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Pionero. El empresario Elon Musk se ha convertido en una de las referencias en la creación de empresas de Inteligencia Artificial. R. C.
¿Mandarán los robots?

¿Mandarán los robots?

Los gurús tecnológicos invierten en el desarrollo de implantes cerebrales que conecten a las personas con superordenadores. «Todavía es ciencia-ficción», aseguran los expertos

ANTONIO CORBILLÓN

Miércoles, 19 de septiembre 2018, 17:46

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Neuralink está desarrollando interfaces (conexión entre dos sistemas) cerebro-máquina con un ancho de banda ultra alto para conectar humanos y computadoras. Estamos buscando ingenieros y científicos excepcionales». Esta oferta laboral figura en la web de la empresa californiana Neuralink, la última aventura empresarial de Elon Musk, fundador de Tesla, SpaceX, SolarCity y algunas de las inversiones futuristas que empiezan a entrar en los fondos bursátiles. Ya ha recaudado 30 millones de dólares (más de 25 millones de euros).

El empresario más futurista de Silicon Valley, el secarral californiano donde se diseña el futuro del planeta, no para nunca. No le basta con creaciones como Hyperloop, el transportador espacial de pasajeros y mercancías en tubos al vacío a alta velocidad, del que ya tiene un prototipo real. O SolarCity, líder en energías alternativas y proveedor de las baterías de los coches eléctricos de otra de sus apuestas: Tesla.

Elon Musk no es el único en insistir en que «debemos llevar la idea del 'cyborg' humano más lejos y agregar una capa digital de inteligencia a nuestros cerebros». Bryan Johnson, otro pionero de Silicon Valley, supera los 100 millones en su sociedad Kernel con la certeza de que «la neurotecnología será el próximo gran avance de la humanidad».

Ramón L. de Mántaras Instituto Inteligencia Artificial del CSIC «Aumentar nuestras capacidades con ordenadores está aún muy verde» Victoria Camps Cátedra de Ética «Quien ha de evitar que se nos vayan de las manos somos los propios humanos» Amparo Alonso Experta en Inteligencia Artificial«Ningún robot aprende solo. ¿Para qué lo querríamos?»

Hasta ahora, la idea de máquinas con inteligencia propia solo rondaba la literatura o el cine de ciencia-ficción. Todo aficionado al género recuerda la discusión entre la supercomputadora HAL 9000 y un astronauta en '2001: Una odisea en el espacio'. La máquina reclamaba al hombre que no la desconectara y le permitiera seguir gobernando la nave.

En octubre la película de Stanley Kubrick cumple medio siglo. «El cine explota nuestro miedo a vernos sustituidos por máquinas», resume el profesor de Historia y Estética del Cine Antonio Santos. 'Blade Runner' o 'Matrix' son ejemplos posteriores de este amplio género futurista de humanos superados o enfrentados a robots.

El concepto de Inteligencia Artificial (IA), máquinas programadas para sustituirnos, tiene ya más de 60 años (1956). Los procesadores que nos ayudan o complementan tampoco son tan nuevos. «El articulador de voz de Stephen Hawking, los ordenadores que nos permiten dar órdenes a una silla de ruedas o el aspirador Roomba que trabaja solo por toda la casa, todo eso es Inteligencia Artificial aplicada», resume la presidenta de la Asociación Española de Inteligencia Artificial, Amparo Alonso Betanzos.

Sin embargo, nunca el debate sobre sus posibilidades y peligros ha estado tan presente como ahora. El propio Elon Musk justifica su apuesta en que corremos el riesgo de «convertirnos en las mascotas de las máquinas» si no avanzamos más rápido en su gestión y programación.

El miedo a cerebros sin neuronas ni alma y fuera de control ha llevado a la Comunidad Europea a acelerar su compromiso en la materia en este 2018. Además de comprometer inversiones conjuntas en investigación de 20.000 millones de euros hasta 2020, este otoño la Comisión «presentará unas directrices éticas para el desarrollo de la IA, sobre la base de la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE», explican desde su sede en Bruselas.

Europa, a la cola

También el presidente francés, Emmanuel Macron, presentó en marzo su plan 'Inteligencia Artificial al servicio de la Humanidad', del que dijo que es «una oportunidad increíble pero una inmensa responsabilidad». Europa trata de 'ponerse las pilas' en esta materia ante la certeza de que ya sufre una considerable desventaja frente a Estados Unidos y China, que dedican importantes fondos en investigación. Los asiáticos incluso han introducido esta asignatura en los institutos. Se llama 'Fundamentos de la Inteligencia Artificial', y la ha elaborado Xiaoou Tang, profesor de ingeniería de la información en la Universidad China de Hong Kong. Tang es presidente de SenseTime Group, la empresa emergente de Inteligencia Artificial más valiosa del mundo. Este año ha logrado fondos cercanos a los 500 millones de euros y su capital ya supera los 2.400 millones.

