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Los hermanitos del medio

Los hermanitos del medio

La lucha de los hijos medianos por ser visibles puede llegar a su fin. Están en vías de extinción

JAVIER GUILLENEA

Martes, 13 de agosto 2019, 09:03

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Los hijos medianos no nacen, se hacen. No vienen al mundo con una etiqueta que indique su condición de segundones. Viven felices durante una temporada a la sombra del primogénito hasta que un buen día a la madre se le empieza a abultar la tripa y la existencia cambia para ellos. Sin que nadie les haya consultado dejan de ser lo que habían sido toda la vida; es como si tuvieran que empezar de nuevo, como si se vieran obligados a buscar su propia identidad.

Cuando nace el segundo hijo los padres se muestran especialmente preocupados por no hacerle sufrir al primogénito. Devoran y hasta aprenden de memoria párrafos enteros de revistas especializadas que dan consejos para que el mayor no reviente de celos ante la llegada de la competencia. Por eso los progenitores reciben al aparecido con menos atenciones de las necesarias para no incomodar al legítimo heredero al trono. Se le dan mimos, pero se tiende a hacerlo en la clandestinidad, lejos de las miradas suspicaces del mayor, al que colman de regalos para que acepte al intruso.

Con el tercer hijo no sucede lo mismo. Curtidos en mil batallas contra los otros dos, los padres ya no están por la labor de evitar los celos del segundo, que pierde sin pena ni gloria su estatus para convertirse en el mediano. Quizá le compren algo, pero el regalo ni de lejos llegará a la grandiosidad del juguete que en su día le ofrendaron al primogénito para calmar su justa ira. Un juguete que, por cierto, heredó el recién relegado a la medianía, lo mismo que la ropa del mayor.

Nunca han sido hijos únicos y apenas han tenido tiempo para ser los pequeños

Los hijos del medio, cuyo día mundial se celebra hoy con toda justicia, nunca han sido hijos únicos y han tenido poco tiempo para saborear las mieles de ser el pequeño. No es un secreto para nadie que los padres prestan al mayor una atención especial mientras que el pequeño recibe más carantoñas. Atrapado entre dos frentes, el mediano -salvo que sea el único chico o chica, en cuyo caso mantendrá una posición especial asegurada en la familia- ve cómo el primogénito goza de privilegios que él no tiene y se celebran sus nuevos logros, mientras que al que le sigue en el escalafón se le permiten cosas que a él nunca le han dejado hacer.

Nace así un difuso sentimiento de injusticia que en algunos casos puede llegar al resentimiento. Cuando los padres prestan más atención al primero o al último, el encerrado en el sándwich puede desarrollar lo que los psicólogos califican como el síndrome del hijo mediano. Se desencadena cuando los situados en esta posición notan que en casa no les hacen caso y se sienten menos queridos.

Dos salidas

Para intentar remediar la situación y dejar de ser invisibles, no encuentran más salida que volverse tímidos e introvertidos o, por el contrario, rebeldes y desobedientes. Son dos maneras diferentes de llamar la atención y de buscar una identidad propia que pueden tener consecuencias en su desarrollo personal.

Por fortuna para ellos, no todo son desventajas. Acostumbrados a ocupar una posición menos destacada, los medianos tienen fama de ser los pacificadores de la familia y de desarrollar cualidades como la simpatía y la lealtad. Si se sienten apoyados por sus padres, son más sociables y aprovechan lo bueno de tener un hermano mayor que les abra camino y uno menor con el que poder jugar.

Pero todo esto está condenado a desaparecer. Llegará un momento en el que el día del hijo mediano pierda su razón de ser, y no porque al fin encuentren su lugar en el mundo, sino porque son una especie en peligro de extinción. El descenso del número de hijos en las familias occidentales augura un negro futuro a la sufrida casta de los del medio. Como dijo una mujer en Twitter, «es una tragedia que el hermano mediano se vaya a extinguir, pero eso es algo que solo les puede ocurrir a los hermanos medianos».

Sin relevo. El índice de fecundidad en España (número medio de hijos por mujer) fue en 2017 de 1,25, muy por debajo del 2,1 necesario para garantizar un reemplazo generacional.

El síndrome. Los hijos medianos que se sienten abandonados en su propia casa pueden llegar a desarrollar sentimientos de resentimiento y frustración hacia sus hermanos y padres.

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