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El olimpo de la República

El olimpo de la República

Simone Veil ya reposa en el Panteón de Francia junto a otros hijos ilustres de la patria.Muy pocos son mujeres

JAVIER GUILLENEA

Miércoles, 4 de julio 2018, 15:52

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En el Vaticano se canoniza y en París se 'panteoniza', si es que alguna vez ha existido esa palabra. No hay muchos países que traten tan bien a sus muertos como Francia, sobre todo si son ilustres y, hasta no hace mucho, hombres. El domingo pasado las calles del Barrio Latino de la capital francesa se engalanaron para recibir al cortejo que trasladaba los restos de la última hija de renombre que se le ha ido a la patria. Con la pompa y solemnidad que solo saben darle a estas ceremonias los franceses, después de que la soprano Barbara Hendricks cantara 'La Marsellesa', se abrieron las puertas del Panteón y miembros de la Guardia Republicana transportaron en sus hombros el féretro de Simone Veil hasta el interior del templo. Fue el momento culminante del ascenso al cielo de los laicos de una mujer que falleció el 30 de junio de 2017 y que ya en vida era toda una institución en su país.

Simone Veil, superviviente del Holocausto, presidenta del Parlamento Europeo e icono de los derechos de las mujeres por la despenalización del aborto, no hizo el viaje sola. Junto a ella también entró en el olimpo de los franceses su marido, Antoine, fallecido en 2013. La pareja reposará a partir de ahora en la sexta bóveda, cerca del líder de la Resistencia Jean Moulin, el padre fundador de Europa Jean Monnet, el escritor André Malraux y René Cassin, coautor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Antoine Veil ocupará su espacio en el Panteón en calidad de consorte, lo que no es habitual en un mausoleo que hasta hace poco había estado reservado casi exclusivamente a los hombres. Simone es la quinta mujer en entrar en un templo en el que reposan 75 personas y que recibe a sus visitantes con la leyenda 'A los grandes hombres, el reconocimiento de la patria'. La primera en convertirse en huésped del Panteón fue, en 1907, la química Sophie Berthelot, pero no lo hizo por méritos propios. Fue sepultada junto a su marido, el ilustre Marcellin Berthelot, en reconocimiento a su «virtud conyugal».

El edificio, originalmente una iglesia, es un templo laico dedicado a los hijos ilustres de Francia.
El edificio, originalmente una iglesia, es un templo laico dedicado a los hijos ilustres de Francia.

La familia de Camus se negó a que el escritor reposara en el mausoleo

Hubo que esperar 88 años para que entrara la segunda mujer en el Panteón, pero en esta ocasión sí fue por sus propias medallas. En 1995, el entonces presidente de Francia, François Miterrand, ordenó el traslado al mausoleo de los restos de la científica Marie Curie y su marido, Pierre. «Que no haya ninguna mujer en el Panteón supone negar aquello que en el pasado las mujeres han aportado a nuestra patria. Pero supone también casi negar aquello que las mujeres aportan a día de hoy a nuestro país y lo que podemos esperar que aporten en el futuro», había escrito poco antes Veil en una carta que envió al presidente.

Con Marie Curie se cerró el grifo hasta la segunda década del siglo XXI. En septiembre de 2013, el Centro de Monumentos Nacionales realizó una encuesta en internet para consultar sobre los hombres y mujeres que deberían ser dignos de reposar en el Panteón. De una lista de 2.000 candidatos propuestos, los cuatro más mencionados fueron Olympe de Gourges, escritora y filósofa feminista que fue guillotinada en 1793; la etnóloga y resistente Germaine Tillion, la anarquista Louise Michel y la escritora Simone de Beauvoir. Pese a estar viva, Simone Veil se situó entre los diez primeros nombres de la lista.

La cripta de la científica Marie Curie.
La cripta de la científica Marie Curie.

Resistentes

En 2014, el presidente François Hollande anunció su decisión de acoger en el mausoleo los restos de dos mujeres -Germaine Tillion y Geneviève de Gaulle-Anthonioz-, y dos hombres - Pierre Brossolette y Jean Zay-, todos ellos por su lucha contra la ocupación nazi. Fue la última vez que se abrieron solemnemente las puertas del edificio. Hasta el pasado domingo. «Con Simone Veil entran aquí estas generaciones de mujeres que han hecho Francia sin que la nación les ofrezca el reconocimiento y la libertad que se les debía. Que hoy, por ella, se les haga justicia a todos», dijo Emmanuel Macron en el discurso que pronunció durante la ceremonia.

El Panteón es uno de los monumentos más antiguos de París. Fue construido por orden del rey Luis XV, quien prometió erigir una iglesia en honor a la patrona de la ciudad, Santa Genoveva, si se curaba de una grave enfermedad. La promesa funcionó y en 1764 se colocó la primera piedra de un templo que nació con la vocación de ser el más grandioso de la capital pero que, 26 años más tarde, con la llegada de la Revolución, acabó convertido en un mausoleo para dar reposo a los restos de quienes habían luchado por la libertad. Tras la caída de Napoleón, el edificio recuperó su inicial función religiosa hasta 1830, año en que volvió a perderla y adquirió su misión actual, la de acoger a los «grandes hombres», los que se habían hecho a sí mismos en contraposición con los nobles, cuyos méritos eran hereditarios. Entre sus muros descansan glorias nacionales como el conde de Mirabeau, Voltaire, Victor Hugo, Rousseau, Emile Zola, Louis Braille, Jean Jaurès o Alejandro Dumas.

Pero estos ciudadanos selectos no son los únicos a los que se rinde homenaje en el Panteón. En algunos lugares del edificio, una serie de placas conmemoran a los escritores franceses que murieron en las dos guerras mundiales, y en sus muros miles de nombres recuerdan a los grandes protagonistas de la historia del país.

La decisión de sepultar a un ilustre en el Panteón corresponde en exclusiva al presidente de la República y no todos lo hacen. Jacques Chirac utilizó este derecho en dos ocasiones y Miterrand, en siete. Nicolas Sarkozy quiso llevar a Albert Camus a los altares laicos, pero su familia se negó. Georges Pompidou y Valery Giscard d'Estaing no entronizaron a nadie.

E n España

Para los franceses, el Panteón es algo muy serio; es el lugar donde el laicismo de la República se eleva a niveles sagrados, el monumento donde se rinde culto a los hijos de la patria. Nada que ver con lo que ocurre en España, donde nuestros difuntos de postín no tienen un lugar para juntarse. En 1892 comenzó en Madrid la construcción del Panteón Nacional de Hombres Ilustres, que sucedió a otro anterior que había tenido que cerrar porque unos huesos, como los de Cervantes y Lope de Vega, no aparecían, y otros volvieron a sus pueblos reclamados por los suyos.

Con el nuevo edificio sucedió algo similar. Allí fueron a parar los restos de Dato, Práxedes Sagasta, Canalejas, Ríos Rosas, Cánovas del Castillo o el Marqués del Duero, entre otros nombres de calles, pero el paso de las guerras y del tiempo hizo estragos. Los habitantes del mausoleo regresaron a sus lugares de origen y allí solo quedó de cuerpo presente el marqués. Nuestro panteón es hoy un espléndido escaparate de monumentos funerarios de mármol del caro. Pero sin hijos ilustres dentro.

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