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Polvorín demográfico

El desplome de la natalidad a niveles de la posguerra es una seria amenaza de futuro a la que las instituciones no dan la prioridad que debieran

Sábado, 14 de diciembre 2019, 22:54

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Junto a la crisis climática, el hundimiento de la natalidad constituye uno de los grandes desafíos a los que se enfrenta nuestra sociedad. El fenómeno Greta Thunberg ha tenido el efecto benéfico de despertar las conciencias de las nuevas generaciones sobre la necesidad de actuar para proteger el planeta. Resulta poco tranquilizador, en cambio, que ni las instituciones ni la ciudadanía parezcan percibir la existencia de un problema demográfico de enorme magnitud, confirmado por datos apabullantes. Los 170.074 nacimientos registrados en el primer semestre en España representan la cifra más baja de la serie histórica del INE, que comienza en 1941, en plena posguerra. Los números de 2018 ya fueron los menores en veinte años. Su persistente desplome, paralelo al gratificante ascenso de la esperanza de vida, acelera un envejecimiento de la población que tensiona al máximo el modelo de bienestar y dibuja una brecha generacional de insostenibles efectos sociales y económicos a medio plazo. La gravedad de la situación urge a intervenir sin más dilaciones. El fomento de la natalidad debe ser una prioridad inaplazable de los poderes públicos, que o no se acaban de dar por enterados o han reaccionado con una incomprensible tibieza, de forma que esta alarmante realidad se agrava sin que sus causas de fondo sean combatidas con eficacia. El desplome de los nacimientos obedece a un cambio de valores que ha relegado la prioridad que hace ser décadas tuvo ser padre o madre. Pero, sobre todo, a que las parejas que lo desean no pueden tener tantos hijos como quisieran. Y ello es así por la precariedad del empleo, los prohibitivos precios de la vivienda para unos jóvenes con bajos salarios y el consiguiente retraso en su emancipación y en la llegada del primer bebé, lo que a su vez complica tener más. Aumentar los nacimientos es una necesidad ineludible que exige remover todos estos obstáculos. Y, además, avanzar en la conciliación tanto en las empresas como en los hogares mediante un reparto de tareas equitativo, de forma que la maternidad no sea sinónimo de obligadas renuncias laborales ni de un esfuerzo heroico en el día a día. Además de llegar tarde, las acciones anunciadas por el Gobierno central y algunas comunidades serán insuficientes para revertir la situación si no van acompañadas por actuaciones en esos ámbitos. Y sin la asunción de que el polvorín demográfico alimentado durante años es un lastre para el presente y una seria amenaza de futuro.

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