Las preguntas se multiplican. ¿Llegará algún día en que las máquinas se independicen? ¿Corremos el riesgo de crear Frankensteins de metal y microchips sobre los que podríamos perder el control? ¿Se pueden programar para que actúen bajo códigos éticos? ¿Está próximo el 'superhombre', una mezcla de inteligencia humana y capacidades multiplicadas por nuestras invenciones?

«El alcance de ese reto es todavía muy incierto y se mueve en el terreno de la ciencia ficción. La idea de un mundo transhumano o posthumano es mediáticamente atractiva, pero me temo que no tenemos mucha idea de qué puede significar», advierte la catedrática de Filosofía y expresidenta del Comité de Bioética de España, Victoria Camps.

La próxima guerra global ya no será por el petróleo, ni por el agua. Será «por la propiedad de los datos, que ya son el activo más importante». En juego «el riesgo de una dictadura digital», que también podría caer en manos artificiales, advierte en su libro '21 lecciones para el siglo XXI' el historiador israelí Yuval Noah Harari, que se está forrando con sus ensayos sobre los riesgos del 'big data' (inteligencia de datos a gran escala).

«¿Aumentar las capacidades del cerebro con conexiones a un ordenador?... Eso está muy verde y sobrepasa al ámbito científico». El director del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial del CSIC, Ramón López de Mántaras, es el científico español de más larga trayectoria en la materia. Desde su despacho de Barcelona pone distancia y plazos más bien amplios a ese futuro, en contra de los que casi hablan en presente.

Y eso que en España hay varios laboratorios punteros. Incluso se ficha a científicos foráneos como el holandés Paul Verschure, que lidera desde 2017 en el Instituto de Bioingeniería de Cataluña a un equipo de 30 expertos que trabajan en proyectos de gestión del envejecimiento activo. Fue el creador del primer programa de rehabilitación virtual para pacientes con ictus. Su lema es «si puedes entenderlo, puedes arreglarlo».

Robots con ética

Los logros de la neurociencia gracias a las máquinas han abierto un gran campo para curar o aliviar lesiones que hasta hace poco se consideraban irreversibles. «Si queremos meter en la máquina mecanismos biológicos, eso irá adelante: es copiar a la naturaleza -reflexiona la expresidenta de la Asociación Española de Bioética y Ética Médica, Natalia López Moratalla-. Pero no podemos ponerle nuestros mecanismos de libertad. La máquina libre es una utopía», insiste esta bióloga molecular y autora de 'Inteligencia Artificial ¿Conciencia Artificial?'.

La presidenta en España de este colectivo de científicos, Amparo Alonso, también remarca que «se trabaja sobre campos muy concretos y las técnicas sobre las que se investiga hoy son para mejorar la relación hombre-máquina, no para que nos sustituyan».

- ¿Qué opina de esos computadores capaces de ganar al mejor jugador de ajedrez?

- Se puede enseñar a un robot a jugar al ajedrez y ser más rápido procesando jugadas. Pero nada más. No hay ninguno que aprenda solo... Ni entiendo para qué lo querríamos.

En estas últimas palabras se cuela el debate sobre los criterios éticos que enmarcan estas investigaciones. Es el viejo debate de la ciencia con conciencia. «Quien ha de evitar que el desarrollo de la IA se nos escape de las manos y se vuelva contra la propia humanidad somos los humanos. Ese debería ser el criterio ético fundamental. Hoy por hoy la robotización no sustituye ni de lejos todas las capacidades humanas que seguirán siendo necesarias», postula Victoria Camps.

Su colega en las comisiones de Ética Natalia López Moratalla reclama «más que principios, sentido común». Esta catedrática emérita y profesora en España, Gran Bretaña y Estados Unidos, considera que «quienes invierten en estos proyectos tienen un problema ético, no financiero». También el profesor López de Mántaras ve «serias críticas cuando se piensa en aumentar capacidades de humanos sanos», además de insistir en que esa posibilidad «sobrepasa el ámbito científico».

Sin embargo, el propio temor a la falta de límites de este nuevo campo hace que de forma paralela se investigue también en el llamado 'botón del pánico'. «Son sistemas de desconexión de un cerebro artificial por decisión humana», aclara la experta Amparo Alonso. O sea, el desafío de los replicantes que anticipó hace 36 años el director Ridley Scott en 'Blade Runner'.

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