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Un enorme cementerio a las afueras de Puerto Príncipe muestra la dimensión de la tragedia. En las otras fotos, los efectos del terremoto siguen presentes en todo el país. :: reuters afp ap / /
Haití sigue temblando

Haití sigue temblando

Sus habitantes no se han beneficiado de la ingente solidaridad generada por el terremoto que destruyó el país hace hoy diez años

GERARDO ELORRIAGA

Lunes, 13 de enero 2020, 08:22

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El aniversario del terremoto del 12 de enero de 2010 será un bálsamo para la población haitiana. Parece una brutal contradicción, pero la conmemoración del temblor que sacudió la república caribeña hace una década puede aliviar, siquiera provisionalmente, las enormes tensiones que sufre actualmente. «El recuerdo apaciguará los ánimos porque se trata de una sociedad muy religiosa que venera a sus ancestros y no hay nadie de la capital que no haya perdido a alguien cercano», explica la madrileña Olga Regueira, que reside allí desde hace trece años y ha trabajado en labores de cooperación al desarrollo dirigiendo, entre otras, la ONG América Solidaria, con la que colabora Manos Unidas.

La calma se antoja efímera. El territorio vive al borde de otro cataclismo, en este caso social y político, desde finales de 2018. Las protestas y bloqueos han paralizado el país en varias ocasiones, porque a los seísmos y huracanes que han sufrido los haitianos se suman la inestabilidad política y una voraz corrupción que han obstaculizado el progreso. «Llegaron más de 4.000 ONG y todas las grandes instituciones, como el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco Mundial o la Unión Europea», explica Regueira, quien recuerda que ella guió algunas visitas. «Pasaban por algunas zonas y exclamaban '¡qué horror!', pero eran lugares que no habían sufrido daños. Haití ya era un desastre antes del terremoto. El centro de Puerto Príncipe, la capital, resultó muy afectado, pero ya había otros lugares de la ciudad que previamente parecían haber sufrido un bombardeo».

La Administración no tuvo capacidad para gestionar la ayuda, a su juicio. Había procedimientos de control para favorecer las sinergias y no duplicar esfuerzos, pero el grueso económico de la ayuda se hallaba en manos de las grandes entidades internacionales y las instituciones públicas no pudieron asumir los convenios que firmó. «La inestabilidad política, la falta de liderazgo, los sobornos en las altas esferas y el clima de impunidad han impedido que muchas iniciativas se llevaran a cabo», indica. Como muestra de ello expone que su organización, implicada en proyectos de enseñanza, ha debido enfrentarse a la elección de cuatro ministros de Educación en tres años. «Más allá de la sobrefacturación, la malversación o el fraude, que existen, nos enfrentamos a una inestabilidad endémica que no permite la celeridad ni la transparencia».

«No hay confianza ni en la autoridad ni en la oposición, también implicada en la malversación»

Desvío de las ayudas

A lo largo de la última década, Haití también ha sufrido el paso del huracán 'Matthew', que lo devastó hace cuatro años, pero nada ha sido tan amenazador como el escándalo de Petrocaribe. En 2005 el régimen venezolano firmó una alianza con Haití que permitía a este país acceder al crudo con precios preferenciales y, además, vender ese petróleo para conseguir fondos que habían de destinarse al fomento de las infraestructuras. En 2016, una comisión parlamentaria reveló que más de 1.800 millones de euros obtenidos mediante ese acuerdo se habían volatilizado.

La noticia no cayó en el habitual saco roto. Las protestas crecieron como una pequeña ola oceánica que se convierte gradualmente en tsunami. «No hay confianza ni en la autoridad ni en la oposición, también implicada en la malversación», dice la cooperante española. El Gobierno, aparentemente insensible a este fenómeno, pretendió aumentar el precio de los combustibles en 2018, provocando intensas algaradas.

