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Fotografía de un soldado de la infantería francesa recibida en la oficina. Patrimonio Nacional
Una batalla humanitaria

Una batalla humanitaria

Durante la I Guerra Mundial, Alfonso XIII ayudó a localizar a diez mil prisioneros de ambos bandos en una iniciativa diplomática única. El rey sonó para el Nobel de la Paz

Álvaro Soto

Madrid

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Miércoles, 7 de noviembre 2018, 13:41

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Desde 1915 hasta 1921, España fue protagonista de una de las campañas humanitarias más importantes, y a la vez más desconocidas, de la historia. Aprovechando la neutralidad del país en la Primera Guerra Mundial, el rey Alfonso XIII se erigió en un mediador que consiguió devolver a sus hogares a cientos de soldados que habían caído heridos o prisioneros en el bando enemigo. La Oficina de la Guerra Europea, que así se llamó la entidad que centralizó las peticiones de ayuda, fue un sistema moderno y eficiente al que miles de familias de toda Europa apelaron para encontrar a sus seres queridos. Una exposición en el Palacio Real de Madrid, inaugurada este martes por Felipe VI, recuerda este hito de la diplomacia española.

Con lazos familiares en los dos bandos, hijo de la alemana María Cristina de Habsburgo y marido de la británica Victoria Eugenia de Battenberg, Alfonso XIII sintió la Primera Guerra Mundial con un dolor intenso, como un conflicto familiar. España decidió no intervenir en la contienda, pero el rey pensó que, aun así, el país debía jugar un papel relevante. Y en junio de 1915, el periódico local francés 'La Petite Gironda' publicó la noticia de un soldado francés que fue localizado en Alemania gracias a las gestiones de Alfonso XIII.

Ambulancia donada por Alfonso XIII; en la imagen, el rey al volante
Ambulancia donada por Alfonso XIII; en la imagen, el rey al volante

La información corrió como la pólvora que explotaba en los campos de batalla de Europa y el Palacio Real comenzó a recibir decenas de cartas desde todos los rincones y en idiomas de todo el mundo: inglés, francés y alemán, pero también húngaro, albanés, serbio e incluso japonés, porque soldados de esta nacionalidad, australianos y neozelandeses se dejaron la vida en el Viejo Continente. La de la pequeña Sylviane Sartor, de ocho años, con sus renglones torcidos y su prosa infantil, tocó el corazón del rey: «Majestad, mamá llora a todas horas desde que tiene a su hermano prisionero (…) Si quisierais enviarle a Suiza, pues hace dos años que está prisionero y mamá va a enfermar. Majestad, os lo agradezco por adelantado. Vuestra servidora Sylviane». Alfonso XIII respondió el mismo día («Querida señorita: Yo procuraré lo mejor que sepa hacer para que su mamá no llore») y puso en marcha la maquinaria diplomática: el capturado se llamaba Achille Delmonte y estaba prisionero en Hamelín, cerca de Hannover (Alemania). El rey envió un telegrama al embajador español en Berlín, que movió sus hilos en la ciudad para conseguir que el prisionero fuera trasladado a Suiza.

El último recurso

Historias como la de Sylviane impulsaron la Oficina de la Guerra Europea, que se situó en la cuarta planta del Palacio Real y cuyo responsable fue Emilio María de Torres, secretario particular del rey. Al principio, la plantilla estaba compuesta por seis personas, pero poco a poco se fue ampliando hasta llegar a 48, y por primera vez hubo mujeres trabajando en palacio en empleos que no fueran de servicio.

La oficina tramitó 200.000 expedientes, cada uno de ellos era un drama humano, y aproximadamente 10.000 se resolvieron. La cifra parece pequeña, pero en realidad es muy elevada, explica el director del Archivo General de Palacio, Juan José Alonso: «La oficina era el último recurso. Se trataba de casos muy difíciles y se consiguieron muy buenos resultados».

Expediente de un marinero inglés desaparecido el 2 de agosto de 1918.
Expediente de un marinero inglés desaparecido el 2 de agosto de 1918.

Quienes han leído las cartas para preparar la exposición confiesan que, en ocasiones, no han podido evitar las lágrimas: madres preguntando por sus hijos, esposas buscando desesperadamente a sus maridos. «Acabo de ser madre y la niña quizá nunca conozca a su padre», reza una de ellas. Personalidades como Ramón y Cajal, Miguel de Unamuno, los franceses Roland Garros, Charles de Gaulle y Maurice Chevalier, el escritor británico Rudyard Kipling o el músico italiano Giacomo Puccini se encomendaron al Palacio Real para encontrar a amigos, colaboradores y familiares perdidos durante la guerra. La oficina, con ayuda de diplomáticos tan comprometidos como el marqués de Villalobar, embajador de España en Bruselas, realizó repatriaciones, conmutó hasta 70 penas de muerte, visitó los campos de prisioneros para comprobar sus condiciones, facilitó el envío de dinero entre las líneas enemigas... Tan apreciada fue su labor que se rumoreó incluso que Alfonso XIII podría recibir el Nobel de la Paz, aunque la concesión a la Cruz Roja en 1917 cerró las puertas del premio. Eso sí, impulsados por el Ayuntamiento vizcaíno de Lemona, la mayoría de los municipios españoles se unió para homenajear al rey por sus actos humanitarios.

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