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Odisea

La Universidad no está preparando profesores de idiomas o usuarios expertos del idioma, sino que los prepara para enfrentarse a un examen arcaico que en sí mismo no tiene un significado real o tangible en relación con el trabajo que se les encomendará

Troy Nahumko

Viernes, 31 de agosto 2018, 22:56

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FUE un completo 'shock' para mí. Sucedió durante mis primeras semanas enseñando en Filosofía y Letras cuando un día entré en clase noté un grueso y pesado tomo sobre la mesa frente a uno de los jóvenes estudiantes.

Siendo curioso por naturaleza, quería saber qué leen los jóvenes más allá de Harry Potter. Pero quizás lo que atrajo aún más mi curiosidad fue el tamaño del libro, que era tan grueso como un diccionario. Me acerqué y le pregunté al estudiante qué estaba leyendo y no pude dar crédito cuando averigüé que era el 'Ulises' de James Joyce. Pregunté cautelosamente, si lo estaba leyendo por placer y me quedé completamente anonadado cuando me contestó que se lo habían asignado para leer en otra asignatura.

No es que tenga nada en contra de este libro, de hecho, está considerado una de las obras más importantes de la literatura modernista inglesa. Pero también es extremadamente difícil de entender incluso para nativos de dicho idioma. Es un libro que hace que la trilogía de Álvaro Mendiola de Goytisolo parezca fácil de leer, y aquí estaba un estudiante de Filología Inglesa, que aún luchaba con los tiempos verbales básicos, intentando dar sentido a todo aquello.

Me pregunté: ¿por qué este libro había sido asignado a estudiantes que empezaban a saborear las mieles de un idioma, siendo una obra tan increíblemente densa y difícil? ¿Qué posible interpretación se podría esperar del estudiante cuando incluso un diccionario no ayudaría a aclarar algunos de los juegos de palabras que se encuentran en la obra? ¿Se le pedía que analizara el libro por su cuenta o simplemente que memorizara lo que otros habían escrito al respecto? Sentí verdadera pena por los alumnos y comencé a cuestionar cuál era exactamente el propósito. Una duda que me atormentaría durante el tiempo que estuve enseñando en la Universidad. ¿Qué estábamos tratando de lograr con estos estudiantes?

Encuestas informales a lo largo de los años me han mostrado que la gran mayoría de los estudiantes matriculados en el grado de Inglés lo habían hecho porque querían convertirse en profesores de inglés o que terminarían en esta profesión fuese su deseo o no. Sin embargo, el programa que se les ofrece solo tiene una asignatura optativa que trata de lingüística aplicada en todo el grado y ni una que se centre específicamente en la adquisición del lenguaje o metodología. ¿Quizás se deba a que hay un costoso máster, tras completar el grado, que intenta formarles para poder ser profesionales? Los estudiantes están obligados a enfrentarse a Joyce y a escritores victorianos cuando nunca van a usar nada remotamente similar en su deseado trabajo como profesores de inglés. Conceptos modernos como la lingüística de corpus han comenzado a introducirse en la enseñanza, pero solo para mostrar patrones estilísticos en las obras de escritores fallecidos que nunca habrían soñado con algo como Twitter y cómo está influyendo en la forma en que se usa el lenguaje en la actualidad. Y mis dudas volvieron a aparecer, ¿cuál es el propósito? ¿Los profesores deben ser solo profesores o también investigadores? Y si están destinados a la investigación, ¿debería esa investigación estar relacionada con la profesionalidad antes mencionada, consiguiendo así que los alumnos tengan de primera mano las metodologías más innovadoras junto a los estudios más punteros sobre la enseñanza del idioma? ¿Será debido a que existe algún prejuicio en la idea de ser profesor?

Fue años después, al comenzar a ayudar a preparar oposiciones, cuando encontré una posible respuesta. En mi confusión inicial por comprender exactamente qué relación mantenían la historia legal de los Estados Unidos con la enseñanza de idiomas, de repente, recordé ese libro sobre la mesa y llegué a una conclusión. La Universidad no está preparando profesores de idiomas o usuarios expertos del idioma, sino que los prepara para enfrentarse a un examen arcaico que en sí mismo no tiene un significado real o tangible en relación con el trabajo que se les encomendará. En lugar de prepararlos para el trabajo soñado, estaban siendo moldeados para el examen que tendrían que presentarse en el futuro para conseguir ese trabajo.

He tenido el placer de conocer e incluso observar a grandes profesionales, tanto dentro como fuera de la Universidad. También he oído hablar de algunas voces valientes e inquisitivas dentro del sistema cuestionándolo, pero que son silenciadas rápidamente, o aisladas. La naturaleza cerrada y endogámica del proceso de selección de los profesores titulares garantiza este pacto de silencio. Si deseas avanzar y avanzar con facilidad, aprende a agachar la cabeza y unirte a cierto grupo, estés de acuerdo con ellos o no. Una expresión más auténtica de la casta de Pablo Iglesias sería difícil de encontrar.

Entonces, ¿cuál es el propósito? Algunos argumentarían que no se trata de crear trabajadores para trabajos específicos, sino un enfoque de producción de pensadores creativos adaptables a cualquier trabajo, y pueden estar en lo cierto. Sin embargo, la mera palabra filología suena obsoleta y mitológica en mis oídos canadienses, y memorizar los análisis de textos de otros, contrario a este propósito. Otros podrían denunciar esta visión utilitaria y práctica del estudio universitario como pensamiento neoconservador y la antítesis de las Humanidades en general. Pero entonces, me viene a la mente ese estudiante enfrentándose a Joyce armado con las interpretaciones de otros y pienso: debe existir otro camino.

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