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Sun Yang, en una de sus intensas celebraciones. :: Athit PerwongwethaReuters /
Un gallo en la piscina

Un gallo en la piscina

Sun Yang es el deportista más odiado del Mundial de natación. Tuvo una leve sanción por dopaje y otra vez rompió la muestra. Se ha ganado el desprecio de sus rivales, a los que trata sin respeto, pero en China es una leyenda

FERNANDO MIÑANA

Viernes, 26 de julio 2019, 09:51

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Sun Yang es la elegancia hecha nadador. Su estilo relajado, sin dejar de ser demoledor, fascina a los eruditos, que le señalan como uno de los mejores especialistas en estilo libre de todos los tiempos. Este chino de 27 años hace del 'crowl' un arte. Pero su sutileza se acaba ahí, entre la salida y la llegada de sus carreras. Después es una bomba. Y estalla cuando menos te lo esperas. En el Mundial de Gwangju, que concluye el próximo domingo, parece que no pare de explotar.

Es, con diferencia, el nadador más odiado. Y lo es, básicamente, por dos motivos: la sospecha de que recurre al dopaje para ser el mejor, y un talante poco respetuoso con los rivales. El público coreano expresa su desprecio abucheándole en cuanto tiene ocasión y los nadadores más audaces, o polémicos, según se mire, lo hacen negándose a posar con él ante los fotógrafos cuando acuden al podio a por sus medallas.

Esta historia de inquina tiene su origen en los campeonatos nacionales de China de 2014. El 17 de mayo de ese año, después de una prueba, le hicieron un control antidopaje y el nadador dio positivo por trimetazidina, un estimulante cardiovascular que había sido incluido ese año en la lista de sustancias prohibidas. En noviembre recibió un castigo minúsculo: tres meses de suspensión -reapareció sin problemas antes de la temporada- y una multa de 650 euros; calderilla para él, uno de los grandes referentes del deporte de su país. La Federación china alegó que su deportista tomaba un producto llamado Vasorel por prescripción médica y la FINA, la organización internacional, aceptó el argumento del que ya era una estrella mundial.

Una mancha de este tipo en tu expediente, más allá de que la sanción fuera muy benévola, te acompaña para siempre. Sun Yang nadaría marcado el resto de su carrera. Por eso una noticia publicada en la edición australiana del 'Daily Telegraph' que informaba de que el mejor nadador chino de la historia había destrozado con un martillo la muestra que le habían tomado los 'vampiros' en un control por sorpresa indignó a los más intransigentes con el dopaje. Sun, según el periódico, tuvo a los inspectores esperando una hora en la calle cuando se presentaron el 4 de septiembre del año pasado. Luego logró burlar la norma de tener que orinar en compañía y, finalmente, después de encendidas protestas que se prolongaron hasta la madrugada, rompió a golpes el vial.

Gasolina a chorro sobre la hoguera, que arde lustrosa estos días en Corea, donde no paran de salirle críticos al gigante de dos metros y noventa kilos que se desliza por el agua con la pericia de un delfín. El primero en desafiarle fue el australiano Mark Horton, su gran rival, que le llamó «tramposo dopado» y que el pasado domingo, después de que Sun Yang ganara en los 400 metros libres su cuarto oro, se negó a fotografiarse con él en los cajones. El martes le imitó Duncan Scott, el británico que se encontró con la medalla de bronce después de que los jueces descalificaran al ganador, el lituano Danas Rapsys, por haberse movido en el poyete de salida, una decisión que encumbró a Sun como campeón.

Pendiente del TAD

El chino lo celebró con ostentación y en el podio, al ver que Scott le ignoraba, empezó a increparle. Al bajar, con la medalla al cuello y un inocente muñeco de peluche en su mano izquierda, parecía amenazarle con la derecha. Ante la flema de Scott, Sun acabó por burlarse de su contrincante: «Yo he ganado y tú has perdido». Su compañero Adam Petty opinó sin sordina: «No quiero ver a ese tipo compitiendo con mis compañeros de equipo, que han trabajado duro para poder estar en el Mundial». Más madera.

