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Lunes, 3 de diciembre 2018, 18:57
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- Es algo indecible, pero supongo que habrá sido algún momento en que se han unido los cinco sentidos corporales. Puede ser un aroma que te abra la memoria mientras contemplas la luz del atardecer, navegando y sintiendo la brisa al tiempo que escuchas una buena música, acaricias a un ser amado y saboreas un daiquiri.
- El arte es una moda que deciden los cuatro grandes galeristas reunidos en la suite de un hotel. No crean estética, sino artistas. En el Guggenheim los grandes adjetivos son para el edificio. Ante la obra, lo que más escuchas es «qué curioso». Vivimos en un mundo de envases.
- Sí. La esencia de la vida hoy es ser visto y reconocido. Te esculpen las miradas de los demás y te define más el código postal (por dónde vives) que el genético.
- El historiador Ramón de Carande, que con 90 años comía fabada sin freno y caminaba con una gran agilidad. También Pedro Sainz Rodríguez y Dolores Ibarruri.
- Cuando era crítico de arte no iba a lo que no me interesaba, y luego he hecho igual con las entrevistas o los retratos. Aunque luego he encontrado a gente como Rosa Chacel, que respondía a las preguntas con monosílabos.
- No tengo ningún premio oficial pero los cambiaría todos por salud, porque me evitaran un cáncer o el alzhéimer. Y siempre he pensado que no hay que aceptar un premio que te obligue a vestir de negro cuando vas a recibirlo.
- Del Museo del Prado, sin duda. En España es la única institución valorada por todos. Un ministro llama a otro y ni se pone. Al director del Prado, todos le cogen el teléfono.
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