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«El feminismo ha llegado a la religión»

«El feminismo ha llegado a la religión»

La islamóloga Kahina Bahloul quiere ser la primera mujer imán de Francia y abrir una mezquita inclusiva y liberal donde hombres y mujeres recen juntos. «Me dicen que antes de hablar de religión me ponga el velo, pero no hago mucho caso»

PAULA ROSAS

Lunes, 25 de marzo 2019, 19:06

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Cuando sus padres eligieron para ella el nombre de Kahina, en homenaje a la gran reina bereber que unificó el Magreb y lideró a su pueblo contra la invasión de los Omeyas hace 1.300 años, jamás pensaron que su hija sería la encargada de capitanear otra causa no menos difícil. Kahina Bahloul quiere ser la primer mujer imán de Francia, abrir una mezquita inclusiva en la que hombres y mujeres recen juntos y liderar la revolución feminista en el seno del islam del país europeo con más musulmanes. El desafío tiene sus costes. Bahloul ha recibido insultos y amenazas. Ha sido ninguneada por las grandes figuras del islam en Francia. Pero el Corán, asegura, está de su parte.

Bahloul rompe todos los esquemas sobre la mujer religiosa musulmana. Para empezar, no lleva velo. «No es una obligación religiosa. El Corán habla de un vestuario decente, pero en ningún momento describe un velo como el que conocemos hoy», explica. Cree que el rito, ya sea la oración o el ayuno, por ejemplo, no constituye la esencia de la religión. «El ritual -afirma- no es un fin en sí mismo, lo importante para mí es la espiritualidad». Tampoco va a la mezquita. Cansada y decepcionada del discurso arcaico y misógino que escuchaba cada semana en el templo, Bahloul ha decidido abrir la suya propia. Y ya tiene nombre, la mezquita Fátima, como la hija predilecta del profeta Mahoma. «Será un lugar donde las mujeres serán tratadas de forma respetuosa y donde el sermón de los viernes se alternará entre un hombre y una mujer».

Bahloul acude a la cita tras salir del colegio católico donde da clase de religión a los alumnos musulmanes. De madre francesa y padre argelino, Kahina Bahloul nació en París hace 39 años y creció en la Kabilia, en el seno de una familia liberal, «pero en una sociedad patriarcal que siempre me indignó, así que me dije que la única forma de salir de eso era a través de los estudios», relata. Estudió Derecho y, como muchos otros jóvenes franco-argelinos, volvió a la antigua metrópoli en busca de oportunidades. Un evento hizo cambiar el rumbo de su vida.

«Las mujeres, si no estamos alerta, retrocedemos»

Feminismo

«La única oferta que ven los jóvenes en internet es la fundamentalista»

Fundamentalismo

«No es una obligación religiosa, el Corán solo habla de un vestuario decente»

Velo

«Se ha convertido en una obsesión para los religiosos»

Cuerpo de la mujer

«Mi padre murió cuando yo tenía 30 años. Su muerte me planteó muchas preguntas existenciales, y fue entonces cuando empecé de verdad a leer y a interesarme por el islam, a profundizar en mi conocimiento de la religión», confiesa. Bahloul descubrió la mística sufí, se sumergió en los textos «y lo que encontré fue extraordinario, de una gran riqueza». Aquel padre «que no había sido especialmente religioso, pero que tenía una visión muy humanista de la religión», había sembrado en ella, sin embargo, la semilla de la espiritualidad.

Las pioneras del islam

Ante Kahina se abrió un mundo que puso patas arriba su existencia. «Descubrí a las primeras mujeres que se habían atrevido a dar el paso para ser imán», relata la joven. Su voz se llena de entusiasmo y admiración cuando habla de Amina Wadud, la primera mujer que lideró un rezo ante una asamblea de hombres y mujeres. Fue en 2005, en Estados Unidos. Después vinieron otras. En Europa una de las pioneras fue la danesa Sherin Khankan, que abrió la mezquita Mariam, y que se ha convertido en su gran referente. Bahloul abandonó hace cuatro años su trabajo en una aseguradora para estudiar Islamología. Hoy reparte su tiempo entre la tesis, las clases en el instituto y la preparación del proyecto de la mezquita Fátima.

«Desde un punto de vista teológico, no hay nada que prohíba a una mujer ser imán», defiende. En el islam no existe el clero. A diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, en el cristianismo, los imanes no son «ordenados» por una jerarquía clerical superior, sino que su legitimidad emana directamente de la comunidad. Una magnífica oportunidad para las mujeres. Sin embargo, para explicar por qué a lo largo de la Historia casi ninguna mujer ha osado serlo, la islamóloga utiliza el término más coreado por la última ola feminista: el patriarcado.

«Estudiando el Corán me sorprendió hasta qué punto la interpretación de los textos se ha hecho desde un punto de vista muy masculino que no está justificado». El Profeta, relata, autorizó a una mujer a ser imán, pero las interpretaciones posteriores han leído ese texto diciendo que solo lo hizo delante de las mujeres. «¡Y eso no está precisado en el texto, eso es lo extraordinario!», se indigna.

