Borrar
Participantes en la Fiesta del Orgullo de 2015 en Madrid. :: Javier Barbanchoreuters /
El garito  del Orgullo

El garito del Orgullo

La revuelta de Stonewall, el bar neoyorquino donde se amotinaron los homosexuales contra la Policía, cumple 50 años. Hoy el local es un lugar de culto para el movimiento LGTBI

ANTONIO PANIAGUA

Domingo, 30 de junio 2019, 12:06

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

El inspector Seymour Pine, cabeza visible de la Brigada de la Decencia, pensó que aquella redada iba a ser como cualquier otra. La madrugada del 28 de junio de 1969, la atmósfera era pesada, enrarecida por el calor y la humedad. Por aquellos años los garitos de mala reputación estaban conchabados con la mafia. El bar Stonewall, ubicado en el barrio neoyorquino de Greenwich Village, no era una excepción. De hecho, pertenecía a la familia Genovese. Pine, imbuido de su papel de adalid contra la corrupción policial, pretendía de paso acabar con la deshonestidad entre las fuerzas de seguridad. Era costumbre que los agentes hicieran la vista gorda ante el trapicheo de estupefacientes y otras ilegalidades si recibían puntualmente un sobre con el soborno oportuno.

Los dueños del Stonewall eran muy laxos con el cumplimiento de las normas: el agua corriente se consideraba un lujo innecesario, el permiso para la venta de alcohol era inexistente y a nadie se le ocurrió habilitar salidas de emergencia. Todo esto no importaba demasiado a una clientela formada sobre todo por gais y transexuales que se congregaban en el Stonewall a bailar. Y en estas apareció la pasma. ¿A cuento de qué venía si ya se había pagado la mordida? Nadie sabe exactamente cómo se montó el lío y unos cuantos desinhibidos con faldas se encaraban con la poli. Alguien gritó: «¡Poder gay!», mientras una muchedumbre se arracimaba a las afueras del local. Así nació la revuelta que cambió el rumbo del activismo LGTBI. Al año siguiente de aquellos desórdenes se celebró la primera marcha del Orgullo, una manifestación que en la actualidad tiene lugar en multitud de países.

  • Origen del movimiento.

Sylvia Rivera, una trans que se buscaba la vida haciendo la calle y que después se convirtió en una beligerante activista, había asistido a registros como esos decenas de veces. Rivera, que luego fundó el Frente de Liberacion Gay, recordaba así la irrupción de la Policía: «La rutina era: maricones aquí, bolleras aquí, bichos raros allí, refiriéndose a mi bando. Si no tenías tres piezas de ropa masculina, ibas al calabozo», describía la ya fallecida Rivera, de ascendencia portorriqueña y venezolana.

«Si no tenías tres piezas de ropa masculina, ibas al calabozo»

Policías atrincherados

Ya fuera por el bochorno o porque días antes había muerto Judy Garland, un icono para los gais, los ánimos estaban caldeados. La gente empezó a lanzar monedas y botellas a los agentes. Pine y sus hombres tuvieron que atrincherarse dentro del tugurio y utilizar a los detenidos como escudos humanos. Los policías estuvieron cercados durante 45 minutos, hasta que llegaron refuerzos. Nadie sabe muy bien cómo apareció el primer 'cóctel molotov', quiénes empezaron a volcar coches, de dónde salían heterosexuales que se solidarizaron con una turbamulta de 'drag queens' que bailaban y cantaban un himno procaz dirigido a los uniformados. Los disturbios duraron tres días y tres noches. Esa convulsa madrugada, de la que ahora se cumplen 50 años, hizo historia. El Stonewall es un monumento nacional de EE UU y un símbolo de la lucha de la comunidad LGTBI.

Jordi Petit, de 65 años, activista gay histórico, asegura que los sucesos de aquel día supusieron un hito. «Entre 1945 y 1969, gais y lesbianas apostaban por ir poco a poco, publicar revistas, frenar la represión, presentarse en sociedad como personas cultas y modélicas. A partir de Stonewall, dijimos: 'no queremos adaptarnos, sino ser nosotros mismos'. El Día del Orgullo nace como reacción a la homosexualidad conceptuada como delito y pecado», sostiene el exsecretario general de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex (ILGA, por sus siglas en inglés).

La clientela del antro neoyorquino era variopinta, pero predominaban los transexuales, las 'drag queens' y los chaperos, gentes que vivían en los márgenes y que no tenían nada que perder. Fueron ellos los que se amotinaron, los que agarraron los adoquines y se enfrentaron a los andisturbios. Eran los mismos que para identificarse como gais utilizaban a modo de contraseña la expresión: '¿Eres amigo de Dorothy?', lo que en español equivaldría al '¿tú entiendes?'. «El colectivo LGTBI tiene una deuda pendiente con las transexuales; en Stonewall fueron las más guerreras, y precisamente son a quienes les queda más camino para conseguir su normalización social», argumenta Petit.

Penas de cárcel y destierro

El espíritu de Stonewall llegó con ocho años de retraso a España. En 1977 se celebró en Las Ramblas de Barcelona la primera marcha en pro de la liberación homosexual, cuando aún estaba vigente la Ley de Peligrosidad Social, que permitía el encarcelamiento y el destierro de homosexuales. Los gais fueron los últimos presos del franquismo en salir de la cárcel y estuvieron a la cola en la percepción de indemnizaciones, algo que ocurrió en la etapa de Rodríguez Zapatero.

Kim Pérez, de 78 años, una histórica defensora de los derechos de los transexuales, ve sombras preocupantes que se ciernen sobre el colectivo. En enero llevó a cabo una huelga de hambre para protestar contra el programa electoral de Vox, una iniciativa que consiguió pocos apoyos. Para esta profesora de Ética jubilada, el movimiento LGTBI debía empezar por la T de transexuales, ya que siempre han sido la vanguardia de la lucha por la igualdad: «Aunque no lo quisiéramos, teníamos que dar la cara para vivir con arreglo a nuestra identidad. Yo he sido profesora de secundaria y he podido llevar una vida estable. Otras personas no han tenido esa suerte. O se montaban su propio negocio como autónomas o lo tenían muy difícil. En América Latina la prostitución es la única salida para los transexuales, cuya edad media se cifra entre 35 y 40 años».

Mucho se ha conseguido desde 1969 hasta ahora. En 1973, la Asociación Americana de Psiquiatría dejó de considerar la homosexualidad un trastorno mental. La misma organización descalificó las terapias aversivas, incluidos los electrochoques, para reconducir al individuo a la heterosexualidad. Pese a los avances, Jordi Petit advierte de la configuración de un «triángulo homófobo de las Bermudas», delimitado por los países que rigen Vladímir Putin, Donald Trump y Jair Bolsonaro, quienes abanderan una involución en lo que atañe al mundo LGTBI.

El Sonewall es hoy es una especie de templo laico para gais. Kurt Kelly y Stacy Lentz, dos de los dueños del negocio, que ocupa parte del espacio del viejo antro, aseguran que quieren preservar y mantener su espíritu y la lucha del movimiento. El lugar ya no tiene ese aspecto cutre y roñoso de hace medio siglo. Ya no es un cubil infecto. Ahora es un sitio icónico, con billar y banderas del arcoíris y suelo de madera. En la última Nochevieja, la artista invitada que actuó en el histórico escenario fue Madonna.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios