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«Miles de soldados murieron y España se arruinó para nada con las guerras de Carlos V»

«Miles de soldados murieron y España se arruinó para nada con las guerras de Carlos V»

En opinión del experto Ian Morris, las contiendas que impulsó el Emperador en Europa son un ejemplo perfecto de guerra 'contraproducente'

manuel p. villatoro / ABC.es

Martes, 31 de octubre 2017, 18:25

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Desde la conquista de América, hasta la Guerra Fría. Para Ian Morris, catedrático de Historia en la Universidad de Standford, la guerra es una «herramienta» que -desde hace milenios- ha servido al ser humano para mejorar su sociedad. Un elemento que, paradójicamente, ha ayudado a reducir la violencia. De hecho, el experto la define como «el principal factor de la evolución» en su nueva obra: 'Guerra. ¿Para qué sirve?' (Ático de los libros, 2017).

Y es que, según explica este experto en declaraciones a ABC, los datos estrictos apoyan su tesis: «Las tasas de muerte violenta han caído masivamente durante los últimos 10.000 años. En la Edad de Piedra la gente tenía entre un 10 y un 20 por ciento de posibilidades de morir violentamente. En el siglo XX, a pesar de las dos guerras mundiales y el Holocausto, el porcentaje era de entre el 1 y el 2 por ciento».

Morris, de la vieja escuela de los historiadores generalistas (los que consideran que es necesario abordar nuestro pasado como un conjunto, y no mediante la explicación de épocas concretas), analiza pormenorizadamente la evolución de la violencia a través de los diferentes períodos históricos. En su obra ahonda en el cambio de las armas de pólvora a lo largo de las décadas, en las tácticas militares que ayudaron a los pueblos a dominar el mundo y, por encima de todo, en la cantidad de muertes provocadas por las civilizaciones más sanguinarias.

A su vez, Morris distingue entre dos tipos de guerras: la 'productiva' (la que a la larga «produce una sociedad más grande y más segura y reduce las tasas de muerte violenta» por traer posteriormente cierta paz), y la «contraproducente» (la que busca ese efecto, pero únicamente lleva al desastre). En sus palabras, un buen ejemplo de la segunda son los contiendas mantenidas por Carlos Vy Felipe II en su intento por lograr que el Imperio español dominase el mundo conocido.

De hecho, sentencia que la lucha por lograr alzarse sobre el resto llevó a nuestro país a una ruina absurda.

-¿Qué es una guerra contraproducente? ¿Existe algún ejemplo en la historia de España?

-La mayoría de las guerras no son productivas, en el sentido de que ninguna contribuye a crear sociedades más grandes o más seguras, ni tampoco a deshacerlas. De todos los ejemplos de la historia, las guerras de España en el siglo XVI bajo Carlos V y Felipe II son uno muy bueno: España luchaba para lograr que toda Europa se sometiera a los Habsburgo y al catolicismo (lo cual es un objetivo claramente productivo, pues llevaría a una sociedad europea más grande), pero hacia 1643 ya estaba claro que habían fracasado. Murieron cientos de miles de personas, y España se arruinó para nada.

Solo unas pocas guerras han tenido consecuencias productivas, y algunas son claramente contraproducentes, como las que tuvieron lugar en los siglos V y VI d.C., que desmembraron el Imperio romano occidental hasta formar sociedades más pequeñas y violentas. Por eso, incluso después de 10.000 años de guerras productivas, el mundo sigue fragmentado en múltiples sociedades que a veces luchan entre sí.

-¿Y qué es una guerra productiva?

Cuando hablo de una guerra productiva, lo que quiero decir es que esa guerra produce una sociedad más grande y más segura y que reduce las tasas de muerte violenta. La mayoría de las guerras no son productivas. Al menos no en este sentido. Pero a lo largo de 10.000 años ha habido suficientes guerras productivas como para reducir la tasa de muerte violenta en un 90 por ciento.

El ejemplo clásico quizá sea la larga serie de guerras que dieron lugar al Imperio romano. La arqueología nos muestra que en los siglos III y IV a.C., antes de las conquistas romanas, la mayor parte de Europa occidental, incluyendo a España, vivía sumida en un clima de violencia.

La conquista de España por parte de Roma, que empezó poco antes del 200 a.C. y que siguió hasta un siglo después, fue aún más violenta; pero una vez Roma conquistó ese territorio, logró eliminar las guerras intestinas entre los nativos y creó una sociedad de ciudadanos que vivían apaciblemente y que respetaban la ley. El resultado, claro está, es que durante el siglo I y II d.C España no solo fue un lugar más seguro, sino también más rico de lo que había sido jamás. Los habitantes de la Península perdieron muchas de sus libertades, y también su identidad, cuando Roma los conquistó, pero a cambio obtuvieron seguridad y prosperidad. En ese sentido, fue una guerra productiva.

-¿Por qué considera la guerra como un factor positivo para la historia?

-Yo no diría que la guerra es un factor positivo. Prefiero decir que nosotros, los humanos, como casi todos los animales, evolucionamos a base de utilizar la violencia para resolver nuestras disputas. Exactamente igual que fuimos capaces de evolucionar para cooperar en grupos grandes, la guerra (la violencia organizada) es otra de las herramientas que empleamos; y como todo lo que hacen los humanos, puede tener efectos positivos o negativos. Por definición, la guerra implica la muerte de las personas y la destrucción de las cosas, así que muchos de sus efectos son verdaderamente negativos, pero cuando analizamos la pauta histórica a largo plazo, sí es posible ver que la guerra siempre ha tenido un efecto positivo.

A veces la guerra comporta la absorción de una sociedad por parte de otra. Por eso, a medida que las sociedades crecen y se hacen más grandes, sus dirigentes se ven más presionados para pacificarlas internamente, lo cual reduce las tasas por muerte violenta dentro de esa sociedad. Los gobernantes no han hecho esto a lo largo de la historia porque sean buenas personas, ya que generalmente solo los que tienen una personalidad despiadada se convierten en reyes y presidentes; lo han hecho porque, si no lograban pacificar sus propias sociedades, no podían competir con las sociedades rivales que sí habían logrado organizarse y disfrutar de más paz y prosperidad.

El resultado es paradójico: la violencia crea sociedades más grandes pero, a su vez, esto reduce el nivel de violencia que se utiliza en ellas. No importa cómo lo midamos. Las tasas de muerte violenta han caído masivamente durante los últimos 10.000 años. En la Edad de Piedra, la gente tenía entre un 10 y un 20 por ciento de posibilidades de morir violentamente. En el siglo XX, a pesar de las dos guerras mundiales, las armas nucleares y el Holocausto, de media existía un porcentaje de entre el 1 y el 2 por ciento. Y en los primeros diecisiete años del siglo XXI, a pesar de las guerras en Irak, Afganistán y Siria, el riesgo de morir violentamente es del 0,7 por ciento (en España, un país muy seguro, es del 0,07 por ciento). Aunque nos cueste creer, el mundo de hoy es más seguro, mucho más seguro de lo que lo fue jamás.

Leer entrevista completa en ABC.es

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