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Los rumores y las 'fake news'

Las intenciones de las noticias falsas son perniciosas porque solo tratan de manipular tendenciosamente la parte buena de la opinión de las personas, lo acertado y honesto de la sociedad

alfonso trulls

Miércoles, 22 de agosto 2018, 23:20

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La opinión pública, en general, suele ser dúctil e influenciable y su carácter muy propenso a contagiarse con el virus del rumor proteico, ese que cambia de forma y varía de ideas sutilmente ocultando sus intenciones –en su mayor parte pérfidas y torticeras– enmascarándolas de divertimento gentil. Ciertos sectores de la sociedad se contagian fácil y rápidamente de este virus sin saber que la incredulidad y el escepticismo son las mejores vacunas para no ser afectado por esa engañosa enfermedad.

Este mal, conocido popularmente como chismorreo, está originado exclusivamente para contaminar, deformando la pura realidad, los hechos y las opiniones que anidan en las mentes de las personas. Es un daño que se encuentra expandido por toda la sociedad a través de la retórica, ya que se fomenta en los lugares donde la gente conversa, escucha, discute e intercambia opiniones, es decir, en casi todos. Y no solamente en lugares físicos, sino también en los distintos soportes que el poder y los medios de comunicación disponen para hacernos saber sus mandatos, los primeros, y sus opiniones, los segundos. Todo ello sin contar con la comunicación virtual que se encuentra a mano de cualquiera –tanto si quiere aparecer como quien se es o con una máscara o seudónimo, como el rumor– bajo el nombre de redes sociales, portales de noticias y otros canales de comunicación.

Hasta la propia televisión descubrió, desde sus inicios, la alta rentabilidad del vano chismorreo formateándolo a las hechuras del medio y acentuando su carácter retorcido que tanto divierte a un sector de su audiencia, siempre y cuando se encargue de alterar las más definidas y buenas intenciones para transformarlas en equívocas y perversas.

Antes que las fake news de este siglo (noticias falsas en castellano) y hace algo más de 200 años a.C., Plutarco, un filosofo griego ya condenaba el chismorreo y la habladuría, especialmente sobre cualquier suceso o noticia de la que no se tuviera asegurada confirmación sobre su veracidad y la de su fuente. Solo con estas referencias en el tiempo se puede confirmar hasta qué punto los rumores, con sus diversas e interesadas variaciones y emisiones, pueden alterar el curso de algunos acontecimientos y de las personas que en ellos intervienen, además de desinformar deliberadamente a la sociedad mediante el engaño.

En la Roma de Augusto se creó una institución llamada Cursus Publicus que en realidad era una especie de corre-ve-y-dile que se utilizaba para facilitar el abastecimiento y la circulación de noticias, en realidad como una actual Agencia de Prensa Europea pero que se basaba solo en el boca a oreja. Entonces ya ocurría que los ciudadanos no se conformaban solo con los decretos del Senado y los bandos oficiales, sino que al igual que ahora se prestaba mucha atención a todo tipo de vanas habladurías y chismes.

Todas esas alteraciones o falsedades sobre un determinado suceso o cuestión eran muy valiosas para el charlatán de turno si este quería jactarse de estar al tanto de todo, aunque fuera falso, estuviera equivocado y por supuesto, no dispusiera de ningún tipo de confirmación. Exactamente como ocurre ahora –casi 2.000 años después– en las tertulias de lugares públicos y en algunas otras de mucha mayor audiencia, como las emitidas por medios como la radio o la televisión.

En un ensayo sobre el rumor, el filósofo, político, escritor y abogado inglés Francis Bacon opina que según la lógica del dominio, el rumor está al servicio del poder. Es decir, que aquel que controla la técnica de la habladuría y el chisme, que además puede hablar a todos con la voz del rumor, es aquel que también domina a la vez el arte del poder, una mágica destreza para decir algo sin ser dicho, para ser alguien a quien nadie conoce. Así, el que fue precursor del empirismo filosófico y científico reconoció la fuerza y la influencia que la opinión y el rumor tienen en el ámbito de la alta política.

Es evidente que el influjo de poder que rodea a los conceptos de opinión y rumor son muy preciados por personajes influyentes y políticos desde la antigua Roma, durante la Revolución Francesa y en todo el Oriente y Occidente del siglo XXI.

Al día de hoy, parece que la opinión generalizada que aparece en Internet es que las noticias falsas están de moda, que incluso crean tendencia. Puede parecer una estupidez, pero tal vez este parecer esté motivado por el hecho ya evidenciado en la Historia de que la falsedad se difunde significativamente más rápido y más lejos; más profunda y más ampliamente que la verdad.

Por eso, las cosas del rumor engañoso, las intenciones de las noticias falsas son perniciosas porque solo tratan de manipular tendenciosamente la parte buena de la opinión de las personas, lo acertado y honesto de la sociedad.

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