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Retirada del cadáver de Eddie Hutch, hermano de 'The Monk', asesinado en Dublín en febrero de 2016. :: afp
Los muertos que caminan

Los muertos que caminan

La cruenta guerra desatada entre las dos grandes bandas del hampa irlandés pone en la diana a una treintena de mafiosos, que reciben protección policial. «Han convertido Irlanda en el México de Europa»

ANTONIO CORBILLÓN

Martes, 20 de febrero 2018, 08:30

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La Policía irlandesa les llama los 'hombres muertos que caminan'. Son los 29 matones de las grandes bandas de gángsteres de Dublín que están en la lista de 'ejecutables' de sus rivales. Después de los informes de los detectives, el propio Comité Policial conjunto de la capital de la República (reúne a concejales y oficiales superiores) decidió avisar a estos delincuentes de que sus vidas corren peligro. Para ellos no sería sorpresa alguna.

El centro de la aparentemente tranquila capital de la isla (poco más de medio millón de habitantes) vive una paradoja. En la zona de Sheriff Street, muy cerca de la muy turística calle O'Connell, coches patrulla vigilan 24 horas al día los 7 días de semana. No tratan de reducir la ya de por sí baja delincuencia general. Están pendientes de quién entra o sale de las casas de los hombres de Gerry 'The Monk' ('El Monje')Hutch.

A esta banda le han declarado la guerra a muerte, sin armisticio posible, sus rivales de Christy Kinahan, jefe del cártel más poderoso del país. En enero fue baleado en su coche Derek Coakley-Hutch, sobrino de 'The Monk'. Es la víctima más reciente de una guerra mafiosa que suma 15 muertos, muchos más heridos y decenas de familias exiliadas de sus casas por el miedo a ser la próxima diana. Tres de los crímenes ocurrieron en Málaga.

«El miedo está en todas partes, nadie volverá a sentirse seguro nunca más»

Porque muchas de esas órdenes de exterminio se dictan desde la Costa del Sol, ya que unos y otros situaron sus bases en España después de que el endurecimiento de las leyes irlandesas les privara de parte de sus millonarias posesiones y fondos bancarios. Los llamamientos de políticos, líderes de las comunidades e incluso la influyente Iglesia católica no han hecho mella en la voluntad mutua de exterminio del rival.

«Esta pelea no es sólo por drogas. Se trata de un choque de personalidades y mucho odio personal», explicó a 'The Guardian' el concejal por Dublín Jimmy Guerin. Este político es hermano de la periodista del 'Sunday Independent' Veronica Guerin, asesinada en 1996 por sus artículos sobre las bandas. A ella se le atribuyen los motes de sus líderes: 'The Monk', Georges Mitchell 'The Penguin' ('El Pingüino') o Martin Foley 'The Viper' ('La Víbora').

Otro concejal capitalino, Mannix Flynn, agregó que el caso irlandés no responde a las leyes mafiosas. «Esta disputa ha venido para quedarse. No hay un proceso de mediación y nadie escuchará a ninguna de las partes. Es una lucha a muerte». El edil habla de gente que «se levanta del pub ante ciertas miradas. El miedo está en todas partes y nadie se volverá a sentir seguro nunca más».

Los detectives rumorean que Christy Kinahan ha puesto precio a la cabeza de su mayor enemigo. Y que pagará más cuanto «más dolorosa y lenta sea su muerte». Estos ajustes de cuentas han obligado a la Policía española a formar expertos en delincuencia irlandesa, mientras los informes de la Garda (Policía Nacional de la isla) aseguran que entre los 'kinahan' y los 'hutch' mueven el 90% de las drogas que llegan a su territorio desde sus bases en España y Amsterdam.

Un asalto de película

El punto de inflexión de esta guerra sin cuartel podría situarse en el 5 de febrero de 2016. El lujoso hotel Regency de Dublín celebraba el pesaje de los dos boxeadores que iban a luchar por el título europeo de pesos ligeros. Uno de ellos era el local Jamie Kavanagh, hijo de Gerard Kavanagh, hombre de confianza de los Kinahan, que fue asesinado de nueve disparos en septiembre de 2014 en Marbella por dos sicarios vestidos de ninja.

Las apuestas ilegales en los combates son otra de las fuentes de ingresos de estos grupos. Durante aquel pesaje, varios hombres disfrazados de los cuerpos de élite de la Garda irrumpieron armados con fusiles 'kalashnikov'. Buscaban a Daniel, heredero del imperio de Christy, pero sólo pudieron liquidar a David Byrne, uno de sus lugartenientes. Unos cuantos sicarios más se llevaron varios balazos pero lograron sobrevivir.

Lo más probable es que este audaz episodio buscara venganza por el asesinato, otra vez cerca de Marbella y a finales del verano de 2015, de Gary Hutch, sobrino del 'capo' rival. Pero sobre todo dejaron una imagen de humillación y orgullo herido en la banda que se consideraba dueña de las calles.

Un estado de 'shock' que les llevó a matar a tiros, tres días después del asalto al Regency, a Eddie Hutch, considerado un blanco fácil, ya que no tenía ninguna vinculación con las actividades de su hermano 'The Monk'. Su funeral fue otra prueba del estado de psicosis violenta que vive Irlanda. El líder criminal se empeñó en asistir al funeral a pesar de los avisos de la propia Policía. La Garda tuvo que montar una operación de seguridad con francotiradores en las azoteas, más propia de la protección de un primer ministro que de un delincuente.

Al igual que ha pasado en otros conflictos mafiosos en el resto del mundo, las luchas internas han 'limpiado' la genealogía del crimen irlandés y han dejado la sucesión al albur de la lucha entre esos dos hombres que dictan sentencias a muerte para sus rivales. En el país, con una larga tradición boxística, lo comparan con un combate entre las doce cuerdas. Aquí el K.O. suele ser definitivo. El premio no es un título sino un mercado: el control de las drogas que llegan de Sudamérica y Asia y se gestionan desde los balnearios playeros españoles, moviendo más de mil millones de euros al año, según los cálculos de la Policía irlandesa.

Después de la ola de crímenes desatada a finales de 2015 y principios de 2016, la entonces viceprimera ministra, Joan Burton, intuyó un riesgo que ahora parece más evidente: «Estamos viviendo en Irlanda, no en México».

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