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Arañas en la red

Arañas en la red

Robert Habeck, la joven promesa verde alemana, es el último político que cierra sus cuentas, asqueado por el veneno que destila internet. «Los que se van, tarde o temprano terminan volviendo», aseguran los expertos

IRMA CUESTA

Martes, 15 de enero 2019, 08:20

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Robert Habeck, la rutilante estrella de la política alemana, asegura que se dio cuenta de que las cosas no marchaban bien cuando se sorprendió a sí mismo hiperventilando mientras comprobaba qué opinaban de él en las redes sociales después de haber participado en un debate de televisión. Fue entonces cuando comprendió que estaba inmerso en una complicada relación de dependencia, atrapado en una tela de araña que le llevaba a actuar irreflexiva y atropelladamente, provocándole más de un disgusto. Tantos, confiesa el joven líder de los Verdes, el hombre que hoy representa en Alemania el paradigma de la modernidad, como para tomar una decisión tan valiente como temeraria: darse de baja en las redes sociales, alejándose de una herramienta utilizada actualmente por 3.196 millones de personas en todo el mundo.

Habeck, un guapo novelista reconvertido en político, decidió 'desconectarse' la semana pasada después de desatar una guerra en Twitter con un vídeo en el que aseguraba que, tras las elecciones celebradas recientemente en Turingia, el Estado federado en el que cogobierna su partido, aquello volvería a ser un lugar «libre, abierto, liberal, democrático y ecológico». Sus palabras tardaron segundos en incendiar la red y Twitter en servir de altavoz a quienes, como el diputado socialdemócrata Carsten Schneider, se preguntan en qué tipo de prisión ha vivido hasta ahora su contrincante.

El propio Habeck ha explicado en su blog, en un 'post' titulado 'Adiós, Twitter y Facebook', las razones que le han llevado a tomar tan complicada decisión en un momento en el que la política no se entiende sin los líderes lanzando mensajes de forma incansable en píldoras de 140 caracteres. El político alemán asegura que el ciberataque masivo perpetrado hace sólo unos días por un chaval de 20 años contra un buen número de colegas en su país ha sido la gota que ha colmado el vaso.

Juan F. Delgado Psicólogo «Es casi imposible entender hoy la política sin esta herramienta»

Manuel Moreno Analista «Hay que conocer las reglas del juego y lo que tenemos entre manos»

Casado con la escritora Andrea Paluch y padre de cuatro hijos, Habeck, que con su decisión ha reabierto un profundo debate sobre la 'cara B' de las nuevas herramientas digitales, cree también que la red que dirige Jack Dorsey es mucho más agresiva que cualquier otra. «No hay ningún otro medio con tanto odio y malevolencia, y he descubierto que no soy inmune a esa tendencia. Twitter me hace más agresivo, más estridente, polémico y afilado. Y todo a una velocidad que dificulta que haya un espacio para la reflexión», confiesa. Él asegura que aspira justo a lo contrario, «a comprender al que tienes delante y a tomar en serio sus preocupaciones, en lugar de actuar de manera arrogante y pretender que lo sabes todo».

Aunque es el último, y su decisión ha llegado acompañada de serias y convincentes reflexiones, Habeck es sólo uno más de los muchos que, en un momento dado, deciden alejarse del poderoso mundo de las redes. Dado el paso, las apuestas ahora se centran en cuánto tiempo tardará en reconsiderarla. Porque, según los expertos, hoy en día es casi imposible imaginar el ruedo político sin una herramienta como esa a mano.

En opinión del psicólogo granadino Juan Francisco Delgado, lo va a tener complicado. «Es muy difícil, imposible desde mi punto de vista, entender hoy en día una carrera política sin vinculación a las redes sociales. Estamos hablando de un instrumento de comunicación poderosísimo al que cualquier personaje público difícilmente puede permanecer ajeno», afirma Delgado, vicepresidente de la Fundación Europea para la Innovación, apuntando que el político alemán no es el primero ni será el último en marcharse... para regresar poco después. «Muchos recordarán en España a Jordi Sevilla anunciando que dejaba Twitter, a la exvicesecretaria general del PSOE Elena Valenciano, a Andrea Levy o a la exministra de Empleo Fátima Báñez, diciendo que se marchaban para no volver. Todos ellos, igual que hicieron antes una interminable lista de personajes famosos del mundo del cine y la música, terminaron cambiando de idea».