La FINA no tiene manguera para tanto incendio y ya ha mandado una advertencia a los rebeldes al apreciar que han tenido «un comportamiento inadecuado». En realidad, el desprecio a Sun es también un feo a la FINA, que aceptó la alegación de la Federación china para no sancionar al nadador por el incidente en el control sorpresa. La Agencia Mundial Antidopaje (AMA) no fue tan complaciente y recurrió, pero el Tribunal de Arbitraje del Deporte (TAD) no se posicionará hasta septiembre, cuando las medallas del Mundial ya estén repartidas.

Sun Yang no parece afectado por tanto revuelo y el martes, con su undécimo título, igualó a Ian Thorpe como el tercer nadador más laureado en los mundiales. Un historial imponente para aquel chaval que debutó en los Juegos de Pekín, en 2008, con 16 años. Al verano siguiente, en el Mundial de Roma, ya arrambló con una primera medalla, un bronce en los 400 metros.

Antes de los Juegos de Londres tomó la decisión de irse a entrenar a Australia con el conocido técnico Denis Cotterell, el hombre que había llevado, entre otros, a Grant Hackett -al que Sun arrebataría el récord mundial de los 1.500-. El preparador fue clave en su éxito de 2012, que saldó con tres medallas olímpicas: dos de oro y una de plata. Al año siguiente protagonizó un sonado accidente en Hagzhou, su ciudad, cuando iba al volante de un Porsche Cayenne y chocó contra un autobús. La Policía descubrió entonces que el ídolo de millones de chinos conducía sin carné. Aquella infracción le procuró un breve paso por la cárcel. En prisión, Sun se negó a comer la carne que le servían por miedo a que llevara algún aditivo prohibido por la AMA. La dirección penitenciaria no quería tener una concesión solo con él, así que cambió la dieta y durante unos días todos los presos se hicieron vegetarianos forzosos.

El campeón rompió con su entrenador chino en 2013. Su maestro no paraba de reñirle porque prestaba demasiada atención a las promociones comerciales y a su novia, una azafata de vuelo llamada Nian Nian, con quien, según la prensa, tuvo un hijo antes de su separación definitiva. La sanción por dopaje rompió también sus lazos con Cotterell. La Federación australiana obligó al técnico a dejar a aquel joven 'manchado'.

Sin embargo, en China le adoran. Quizá porque sea un patriota, como demostró en el Mundial de Barcelona, llorando llamativamente al sonar el himno y ver alzarse su bandera. O subiendo al podio alguna vez con una zapatilla roja y otra amarilla, un guiño al pabellón chino. También gusta su lado más tierno, el que exhibe en Weibo, una red social de su país, donde pueden leerse las dedicatorias a su madre, que le prepara los desayunos energéticos y le recuerda la importancia de «comer bien», y a su padre, un exjugador de voleibol al que Sun tiene como su referente. «Siempre apareces cuando más te necesito...», le agradeció.

títulos mundiales acumula Sun Yang, una cifra que le iguala en el tercer puesto de los más laureados con el mítico Ian Thorpe. El chino ha ganado también tres medallas de oro y dos de plata entre los Juegos Olímpicos de Londres y los de Río de Janeiro. También ostenta el récord mundial de los 1.500 metros.

Uno de los rasgos más característicos de Sun Yang es su patriotismo. Una de las imágenes del Mundial de Barcelona, en 2013, fue la del nadador llorando mientras sonaba el himno de su país tras lograr el hito de proclamarse campeón en 400, 800 y 1.500 metros estilo libre. En alguna ocasión ha subido al podio con una zapatilla amarilla y otra roja, los colores de la bandera de China. Sun Yang ha estudiado Educación Física en una universidad de Jiangsu, al este del país. Llamó la atención que hiciera la tesis sobre su victoria en la prueba de los 200 metros libres en los Juegos Olímpicos de Río.

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