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Toros de lidia descansan entre el brezo en la finca de 'Las Tiesas de Santa María'. EFE
Más cornadas da la pandemia

Más cornadas da la pandemia

Espectáculo inédito 7.000 toros salvarán la vida esta temporada por la suspensión en cascada de corridas y otros festejos populares. Los criadores calculan que las pérdidas rondarán los 100 millones

Sergio García

Domingo, 2 de agosto 2020, 13:00

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Es a Manuel García Cuesta, 'El Espartero', al que se atribuye la frase que ha servido de luminaria a generaciones enteras de toreros. «Más cornadas da el hambre», decía, y eso viniendo de alguien que sufrió quince cogidas el año de su debut no es ninguna tontería. Bien, la pandemia parece dispuesta a causar más estragos todavía y sus efectos transcienden los cosos taurinos. Llegan hasta las dehesas que salpican toda la Península, más de medio millón de hectáreas dedicadas a pastos donde se cría el toro de lidia, dueño y señor de espacios cuajados de encinas y alcornoques, de jara y romero. Estos días más abundantes de lo que lo han sido nunca.

Lo sabe muy bien Antonio Bañuelos, de la Unión de Criadores de Toro de Lidia (UCTL), elegido presidente hace mes y medio y a quien ha tocado debutar con rejones. La Covid-19, sostiene, ha significado un duro golpe para un sector del que dependen 200.000 personas, entre empleos directos e indirectos. «La pandemia nos ha dado de lleno y lo ha hecho desde el inicio mismo de la temporada. Eso significan 7.000 animales que iban a morir en las plazas, entre corridas y festejos populares, y que ahora están en las fincas con el consiguiente gasto de alimentación, mantenimiento, veterinarios, salarios de nuestros trabajadores... Esto no es como vender coches, que si no puedes darles salida este mes ya lo harás el que viene. Hablamos de un producto perecedero, de animales que no se pueden lidiar después de cumplir los 6 años y de los que ahora hay un stock elevadísimo».

Con las fiestas patronales suspendidas prácticamente en toda España y los constantes rebrotes, el coste es enorme y la preocupación, máxima. Un clima complicado para generar la confianza necesaria para el desarrollo de la actividad. Citas como las celebradas en Olivenza o Ávila constituyen la excepción, «cuando deberíamos estar embarcando cientos de toros y novillos a diario».

Camada doble para 2021

A María José Sánchez Majeroni, alma de la vacada salmantina de Castillejo de Huebra, cien por cien Murube, el virus le ha hecho una 'avería' importante. «Teníamos toda la camada colocada. 75 toros y cuatro novilladas con utreros (3 años), en total un centenar de animales. La única opción es mandarlos al matadero o esperar a 2021, lo que significa muchas bajas y contar con que la camada del año que viene será doble, con el consiguiente desplome de precios». Tantas esperanzas depositadas en una cabaña que ahora verá pasar la temporada sin pena ni gloria. Ahí esta 'Paisano' para recordárselo. 530 kilos de toro negro, acucharado, muy serio y bajito. «De padres contrastados», puntualiza, orgullo que iba a ser de los festejos de Guadalajara. En fin.

Antes de la Feria de Abril, fuentes de la UCTL calculaban que un año sin toros supondría pérdidas por valor de 77 millones de euros. Ahora, en agosto, la previsión es incluso peor, «de cien millones si esto no cambia». Bañuelos no ignora que «la crisis afecta a todos, no sólo al millar de ganaderías de lidia que hay repartidas por España» y entiende que, «como sucede con toda actividad cultural y económica, debemos adaptarnos para convivir con el virus garantizando la seguridad sanitaria».

Pero no elude la crítica. Su opinión, que comparten todos, es que la Administración no ha estado a la altura de las circunstancias. «La ópera, el cine, el ballet... todos tienen derecho a sus subvenciones. Nosotros ingresamos 140 millones de euros sólo de IVA y no contamos para nadie», reivindica Bañuelos. Ahí va otro dato. Un festejo en una plaza de primera aporta hasta 7.000 euros a las arcas del Estado sólo en concepto de seguridad social.

«Eso por no hablar del impacto que la ganadería de bravo tiene en la fijación del tejido rural y en el ecosistema de la llamada España vacía, y el daño irreparable a la marca 'España'», desliza Sánchez Majeroni, para quien las perspectivas sólo pueden ser malas, «más aún con el clima político actual, refractario a que se den corridas». La ganadera recuerda que las dehesas donde se cría el toro bravo están a menudo catalogadas por la UE como espacios de alto valor natural y reservorios de biodiversidad a cuya conservación contribuyen los ganaderos. «Si nuestras explotaciones no son rentables, estos espacios no podrán mantenerse y nos veremos obligados a abandonar nuestros campos, con la pérdida irreparable para el entorno».

Guardando las distancias en la plaza de toros de Ávila.
Guardando las distancias en la plaza de toros de Ávila. EFE

Los alcaldes tienen transferida la facultad de organizar festejos -desde corridas a sokamuturras o bous al carrer-, pero los rebrotes del virus aconsejan cautela. Más aún cuando la normativa varía según la comunidad autónoma. Mientras en unas hablan de aforos del 75%, en otras exigen una distancia de seguridad de 1,5 metros, lo que en la práctica supone garantizar 9 metros cuadrados para cada aficionado. Si trasladamos este escenario a Las Ventas, con capacidad para 24.000 espectadores, significa que no pueden asistir más de 1.900, lo que hace «imposible programar con garantías una corrida dados los elevados costes de producción».

Así lo asegura el presidente del coso madrileño, Rafael García Garrido, a quien la pandemia ha arruinado la temporada y al que no le queda más remedio que pensar ya en la siguiente. «Se habla de mascarillas, de distancias, de aforos... y todo eso está muy bien, porque lo primero es la salud. Pero, ¿cómo organizas un festejo en edificios por lo general antiguos si hay que evitar aglomeraciones a las entradas y salidas, los accesos son los que son y a menudo no hay asientos individuales? ¿Se imagina un espectáculo de dos horas y media, a pleno sol y con la mascarilla puesta, sin beber agua?».

Abandonados a su suerte

Diego Urdiales, matador, sufre las consecuencias desde una perspectiva diferente. Ha pasado de torear 22 festejos en 2019 -la temporada más extensa de su vida- a no pisar el ruedo ni una sola vez, desde que en marzo se suspendiera la cita prevista en Arnedo, su pueblo. «Si yo estoy nervioso, imagínese mi cuadrilla. Ocho personas entre banderilleros, picadores, mozo de espadas y ayuda. Todos con familia y en una situación dramática, no digamos ya desde que el Gobierno ha decidido no otorgar las ayudas que les corresponden por su condición de artistas de espectáculos públicos».

Urdiales se refiere al decreto que adscribe desde 1985 a toreros y subalternos al régimen de Bellas Artes y que, según Cultura, les da derecho a una ayuda mensual de 780 euros. Pero la sufrida infantería de los ruedos ha quedado fuera de este régimen de ayudas. «Todavía nadie nos ha dicho por qué, cuando somos gente que cotiza cada vez que percibe ingresos, lo que no ocurre desde octubre pasado», clama David Prados, presidente de la Unión Nacional de Picadores y Banderilleros. Una circunstancia que ya ha desatado tensiones, como ocurrió hace una semana con el escrache en Toledo contra la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, a quien acusan de «apuntillar al mundo del toro y asfixiar a sus trabajadores».

Las escasas novilladas y becerradas que acogen comunidades como Castilla-La Mancha o Andalucía permiten dar salida a cabezas de ganado de la temporada que viene, de manera que no se acumulen con los cinqueños que van a quedar de esta. «Serán muy pocos los que se maten, apenas unos 700 y eso con suerte». Si no hubiera habido rebrotes, ahora mismo se estaría lidiando en muchas plazas de España, pero los alcaldes no quieren arriesgarse ante la posibilidad de que se produzca un foco vírico una semana después de haber autorizado una corrida, a menudo acompañada de romerías, orquestas, desfiles....

El actual panorama está disparando el sacrificio de animales a precios muy por debajo de su coste de producción, que oscila entre los 4.000 y 5.000 euros en función de la explotación donde se críe, advierte Bañuelos. «El precio de la carne en matadero no supera los 500 euros, mientras que en una plaza de primera te pueden dar 10.000 por un toro. Las cifras hablan por sí mismas». El panorama es catastrófico. «Yo ya había recomendado a las ganaderías suprimir un 35% de la población de vacas para equilibrar la oferta y la demanda y estar acorde al número de festejos». El Covid no ha hecho sino agravar esta situación. La Feria de Otoño de Madrid se suspende, también la de San Miguel en Sevilla está en el aire... Cuando las capitales dan un paso atrás, los pueblos van detrás». Una estocada mortal de necesidad.

EFE

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