El hartazgo se plasmó a lo largo del pasado año en una sucesión de protestas y bloqueos de carreteras, que han durado semanas. «El país entró en una situación de parálisis», indica Iñaki Olazabal, responsable en Cáritas de la región caribeña, quien lamenta el nuevo golpe que ello supuso para las capas más vulnerables y la política de reconstrucción, pues ésta comenzó con mucha tardanza y se ralentizó aún más tras los disturbios.

La violencia es otro factor nuevo que se suma a las causas del relativo fracaso en la reconstrucción. A los 'tonton macoutes', los paramilitares de la familia Duvalier que expandieron el terror hasta los años ochenta, les han sucedido los 'guns', bandas del crimen organizado que imponen su ley. «Es vox populi que unas están apoyadas por los dirigentes y otras por sus rivales políticos, y que llevan a cabo una guerra encubierta», señala Regueira, mientras que Olazabal destaca su ambición territorial y exigencia de pagos a empresas y ONG.

El embajador chileno sufrió una emboscada el pasado mes de marzo cuando se desplazaba a una localidad situada a tan sólo 20 kilómetros de la capital para asistir a un acto de América Solidaria, ONG nacida en Santiago. El ataque se saldó con la muerte del chófer que solía trasladar a Regueira. A las dificultades para desplazarse allí donde no hay carreteras se suma la forzosa necesidad de realizar cualquier desplazamiento en vehículo propio y con apoyos logísticos por cuestiones de seguridad.

África en el Caribe

Haití se halla en el corazón del Caribe, pero tanto las raíces étnicas como su índice de desarrollo humano remiten al África subsahariana. La primera república de mayoría negra se constituyó en 1804, tras una revuelta de esclavos que acabó con su dependencia política de Francia. La miseria generalizada en un país carente de industria y con una agricultura que ni siquiera satisface la demanda interna ha impulsado tradicionalmente la emigración. La vecina República Dominicana, con la que se reparte la isla de la Española, acoge a un millón y ya ha levantado muros para impedir la llegada de ilegales a los que buena parte de la opinión pública achaca el incremento de la delincuencia, la pérdida de empleos e, incluso, brotes de malaria.

Tras el terremoto, Estados Unidos favoreció la recepción de haitianos con un estatus de protección temporal que la Administración Trump derogó el pasado verano. Los flujos humanos que antes se dirigían hacia el gigante norteamericano, Canadá y Francia, se desplazan ahora a Brasil, Chile y México. En la localidad de Tijuana han quedado varados cientos de emigrantes que soñaron con otra vida al norte del Río Grande.

¿El país más pobre del hemisferio occidental ha perdido la ocasión de salir de su ancestral penuria? «Puerto Príncipe ha experimentado mejoras, sus carreteras están asfaltadas y hay barrios con luz pública», apunta Regueira, que reconoce, sin embargo, que los avances no son proporcionales al dinero desembolsado. «Muchas personas se han beneficiado de los proyectos, pero ese mínimo efecto no se proyecta en las estadísticas». Olazabal también quiere dar una oportunidad a la esperanza. «El desarrollo resulta complicado, pero hay evolución y uno de esos testimonios del cambio está en las protestas», alega. «Que la población luche contra la corrupción, uno de los males históricos de Haití, implica una capacidad de movilización inédita hasta ahora».

Algunos hechos proclaman que diez años no han bastado para superar aquella devastación que llegó desde el interior de la tierra. El resquebrajado Palacio Nacional, símbolo de la destrucción, fue desescombrado hace tan sólo tres años. Además, la lentitud del programa de reconstrucción ha impulsado la proliferación de viviendas construidas por los propios afectados. Amnistía Internacional asegura que sólo el 20% de las oficiales aguantaría otro embate sísmico. Haití puede correr la misma suerte si 'Goudou Goudou', tal y como es conocido el terremoto por los nativos en su idioma creole, vuelve a sacudir sus frágiles cimientos.

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