El sexismo en la religión no es, sin embargo, terreno exclusivo del islam. «Estoy en contacto con mujeres rabinas y pastoras protestantes y tienen los mismos problemas - asegura Kahina-. En la religión, la mujer siempre está relegada a tareas subalternas, lo vemos también en las iglesias, las mujeres son las ayudantes mientras que el poder lo ostentan los hombres». En Marruecos, una iniciativa para combatir el fundamentalismo ha permitido formar a mujeres, las conocidas como 'morshidat', como líderes espirituales. Reciben la misma educación que los hombres, con una pequeña gran diferencia: al final del curso, a los hombres se les permite ser imanes y liderar el rezo de los viernes y a ellas no. En París, el Instituto Al Ghazali ofrece algo parecido. «Liderar es algo simbólico. Lo que genera polémica hoy es que sea una mujer la que lidere a los hombres. Si las mujeres no estamos alerta con los derechos que hemos adquirido, van a retroceder», afirma, contundente, Bahloul.

La mujer, por desgracia, no solo es relegada en la estructura de poder. En 2013, una trifulca estalló en la Gran Mezquita de París al decidir sus responsables que, ante la falta de espacio, las mujeres debían rezar en el sótano del edificio. Un colectivo liderado por Hanane Karimi, una de las voces feministas musulmanas más reconocidas en Francia, se resistió. Las sacaron a rastras. «Yo he llegado a rezar en un garaje, el lugar que había habilitado una mezquita para las mujeres», se indigna la islamóloga. «Para esos religiosos, el cuerpo de la mujer se ha convertido en una obsesión. La religión dice, por ejemplo, 'baja la mirada', nos obliga a hacer un trabajo sobre nosotros mismos para controlar nuestros impulsos. Pero esos hombres, en lugar de controlarse a sí mismos, quieren controlar el cuerpo de la mujer, y para eso quieren hacerlo invisible», razona Bahloul quien, harta de este trato, se puso manos a la obra en la concepción del proyecto de su propia mezquita.

Kahina Bahloul busca ahora junto a Faker Korchane, profesor de Filosofía y cofundador del proyecto, la financiación necesaria para llevarlo a cabo. «Hay mucha gente interesada, muchos musulmanes que habían abandonado el islam por el desajuste intelectual que hay entre el progreso de la sociedad y el discurso arcaico que se encuentran en la mezquita», sostiene. Muchas mujeres -y también hombres- que sienten que los sermones del imán de turno hablan más de la Edad Media que del mundo en el que ellos viven. «Existe una esclerosis del pensamiento musulmán», afirma con contundencia Bahloul. La sociedad ha experimentado un enorme progreso científico y cultural, el feminismo -ella cita con admiración a Simone Veil, Simone de Beauvoir o a la argelina Gisèle Halimi- ha logrado la emancipación de la mujer, «y la religión no puede mantenerse 'ad eternum' como el pariente pobre de esa evolución global».

«Con miedo no avanzamos»

Con la mezquita Fátima, Bahloul y Korchane esperan poder difundir ese islam reformador que hoy en día es casi imposible encontrar fuera de algunas universidades. Tampoco en Francia, el país con más musulmanes de Europa «y donde los movimientos fundamentalistas, la ideología wahabí y salafista, están muy anclados. En lugares como Saint Denis «en la periferia norte de París) se han llegado a ver a niñas de 5 o 6 años veladas. Es increíble», afirma.

«La violencia que vemos en el seno del islam no viene de la nada, viene también de esa esclerosis del pensamiento que ha conducido a un debilitamiento de las ideas. Una idea que no habita un movimiento dinámico está muerta». Para Bahloul, la falta de enseñanza de la religión, que al menos en los países occidentales ha dejado de transmitirse en el seno de la familia, y la ignorancia sobre las cuestiones religiosas ha dejado el terreno abonado para los fundamentalistas. «Cuando un joven siente un vacío existencial y se plantea preguntas como ¿por qué existo? o ¿cuál es el sentido de mi vida?, siente la necesidad de volver a la religión y, por desgracia, la única oferta que encuentra hoy es la fundamentalista», afirma.

Kahina lleva años intentando ofrecer una alternativa en el mismo terreno y con las mismas herramientas que los extremistas: internet y las redes sociales. En 2015, tras los atentados contra Charlie Hebdo, creó el portal Parle-moi d'islam (Háblame del islam), en el que cuelga pequeños vídeos pedagógicos explicando temas como el papel de la mujer en el islam, la relación con otras religiones o con el Estado y poniendo especial énfasis en la prevención de la radicalización.

Sus vídeos suscitan todo tipo de reacciones. Muchas de aliento, pero también otras de odio. Incluso ha recibido amenazas. Kahina no se amilana. «Hay gente que te dice que lo primero que tienes que hacer para hablar de religión es ponerte el velo. No hay que hacerle mucho caso, hay que tener un objetivo y mantener la vista fija en él. Tomo precauciones, pero no tengo miedo porque con miedo no avanzamos».

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