Su opinión como analista, frente a quienes dicen haber descubierto que, en ocasiones, una especie de Satán se esconde tras esa tela de araña, es que hay que entender las redes sociales como una muestra, un fiel reflejo de lo que siempre ha sido la relación entre seres humanos. «Ocurre lo mismo que sucede fuera, en donde también hay ira, enfados, se es cruel y se insulta. Lo que ocurre es que en las redes todo se extiende de manera vertiginosa. Un estudio realizado por el MIT apunta que su efecto expansivo se multiplica por seis cuando lo que se trae entre manos son informaciones críticas o hirientes». La tibieza no se retuitea.

La hemeroteca 2.0

A estas alturas ya nadie discute que un mensaje de 140 caracteres es perfectamente capaz de abrir un telediario. Ni eso, ni que los políticos -o firmes candidatos a serlo- tienen que andar muy listos para no meter la pata, especialmente en Twitter, que se ha confirmado como el principal foro de debate.

Quizá por eso, y porque, como apunta el líder de los Verdes alemanes, el vertiginoso ritmo impuesto por la red del pajarito invita a pocas reflexiones, el éter está sembrado de mensajes borrados. Reflexiones fruto de la ira, o la prisa, que después de haber sido enviadas tratamos de eliminar porque solo podrían traernos problemas. Lo malo, para todos aquellos que quieren borrar su rastro, es que ya existen plataformas como Politwoops, una web que permite saber cuáles son los tweets que han publicado, y luego borrado, los políticos de 54 países. En Politwoops uno puede enterarse además de si han sido retweets o mensajes propios, desde qué dispositivo se han enviado (ordenador, iPhone, Android), cuándo exactamente se han publicado y cuánto tiempo han estado 'colgados' antes de que su autor cambiara de idea.

La web, que nació de la mano de la ONG holandesa Open State Foundation, facilita también estadísticas a tiempo real relacionadas con políticos y candidatos. Gracias a ella sabemos que los hombres son mucho más proclives que las mujeres a 'desahacerse' de sus tweets; o que en España, en donde el miércoles es el día en el que más borrados se realizan, el senador del PP por Málaga Joaquín Ramírez, y el diputado autonómico y senador de Podemos Ramón Espinar, encabezan la lista de los que más a menudo le dan a la tecla de eliminar.

¿Un ejemplo de ese quita y pon de tweets? El pasado miércoles, la tarde en la que PP, Vox y Ciudadanos cerraron un acuerdo que les permitirá formar Gobierno en Andalucía, Juanma Moreno, el líder de los populares, publicó el siguiente mensaje: «Hemos firmado con representantes de Ciudadanos el acuerdo de investidura que posibilita el gobierno del cambio en nuestra Comunidad. Hoy es un día histórico para Andalucía». Dos minutos más tarde, el futuro presidente andaluz lo retiró. ¿Era demasiado pronto?, ¿se habían olvidado de mencionar a la formación de Santi Abascal? Fuera cual fuera la razón, el señor Moreno o su 'community manager', la persona que se encarga de volcar sus pasos en las redes, decidió que su comentario debía desaparecer... aunque volviera a reaparecer horas más tarde.

El momento de reflexionar

Analistas como Manuel Moreno, director de la web especializada 13 Bits, consideran que este es un buen momento para reflexionar sobre cómo estamos usando las redes; sobre esa compleja relación de amor y odio que hoy mantiene atrapada a buena parte de los mortales. «Twitter es diálogo, conversación... pero hay que ser consciente de lo que se tiene entre manos y conocer las reglas del juego, porque es fácil entrar en confrontación. Antes de darle al botón, todos, no solo los famosos, aunque en ellos todo tenga muchísima más repercusión, deberíamos tomarnos un momento para la reflexión. No hacerlo ya le ha costado a más de uno el empleo. Ya empieza a calar la certeza de que lo que decimos, a veces tan alegremente, puede tener consecuencias».

Posiblemente fue eso lo que llevó hace unos meses a los periodistas Andrés Gil y Ana Pardo de Vera, que en ese momento sonaban como candidatos a presidir RTVE, a hacer una limpieza a fondo. Gil borró 14.000 tuits y Pardo de Vera 22.000 de sus larguísimos historiales. Y es que, hoy, pocas cosas pueden pesar tanto como nuestra huella digital. Y si no que se lo pregunten a Màxim Huerta cuando fue nombrado ministro de Cultura, o a Quim Torra cuando fue elegido presidente de la Generalitat de Cataluña. Bucearon en sus muros hasta lograr sacarles los colores. A otros, como al futbolista Sergi Guardiola, directamente se los arrancaron. El Barcelona B, el club en el que militaba, le rescindió el contrato por poner estos tuits en su perfil personal: «Puta Cataluña» y «Hala Madrid». Ya lo dijo Obama: «Si tuvierais fotos de todo lo que hice en el instituto, probablemente no habría sido presidente de Estados Unidos».

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