el peso de la reforestación en un país en el que «los ministerios de Agricultura y de Medio Ambiente no son muy potentes. En nuestro caso pusimos en marcha una campaña de reforestación en el año 2000 y ya hemos plantado 150.000 árboles de diferentes especies autóctonas», apunta Tawk. En el caso concreto de los cedros lo que está en marcha es una «estrategia de esponsorización en la que ya hemos logrado que 4.000 árboles tengan un padrino. Cada cedro tiene un número y se le coloca una placa con los datos del benefactor», ilustra el responsable del Comité de Amigos del Bosque de Cedros, quien celebra que haya también «donantes de bosques» como el multimillonario mexicano libanés Alfredo Harp Helú, primo de Carlos Slim, cuya fundación (FAHHO) ha donado 40.000 ejemplares que están plantados en una superficie de 200 hectáreas. En el comunicado realizado por la FAHHO para anunciar esta donación, destacan que «muchos pensaron que el cedro no creció como otras especies a partir de una semilla, sino que Dios quiso distinguirlo y por eso lo plantó con sus propias manos y le dedicó atención y cuidado».

«Que siga en la bandera»

«Los libaneses gritamos que 'el cedro es nuestra identidad'. Es el emblema que figura en nuestra bandera para representar la inmortalidad y es el factor que mejor define la cultura libanesa. Además se trata de una especie muy importante, capaz de generar un hábitat seguro para la fauna», opina la doctora Maya Nehme, directora de la ONG Iniciativa para la Reforestación del Líbano.

Esta organización, surgida en 2014 fruto de un proyecto respaldado por la agencia de cooperación estadounidense (USAID), promovió el año pasado una campaña bajo el lema 'For it, To Stay on the Flag' (Por él, para que siga en la bandera) para analizar el impacto del cambio climático en los cedros de Maaser El Chouf. La campaña culminó con una gran jornada en la que dos mil voluntarios se dieron cita a 1.900 metros de altitud para plantar cedros.

La intensa labor de reforestación no diluye la amenaza. En Maaser El Chouf los cedros crecían a una altitud máxima de 1.800 metros. Debido al cambio climático los árboles deben emigrar a los 1.900 metros para encontrar más frío. «El problema es que hay otras zonas en las que no es posible ascender», lamenta la doctora Nehme. El cedro resiste como emblema de la bandera y también en las laderas de las montañas más elevadas del país, cada vez más arriba en busca del frío salvador que le permita crecer con la lentitud que precisa y sobrevivir al cambio climático.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios