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Felices a la fuerza

Felices a la fuerza

La felicidad celebra este miércoles su día internacional en medio de una avalancha de libros y objetos que nos recuerdan en todo momento nuestra obligación de estar alegres. La tristeza no es una opción. Está mal vista porque «es de fracasados»

JAVIER GUILLENEA

Miércoles, 20 de marzo 2019, 08:53

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Ser feliz no parece tan difícil. Quizá fue complicado en otros tiempos, cuando se trabajaba de sol a sol y no existía Ryanair para ir de vacaciones, pero ahora no; ahora el mundo entero se ha conjurado para ofrecernos a manos llenas dosis masivas de felicidad. Ni siquiera hace falta moverse, solo hay que abrir los brazos para recibir tanta y tanta energía positiva como nos rodea. Basta con desearlo, es superguay. Por si fuera poco, este miércoles se celebra el Día Internacional de la Felicidad: puede que sea el momento apropiado para lograrlo. Como dice Paulo Coelho, «cuando realmente quieres una cosa, todo el universo conspira para ayudarte a conseguirla».

Por haber, hay felicidad hasta en el desayuno, en esas tazas donde ponen lemas como 'Hoy voy a conseguir todo lo que me proponga' o 'Hay un millón de razones para ser feliz. ¡Sonríe!'. Y si uno quiere esforzarse más, solo tiene que entrar en una librería y sumergirse en la sección de libros de autoayuda para encontrar en sus páginas miles y miles de sentencias motivadoras del tipo 'La vida te ha regalado un nuevo día para que lo llenes de momentos felices', 'Hace mucho decidí que era mejor ser feliz que no serlo' o 'Si te pasas la vida entera esperando la tormenta, nunca disfrutarás de la luz del Sol'.

¡Un momento! Rebobinemos y regresemos a los mensajes de las tazas, porque puede que no sea tan sencillo. ¿Y si hoy no consigo todo lo que me proponga? ¿Y si hoy no tengo un millón de razones para ser feliz porque es lunes y acabo de pisar un charco? ¿Qué pasa entonces?¿También tengo que sonreír? Por suerte, aquí asoma de nuevo el proverbial Coelho para ayudarnos a no caer en el desaliento. Como él nos recuerda, «la vida siempre espera las situaciones críticas para mostrar su lado brillante».

Marino Pérez Ávarez Catedrático de Psicología «La felicidad se ha convertido en una obligación»

José Carlos Ruiz Sánchez Ensayista y filósofo «La autoayuda revela la cobardía del ser humano para analizarse»

Frases como esa, que sirven para todo un poco, las hay por doquier gracias a un nuevo modelo de negocio que gana espacio a velocidades supersónicas. Es el mercado de la felicidad, cuya luz más visible, el faro que todo lo guía, son los libros de autoayuda, un fenómeno editorial que mueve miles de millones de euros al año en todo el mundo. Sus páginas son la vanguardia de un lucrativo sector del que también forman parte, además de tazas, cursillos, 'coaches', conferenciantes, internet, empresas, gurús, psicólogos, técnicas milenarias y un creciente ejército de clientes empeñados en alcanzar el estadio superior de la existencia.

La felicidad vende mucho, sobre todo en tiempos como los actuales, donde la tristeza no solo está mal vista, sino que ha comenzado a estigmatizarse como si fuera una enfermedad contagiosa. No hay más que fijarse en Facebook o Instagram, repletos de imágenes de amigos con rostros exultantes de alegría y satisfacción, como si la pena hubiera dejado de existir, como si el bien hubiera triunfado al fin sobre el mal. Es un mundo en el que todo es positivo y nada negativo, un mundo de Yupi que puede llegar a ser peligroso.

La tiranía

Psicólogos y filósofos han comenzado a advertir sobre lo que califican de «tiranía de la felicidad», una especie de dictadura en la que se nos obliga a estar siempre alegres bajo pena de marginación social. «A principios de siglo se produjo el lanzamiento de la psicología positiva, una corriente que hace énfasis sobre todo en las emociones confortables y las comodidades, dejando de lado la tristeza, la ansiedad, los temores o la incertidumbre», explica Marino Pérez Álvarez, catedrático de Psicología de la Universidad de Oviedo. El resultado, añade, es que «se ha creado una atmósfera que acaba por convertir la felicidad en una obligación y la gente prefiere ser feliz a ser normal».

Lo normal, que es la vida misma, contiene no solo momentos felices, sino también frustraciones y pérdidas, pero la filosofía de la autoayuda se centra solo en los buenos ratos y deja de lado los malos, que son poco estéticos. Frases motivacionales como 'La felicidad no es algo hecho. Llega de tus propias acciones', llevan en sí el germen de la impostura al hacer recaer sobre cada uno de nosotros la carga del éxito o el fracaso de nuestras vidas. «Hay una obligación de declararse feliz para que los demás, y uno mismo, piensen que no están ante un fracasado, que si no es feliz es porque no quiere o porque no sabe lo que tiene que hacer», argumenta Pérez Álvarez.

Tanta insistencia en la felicidad no nace de la nada. Según Pérez Álvarez, en sus orígenes se halla el componente ideológico del neoliberalismo, un sistema donde «se ha pasado de la figura del ciudadano a la del consumidor que tiene que estar siempre satisfecho». Vivimos la exaltación del individualismo, una época de mensajes como 'La felicidad y el éxito se basan en pasar tu vida a tu manera. Sé tú mismo. Nadie puede decirte lo que está bien o lo que está mal'.

