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Mercedes, la primogénita de Joaquín Ruiz Giménez, ministro de Franco y Defensor del Pueblo con Felipe González, en su despacho en Madrid. :: virginia carrasco
«Decir lo de 'soy femenina, no feminista' es una patochada»

«Decir lo de 'soy femenina, no feminista' es una patochada»

Mercedes Ruiz-Giménez, 77 años, activista febril de la Plataforma 8-M, preside Aieti, una de las ONG más veteranas de España, y fue cooperante ligada a la Iglesia: «No veo problema en aunar cristianismo con derecho al aborto»

ISABEL IBÁÑEZ

Miércoles, 27 de marzo 2019, 19:54

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Quién no quisiera llegar a los 77 con la energía de Mercedes, mejor Merche, Ruiz-Giménez Aguilar. Si ahora es así, habría que verla de chavala, cuando en el colegio le llamaban protestante por lo que se quejaba de las cosas con las que no estaba de acuerdo, de las injusticias. Sigue en ello, luchadora feminista incansable con la Plataforma del 8-M y presidiendo una de las ONG más veteranas de España, la Asociación de Investigación y Especialización sobre Temas Latinoamericanos (Aieti), con su verbo certero y osado. Y su buen humor. Fue la primogénita de Joaquín Ruiz-Giménez, aquel ministro de Franco que luego le salió rana al régimen para convertirse más tarde en el primer Defensor del Pueblo, con Felipe González, y también en presidente de Unicef. «Fue un gran hombre, de mirada conciliadora, muy comprometido con el diálogo entre los diferentes sectores de la sociedad, y de él aprendí. Recuerdo su cariño, su respeto y valoración; detrás de mí llegaron tres hermanos varones, pues ahora diríamos que era un hombre feminista, porque ya en aquella época apoyaba el reconocimiento de la mujer, la importancia de los estudios y su liderazgo».

- ¿Y qué diría su padre, ministro de Franco, si levantara la cabeza y se encontrara con el actual panorama político? ¿Con Santiago Abascal, por ejemplo?

- Uyyy, jajaja, ¡a lo mejor se moriría del susto! No, era muy dialogante, le hubiera dicho: 'Abascal, oye...'. Hubiera intentando dialogar con él para abrirle la mente y el corazón a otras realidades, que tuviera sentido común y pensara que su estrategia debería ser la dignidad humana.

«Si mi padre levantara la cabeza y viera a Santiago Abascal se moría otra vez del susto»

«Tras el 15-M, si no hace la revolución el feminismo, no habrá revolución»

- El líder de Vox se ha convertido en la bestia negra del feminismo. Hasta hace dos años, usted fue la presidenta de la Conferación de ONG de Desarrollo y, como tal, tenía que reunirse con los dirigentes políticos para negociar ayudas a la cooperación. ¿Se imagina haciéndolo con él?

- No, me negaría, con Abascal no negociaría, o intentaría decirle que tiene que ir a la escuela del feminismo y pasar un examen antes. Es que no quiero ni nombrarlo. De todos modos, a mí me tocó Rajoy, una etapa de bajón en las ayudas, que tampoco nos recibió nunca, ni su ministro de Economía. Sí estuvimos con el de Asuntos Exteriores, pero poco caso nos hicieron, sobre todo porque era una cooperación focalizada en criterios económicos y poco en derechos humanos. Nos querían confinar y limitar a una obra asistencial, humanitaria, caritativa, que no tuviéramos incidencia política... Mi padre decía: «Hija mía, no podemos seguir dando aspirinas a enfermos de cáncer», y eso es esto; no entiendo la cooperación que no esté basada en la igualdad y en transversalizar todas las políticas con los derechos humanos.

Marcar el paso

-Lleva mucho tiempo en la lucha feminista. ¿Cómo ha visto el empuje experimentado en los dos últimos años?

- Es un hecho innegable que las nuevas generaciones han tomado las riendas de forma impresionante. Son las chicas jóvenes las que se están movilizando, siempre en apoyo con las más veteranas, y nos dan la esperanza de que somos imparables, invencibles.

- Pero aún hay algunas que dicen eso de 'yo no soy feminista, soy femenina'.

- Jajaja... Aprendí de mi padre a entender y comprender la diversidad y que cada uno es libre de situarse y decir lo que piensa, pero me parece una patochada en estos momentos decir que eres femenina y no feminista. Es un proceso educativo que nos ha fallado mucho en España; la formación para saber lo que es el feminismo, que no es lo contrario del machismo.

- Pero hay muchos hombres que sí lo entienden...

- Poco a poco todos irán viendo que el feminismo es imparable, que la revolución está en marcha. Yo creo que el clamor feminista es un clamor popular y que son más las personas que nos entienden y apoyan que los otros. Primero fue el 15-M, pero, en estos últimos años, si no hace la revolución el feminismo, no habrá revolución. Los cambios han de venir por ahí, con la fuerza de la unión contra el poder establecido y, especialmente, contra los fundamentalismos de todo signo.

