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Cuando hablamos de niños, no debemos confundir la timidez con el mutismo selectivo.
La delgada línea entre la timidez normal y la enfermiza

La delgada línea entre la timidez normal y la enfermiza

Psicología ·

Escuchar activamente a nuestros hijos y diferenciar los rasgos entre una y otra nos ayuda a detectar un problema que puede tener consecuencias en su educación, su autoestima, sus relaciones sociales y su futuro en la edad adulta

pilar manzanares

Madrid

Lunes, 7 de agosto 2017, 00:19

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Dicen que Mark Zuckerberg es una persona introvertida y que quizás ese rasgo le ayudó a crear la famosa red Facebook para comunicarse con otros desde la soledad de un cuarto. Churchill, a pesar de su timidez, logró ser uno de los mejores oradores que ha habido y, aunque que se diga que para superar la vergüenza se imaginaba a los asistentes con un agujero en el calcetín, lo cierto es que sus discursos llevaban mucho trabajo detrás. Y es que la timidez no tiene por qué ser un problema. De hecho, entre el 16 y el 25% de las personas somos consideradas introvertidas, y no pasa nada... casi nunca. Y es que lo que muchas veces ignoramos es que la timidez puede convertirse en una patología, una fobia social que cause problemas importantes.

En el caso de los niños, y según datos reflejados por estudios de los últimos años con población infantil, los porcentajes de ‘niños tímidos’ rondan el 20% de escolares. «Eso sí, hay que tener en cuenta que medir esta variable es muy complicado y los porcentajes nunca son reales, siendo probable que el número de menores que presentan timidez, más aún para aquellos para los que la timidez resulte un problema, posiblemente sea superior», explica Estefanía Lema Moreira, doctora en Psicología de la Salud y profesora del Departamento de Familia, Escuela y Sociedad de la Universidad Internacional de La Rioja.

Cuándo es un problema

Por regla general, los adultos apenas damos importancia a la timidez infantil, a la que no solemos considerar un problema, pero puede alcanzar tintes de gravedad, sin que reciba la atención necesaria. El aislamiento, la baja autoestima, dificultades importantes en las relaciones de pares, rechazo, victimización, dificultades de comportamiento debidas a la ansiedad, bajo rendimiento escolar, depresión y abuso de sustancias son algunas de las consecuencias que una timidez ‘enfermiza’ puede acarrear.

«Todas estas posibles consecuencias, a su vez, pueden ser mitigadas y/o eliminadas si se trabaja correctamente con el niño, pero en la actualidad todavía no se concibe la timidez como una dificultad que necesite de un apoyo eventual», afirma Lema.

Cuando hablamos de una fobia social reconocida como enfermedad mental. Cuando se trata de una timidez ‘paralizante’, una timidez que no permite reaccionar o actuar como uno quisiera

Pero, ¿cuándo hablamos de una timidez enfermiza o crónica? Cuando hablamos de una fobia social reconocida como enfermedad mental. «Se trata de una timidez ‘paralizante’, una timidez que no permite reaccionar o actuar como uno quisiera. Representa una especie de ‘autolimitación’. No hay nada objetivo, externo, que me impida actuar, pero hay una limitación interna», indica la doctora.

La línea entre una timidez ‘normal’ y una timidez enfermiza que sea considerada enfermedad es bastante fina, de modo que es un tema que debe tratarse con mucho cuidado en ambos casos. Es decir, si hablamos de timidez debemos de darle la importancia necesaria sin ser excesiva, pero también debemos observar con mucho cuidado y detenimiento los diferentes criterios que las diferencian (en el caso de la timidez enfermiza los criterios vienen establecidos en el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DMS-V).

Por otro lado, cuando hablamos de niños, no debemos confundir la timidez con el mutismo selectivo, que afecta de manera importante a los niños en los centros educativos, y que sí implica rasgos de esta fobia social, pero no representa en sí misma una timidez.

Timidez y educación

A nivel educativo, esta timidez enfermiza influye de forma relevante. «Hablamos de los típicos niños que son incapaces de levantar la mano en clase por vergüenza a la opinión de sus compañeros, por ejemplo. Esto les afecta tanto en cuanto no entienden contenidos y sufren las consecuencias de ello con un bajo rendimiento académico, etc. A su vez, en los niños afecta como causa, en muchas ocasiones, de que los menores no quieran acudir al centro educativo», señala Lema.

Esto por no hablar de que la timidez lleva asociada una autoestima baja. Y es que cuando la timidez implica un sentimiento de culpa por ‘no haberse atrevido a’ lleva asociada un desprecio a la propia persona y un sentimiento de inferioridad. Son atribuciones «erróneas», como matiza la experta, que el propio menor se hace y a las que debemos prestar atención para evitar que ello derive en problemas graves, desde depresión, trastornos alimenticios, etc. «Cabe señalar que esto sucede en un número escaso de casos, por lo tanto, no debemos ser alarmistas, sino observadores y actuar desde la prevención».

Hablamos antes de su influencia en las relaciones de pares. Estas dificultades para hablar y relacionarse con otras personas por ese miedo a ser juzgados promueve el aislamiento social y favorece conductas como el bullying, promovidas por ese miedo a ofrecer una respuesta a las personas que tienen delante, a la situación, etc.