Pérez Álvarez está convencido de que sentencias como esta «tienen la función de mantener el 'statu quo' de una comunidad perfecta en la que los individuos son capaces de lograr lo que quieren». De esta forma, la sociedad se convierte en un gran mercado de oportunidades y si alguien no las aprovecha es culpa suya, no de los demás. Nos convertimos así en seres solitarios en busca del santo grial de la felicidad.

Otro mensaje de autoayuda: 'La gente positiva cambia el mundo, mientras que la negativa lo mantiene como está'. Para el ensayista y profesor de Filosofía de la Universidad de Córdoba José Carlos Ruiz Sánchez, estas palabras reflejan «un modelo que ha conseguido demonizar a todos los que no se posicionan en torno a la idea de la felicidad desde el pensamiento positivo». A juicio del psicólogo Eparquio Delgado, autor de 'Los libros de autoayuda, ¡vaya timo!', la frase contiene una «carga moral tan brutal que parece salida de la boca de un cura franquista». Es el ejemplo de «un discurso de moralina que nos dice qué es lo correcto o lo incorrecto y con quién nos tenemos que juntar». Y que también nos conduce a cuestionarnos quién decide si una persona es positiva o no y qué hacemos con las negativas, que son las que mantienen el mundo hecho unos zorros. Por eso, ante la duda, nada mejor que otra frase: 'Hace tiempo decidí que era mejor ser feliz que no serlo'.

«Exigencia masiva»

El miedo al estigma hace que «tendamos a asegurar que somos más felices de lo que en realidad somos», apuntala Edgar Cabanas, profesor de Psicología de la Educación en la Universidad Camilo José Cela y coautor, junto a Eva Illouz, de 'Happycracia. Cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas'. «Reconocer que uno no es feliz da vergüenza, es como si no hubiésemos hecho bien las cosas; los infelices se han convertido en una mala compañía», subraya. Eparquio Delgado habla en este sentido de una «exigencia masiva de sentirnos bien todo el tiempo», una tarea imposible porque, en el fondo, «la felicidad es un mito».

«Los libros de autoayuda prometen el paraíso en la Tierra sin necesidad de contar con nadie, te dicen que tú mismo puedes lograrlo», sostiene Delgado. Lo que no saben quienes confían ciegamente en ellos es que es fácil que acaben enredados en la paradoja de que cuanto más buscan menos encuentran, que es lo que alimenta la industria editorial. «El que ha comprado un libro compra el siguiente porque el anterior no le ha vuelto feliz; entra así en un circuito en el que siempre buscas algo más allá porque nunca sabes si eres suficientemente feliz o los de alrededor lo son más que tú», destaca Marino Pérez Álvarez.

«La autoayuda es una manifestación de la cobardía del ser humano para analizarse, es el reconocimiento de su infantilización», critica José Carlos Ruiz Sánchez. Los libros de recetas para estar alegres contienen la enfermedad y también la solución. Unos ofrecen la gloria en unos sencillos pasos y otros, la manera de salir de la depresión por no haberla alcanzado. Lo importante es no parar, porque de eso se trata, de seguir comprando. Ya lo dicen por ahí: 'Lo que está por llegar es mejor que lo que se ha ido. No pierdas la esperanza. Las cosas buenas suelen llegar cuando menos las esperas'.

La lógica sugiere que si esos libros funcionaran no sería necesario publicar millones de ellos, pero el sentido común se debilita ante situaciones que Ruiz Sánchez califica de «drogodependencia emocional, que te hace consumir y consumir». La insaciable obsesión por alcanzar la felicidad convierte a muchas personas en adictas a la autoayuda. «Siempre necesitan algo más, nuevas técnicas de control o de desarrollo mental. Para ellos estar bien nunca es suficiente, porque siempre necesitan estar mejor. Muchos se enganchan», dice Edgar Cabanas.

Cuando Josep Darnés acabó sus estudios de Ingeniería comenzó a tener ataques de ansiedad. Acudió a un psicólogo y también compró algunos libros de autoayuda. «Empiezas de la forma más tonta, encadenas un libro tras otro porque no acabas de estar bien y al final te resulta imposible dejarlo. El enganche era un problema mayor que el sufrimiento que tenía», recuerda.

Dosis semanal

Darnés ha narrado su historia en el libro 'La burbuja terapéutica'. «Iba a talleres los fines de semana y el 'coach' me decía que aquello era mi dosis. Estás bien cuando vas, pero luego te da el bajón y buscas algo más fuerte». Durante quince años, se hizo con todo tipo de publicaciones y probó más de cincuenta tratamientos de autoconocimiento y desarrollo personal. «Cuando estás mal tienes la ceguera del sufrimiento y te agarras a cualquier mierda», reconoce.

Tanta búsqueda le hizo enfermar. «No pude más, me quedé a cero, con fatiga crónica, pero tuve la suerte de encontrar a un terapeuta con sentido común. Cuando me vio, me dijo que lo que tenía era una sobredosis de autoayuda», relata. Aquella crisis le permitió frenar y salirse de un círculo vicioso del que aún no se ha liberado por completo. Darnés confiesa que todavía tiene síndrome de abstinencia y que a veces, cuando ha tenido un día malo, se ha sorprendido a sí mismo buscando en Google algo que nunca encontrará. Como dice otro mensaje, este del propio Darnés, exadicto al crecimiento personal y la autoayuda, 'Buscar la felicidad es un absurdo. Desde que la busco menos soy más feliz'.

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