- El auge de partidos más extremistas parece haber ido en paralelo al del movimiento feminista en España. ¿Se ha producido como reacción?

- Claro, porque tienen miedo, han visto que las mujeres no lo tenemos. Nos preocupa la situación, pero hemos marcado pasos, hemos hecho conquistas y nos mantendremos. Si ves el manifiesto feminista del 8-M encontrarás los motivos que tenemos para ir a votar. Necesitamos ser dueñas de nuestros cuerpos, deseos y decisiones, precisamos una educación afectivo sexual libre de estereotipos sexistas, que el aborto esté fuera del Código Penal, luchar contra el racismo y la xenofobia. En el seminario celebrado esta semana en Aieti con defensoras de los Derechos Humanos, participó una histórica, la guatemalteca Lolita Chávez, que me decía que se tuvo que ir de España por el racismo que había sentido sobre ella. De verdad te digo que me hubiera echado a llorar. Hay muchas sensibilidades dentro del feminismo, pero existe una huella común contra el orden patriarcal, racista, colonizador capitalista y depredador con el medio ambiente. Vamos a resistir y seguir avanzando.

Cuando Merche Ruiz-Giménez se refiere a su época en Perú, se le ilumina el habla. Allí, en Piura, al norte del país, creó por encargo de los jesuitas una radio local, Cutivalú, que aún permanece en las ondas: «Estuve como personal local, no como cooperante, sino contratada por 400 dólares al mes, y con eso vivía. Me fui en 1984 y estuve diez años. Aquella radio popular educativa fue fundamental para ayudar a los campesinos y campesinas a conocer sus derechos».

Tierra de desigualdades

- Defensores de los Derechos Humanos están siendo aniquilados en muchos países. ¿Pasó usted miedo?

- Por un lado, teníamos el terrorismo de Sendero Luminoso. Y, por otro, la vigilancia por parte de los militares, así que debíamos tener prevención por ambas partes. Aunque no tuve problemas especiales, sí teníamos cuidado con lo que transmitíamos, porque la defensa de los derechos campesinos iba en contra de los intereses económicos del algodón y el petróleo en la zona. Imagina qué desigualdades, que yo en casa no tenía electricidad, trabajaba con baterías de camión, ni agua corriente había. Los campesinos, cuando se reunían e iban los militares a detenerles, contestaban: 'pues esto nos lo dice la radio Cutivalú'. Hasta tal punto logramos influencia que gente del Ministerio de Agricultura se acercó a la emisora para decirnos que había que ponerse de acuerdo, y hubo un proceso interesante de reconocimiento de derechos. Para mí fueron años súper interesantes, aprendí muchísimo de la movilización y de la fuerza que se logra cuando se empoderan los ciudadanos y ciudadanas.

- Antes de viajar a Perú pasó siete años en Kinsasa, hoy República Democrática del Congo, durante la dictadura de Mobutu. ¿Fueron allí las cosas más complicadas?

- Algo más, porque era mujer y extranjera, con lo que había que tener cuidado y tacto. Cada día nos reuníamos en una casa diferente. Pero estoy vivita y coleando, así que tampoco me pasó nada del otro mundo. Fui allí por medio de la Iglesia católica a organizar comités, grupos por los derechos de la población, a formar líderes y lideresas que pudieran hacer frente a la dictadura. Había que organizarles...

- He leído que fue como misionera teresiana. ¿Es monja?

- Soy de la Institución Teresiana, pero no monja, porque somos seglares.

- ¿Cómo hace para aunar una reivindicación feminista como el derecho al aborto con su mentalidad cristiana?

- Para mí no es problema. La libertad de las mujeres para decidir sobre la concepción y su propio cuerpo es un derecho; respeto a aquellos que creen que hay que mantener el derecho a la vida, pero es una reivindicación que yo apoyo, que tiene que haber libertad para un aborto con garantías dentro de la Seguridad Social.

- ¿Y qué dice de la situación actual de la Iglesia? Con continuas denuncias de pederastia y las propias monjas hablando de los abusos de que son objeto...

- Me parece una realidad muy triste. No me extraña, porque los obispos y sacerdotes son humanos y pueden caer como cae cualquiera en el pecado, pero atacar la dignidad de las personas hace mucho daño a la Iglesia y a los cristianos de base. Los que nos movemos en otros contextos que no son el de la Iglesia jerárquica no podemos estar más que en desacuerdo con eso. Me gustaría que nuestra Iglesia reconociera la igualdad entre hombres y mujeres, pero queda mucho, tiene que cambiar radicalmente. Ojalá el Papa Francisco, que ha abierto caminos nuevos, convoque un concilio para impulsar la revolución que tanta falta hace.

- Fue usted la mayor de once hermanos. ¿Tiene hijos? Ojo, que también se lo preguntaría si fuera usted hombre.

- No, jajaja, y soy soltera.

- No, jajaja, y soy soltera.

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