Rasgos de la timidez enfermiza

—Miedo o ansiedad intensa en una o más situaciones sociales en las que el individuo está expuesto al posible examen por parte de otros.

—Miedo de actuar de cierta manera o de mostrar síntomas de ansiedad que se valoren negativamente.

—Miedo a determinadas situaciones sociales, ansiedad internas y/o ansiedad externa.

—Miedo o ansiedad desproporcionados.

—Miedo y/o ansiedad persistente (concretamente 6 meses o más).

—Deterioro en el ámbito laboral, social, etc.

Fuente: DSM-V, manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales.

Cómo ayudarle

Cuando se dan situaciones y rasgos como los que hemos señalado es hora de buscar la ayuda de un experto: cuando la timidez afecta de manera muy importante a la socialización de los menores y a su autoestima, cuando la reacción ante determinadas situaciones es exagerada, por ejemplo, con un llanto exagerado...

Existen diferentes tipologías de programas, desde intervención terapéutica, mediación entre pares, programas para el desarrollo de habilidades sociales, etc. «Debemos de tener en cuenta, como ya hemos señalado, que cada caso es distinto, y ninguna forma de intervención es milagrosa ni ofrece cambios inmediatos. Lo más importante es que el menor sea consciente de que no existe nada objetivo que limite su acción social y, por lo tanto, puede actuar, hablar, sin miedo.

En el caso de los padres, pueden ayudar a su hijo a través de la escucha activa, ya que la gente en general, y los niños en particular, dicen mucho más de lo que escuchamos

¿Cómo conseguirlo? Depende de cada caso. En los casos de escolares es muy interesante que, además de una intervención terapéutica, se realice alguna forma de apoyo dentro del centro educativo, bien a través de programas que promuevan las habilidades sociales, o incluso implementando programas de aprendizaje cooperativo dentro del aula. Los programas de mediación entre pares son muy interesantes, y suelen obtener resultados positivos», afirma la experta, y señala que una cuestión fundamental cuando hablamos de intervención en general, y de intervención en timidez en particular, son los tiempos. «Suele suceder que cuando trabajamos desde la terapia, los tiempos en los que se producen los cambios son superiores a los tiempos de intervención, de modo que debemos de tener este factor muy en cuenta».

En el caso de los padres, pueden ayudar a su hijo a través de la escucha activa, ya que la gente en general, y los niños en particular, dicen mucho más de lo que escuchamos. Es fundamental conocer su percepción y no obligarle a realizar nada para lo que ellos no se sientan preparados. No debemos forzarlos, debemos ser pacientes y respetar sus tiempos. Desde los centros educativos se les puede ayudar a través del aprendizaje cooperativo, por ejemplo, y desde el ámbito externo a través de la unión a grupos de actividades de interés del menor. Lo más adecuado es que esas actividades se realicen con otros grupos de iguales distintos al grupo de iguales que tiene dentro del centro educativo.

En la edad adulta

En cuanto a las posibles dificultades en la edad adulta de no tratar esa timidez infantil, existen. Hablamos de depresión, de ansiedad, pero también de fobia social, esa timidez extrema que representa uno de los trastornos mentales más frecuentes entre la población adulta.

En esta etapa vital existen dos cuestiones «relevantes»: los niveles en los que afecta son distintos. Por una parte pueden influir o acarrear consecuencias para otras personas que dependen de ese sujeto, y por otro lado, puede ser más difícil de detectar. «En cuanto a la primera de las cuestiones señaladas, en la edad adulta esta timidez extrema, con ello estamos hablando de la ansiedad social, puede afectar al ámbito laboral, a las relaciones dentro de dicho ámbito, y, consecuentemente, implicar una pérdida de empleo o dificultades para alcanzar uno. Ese es uno de los ejemplos más habituales y más destacados en la madurez, pero también podemos hablar de timidez en las relaciones de pareja que militan una faceta esencial del desarrollo humano», indica la experta.

En cuanto al tratamiento en adultos existen diferentes tipos de terapias a nivel psicológico como, por ejemplo, terapias cognitivas u otras técnicas de base neuropsicológica como el EMDR

Si hablamos de la detección es «más complicada» en el sentido de que socialmente no existe una admisión clara de esta dificultad, infravalorándose y dificultando la expresión o la admisión de la misma por parte de las personas que la padecen. «Esto hace que muchas personas sientan una ‘doble vergüenza’: vergüenza en aquellos contextos que le provocan esta timidez, y vergüenza de admitir, incluso con personas de confianza, esta limitación. Esta ‘doble vergüenza’ implica un mayor aislamiento social, convirtiéndose en la pescadilla que se muerde la cola y de la que se hace más complicado salir», señala Lema.

En cuanto al tratamiento en adultos existen diferentes tipos de terapias a nivel psicológico como, por ejemplo, terapias cognitivas u otras técnicas de base neuropsicológica como el EMDR, acrónimo en inglés de Eye Movement Desensitization and Reprocessing.

Estas técnicas inciden en el procesamiento de información fisiológica. «A través de la estimulación bilateral se pretende facilitar la conexión entre ambos hemisferios cerebrales y con ello disminuir la carga de ansiedad. Otra forma de intervención son las terapias de grupo, que también son muy efectivas en adultos», concluye la experta.

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