Borrar
¿Qué ha pasado hoy, 18 de marzo, en Extremadura?
Fotografía facilitada por la Policía Nacional, que muestra a los agentes revisando el material de un pederasta.
El final de un depredador sexual de menores

El final de un depredador sexual de menores

El Supremo ratifica la pena por abusos para un hombre que cazaba a sus víctimas con la app Grindr

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Domingo, 20 de octubre 2019, 19:15

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

En ocho meses, un hombre de 32 años, nacido en Alicante, de profesión policía y sin antecedentes penales se convirtió en un depredador sexual de menores, a los que contactaba por redes sociales o aplicaciones de citas especializadas en la comunidad gay. Una carrera que terminó con una denuncia de una de sus víctimas, de 15 años, que acudió a la Policía. Sucedió en Alicante, entre febrero y octubre de 2016, y esta semana el Tribunal Supremo ha puesto punto final a su travesía de corrupción de menores y abusos sexuales, con la ratificación de la sentencia de instancias anteriores de la Comunidad Valenciana, y la condena de dos décadas de cárcel, lo máximo permitido.

La primera víctima conocida de V. B. C. nació en el año 2000. Contactaron mediante la app Grindr e intercambió pornografía con él a través de WhatsApp. Mantuvieron relaciones sexuales completas en la casa de los padres del chico. Sucedió dos veces, siempre sin violencia ni intimidación. A su segunda víctima, también menor, pero mayor de 16 años, la edad mínima para que el consentimiento valga, también la cazó con esa aplicación de encuentros, y la llevó a un descampado en su coche. Volvieron a concertar un encuentro sexual algunos meses después.

Su tercera víctima también tenía menos de 16 años. Había nacido, como la primera, en 2000. Se conocieron y un mes después de enviarle material pornográfico mantuvieron relaciones sexuales completas. Era junio. Fue la declaración de esta víctima, que lo acusó de abuso sexual ante la Policía, la que comenzó el proceso judicial que acabaría con la vertiginosa pero corta carrera de abuso sexual de V. B. C., un pedófilo que buscaba adolescentes muy jóvenes y que intentó la absolución en sus apelaciones. En parte, tratando de desacreditar a su acusador principal, que había reconocido haber mentido en un aspecto de su declaración, cuando su madre y su pareja se enteraron de lo ocurrido. Frente a las autoridades, ambos reconocieron que sospechaban o sabían que ese contacto había ocurrido. El acusado sostuvo en sus apelaciones «que la declaración del menor es irracional, arbitraria y alejada de los parámetros de la lógica», se lee en la ponencia de Andrés Martínez, magistrado del Supremo. Sin embargo, no logró sembrar la duda.

Al haber sido de carácter voluntario esos encuentros, y no oponerse a los actos sexuales, no cabe la acusación por el delito de agresión sexual. Por tanto, la clave del juicio ha sido que no «existe consentimiento cuando los actos sexuales se realizan con menores de 16 años». «El Código Penal se ha modificado seis veces en relación con delitos sexuales y actualmente las penas son muy duras», explica Josep Maria Tamarit, catedrático de Derecho Penal de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC). «Pese a la impresión que pueda tener mucha gente, España tiene medidas punitivas por mantener relaciones con menores muy por encima de la media de la Unión Europea». La última modificación legal en este aspecto es de 2015.

Primera vez

Ese verano de 2016, V. B. C. contactó en otras plataformas como Instagram a un chico nacido en 1999, y después de intercambiar pornografía mantuvieron relaciones consentidas; días después con otro nacido en 2001, con quien no tuvo contacto físico. Avanzaba el verano y volvió a Grindr. Siempre las mismas imágenes de su «culo» o su «pene», «masturbándose» o acostado, refiere la sentencia primaria de la Audiencia Provincial de Alicante, después de un juicio oral de tres sesiones. A otro menor, nacido en 2002, le propuso tener relaciones sexuales, sin lograrlo. En agosto continuó su caza. Cambió de red social. Probó con Wapo, también enfocada al nicho homosexual. Envió fotos suyas desnudo, pero la presa no se dejó capturar. Llegó septiembre. Intentó quedar por Grindr con otros dos jóvenes, uno menor de 16 años, pero ellos no cedieron a un encuentro.

Todos eran menores. Con los que mantuvo relaciones sexuales les penetró analmente. También hubo felaciones, a veces mutuas. Le capturaron en octubre. Rastrearon sus conexiones y las imágenes de su móvil. Allí la Policía encontró a las demás víctimas. La condena conjunta, por tres delitos de abuso sexual a menores de 16 años y otros tantos por exhibicionismo y corrupción de menores, supera los 20 años de prisión, pero el Código Penal establece ese tiempo como máximo de cumplimiento efectivo. «El problema no es la gravedad de las penas, sino mejorar los mecanismos para la detección y prevención, el tratamiento a los delincuentes y la atención a las víctimas», sostiene Tamarit.

En su declaración a las psicólogas y forenses, una vez identificado en la investigación, uno de los niños les aseguró que aquella había sido su primera relación sexual. Tenía 14 años y avisó al condenado de que no estaba preparado para una penetración anal, según sus palabras, pero pasó de todos modos.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios