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Sábado, 19 de mayo 2018, 11:44
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A Oihane Eguren, vitoriana de 1987, arquitecta desde hace seis años, ya no le afecta en la misma medida el vértigo ante el futuro que siente César López. Ella ya pasó por eso. Y lo superó. Ha trabajado casi ininterrumpidamente desde que acabó la carrera -«he tenido suerte y he sido cabezona»- y lo hace ahora en doble vertiente: realiza diseños como autónoma en su estudio y da clases a alumnos de Secundaria en un instituto. Para esto tuvo que aprobar, además, un máster de capacitación. «Ahora veo las cosas más en mis manos». Tanto, que lleva unos años emancipada, compartiendo vida con su pareja.
Puede convenirse que Oihane comienza a disfrutar de una situación aceptable. El trabajo y la constancia son básicos para recoger frutos con el paso de los años. Y, en su caso, el pluriempleo. Pero la realidad está ahí. «Nos decían que seríamos la primera generación que vamos a vivir peor que nuestros padres. Y está siendo así. La crisis económica nos ha marcado en exceso. Tenemos estudios, másters... pero las oportunidades laborales son limitadas y las que te ofrecen, además, son económicamente irrisorias». Y esto genera «una sensación de desengaño, de frustración», dice Oihane. «Empiezas la carrera con mucha ilusión y luego ves que en el trabajo se te exige una dedicación que no se corresponde con el salario que recibes. Afecta a tus planes de futuro, los retrasa. A veces te planteas si ha merecido la pena el esfuerzo. Tengo compañeras de trabajo que se han presentado a oposiciones para una plaza de celador».
La joven alavesa comparte la «desconfianza en los políticos» que caracteriza a su generación, pero reniega de los peores calificativos que se le aplican. De ella no puede decirse que sea insolidaria. Colabora económicamente cada mes con la ONG 'Save the Children', el pasado verano realizó unos campos de trabajo en Senegal y, desde hace dos años, da clases de forma gratuita en Cáritas a chicos y chicas de Primaria.
Oihane saca tiempo para eso, para jugar a baloncesto, ir al cine y al teatro y hacer vida social. Tiene cuentas en las redes sociales, pero no está enganchada. Al contrario, no le hacen especial gracia. «Está claro que tenemos menos inquietudes culturales que generaciones anteriores. Con las redes sociales todo se hace más superficial, se pierde el interés por descubrir y aprender». Menos entusiasmo le producen aún los nuevos 'oficios' en boga. Piensa, de hecho, que 'youtubers' e 'influencers' son en buena medida responsables de transmitir «esa imagen algo frívola de nuestra generación». «No me siento nada identificada con ellos. Cuando se dedican a contar sus viajes, cosas privadas... me da vergüenza ajena. Pero ahora muchos chavales quieren ser 'youtubers' en vez de futbolistas».
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