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Jueves, 7 de noviembre 2019, 16:19
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Raúl Serrano, ahora un adulto casado y con hijos, pasó 14 años, toda su infancia y adolescencia, en centros de acogida de Madrid. Este productor y director sabe perfectamente que «crecer sin cariño es un problema», por lo que ha elaborado un documental, con el título 'Así crecen los enanos', que cuenta desde la voz de los protagonistas cuánta diferencia hay para un niño tutelado -los que los servicios sociales o los jueces retiran a sus padres- entre crecer en una familia de acogida o hacerlo en una institución pública.
Lo va a estrenar el próximo miércoles en el congreso que organizan las familias de la Asociación Nacional de Acogimiento Familiar (Aseaf), que pretende convertirse en un revulsivo para empujar a los poderes públicos y a los ciudadanos españoles a apostar decididamente por esta fórmula como opción preferente para la mayoría de los niños tutelados, «los más olvidados del sistema», según Serrano.
España hace un escaso uso del acogimiento familiar. De los 36.531 niños tutelados que había en 2017 solo el 52%,19.000, se criaban dentro de una familia. El 67% con tíos o abuelos y el 32,9% con familias ajenas y voluntarias. Los 17.527 restantes esperaban en los centros e instituciones a que algún ciudadano diese el paso. Las proporciones entre una fórmula y otra llevaban tiempo estancadas, pero en los dos últimos años incluso ha vuelto a crecer el número de menores ingresados en centros.
Las cifras, que para la presidenta de Aseaf, María Arauz, son «alarmantes», también fueron calificadas como «seriamente preocupantes» por el Comité de Derechos del Niño de la ONU, que le pidió a las administraciones públicas españolas que agilicen el acogimiento familiar y que la fórmula residencial se quede solo como último recurso.
El problema, asegura Arauz, es que para eso suceda hace falta una clara apuesta pública que hoy no existe por aumentar el número de familias que quieren acoger, que ahora es escaso. Esta madre de acogida tiene claro que hay que tomar dos grandes medidas. La primera, potentes campañas informativas y de captación, porque «el problema en España es que las familias no saben que pueden acoger».
Lo segundo es aportar los suficientes medios y recursos públicos para ayudar y apoyar a las familias de acogida, para que puedan visualizar la opción como un proceso atractivo. Están en contra de generalizar la fórmula del cuidado profesional, pero sí consideran indispensable que se cubran las necesidades del niño acogido con una prestación económica adecuada, con el pago de gastos escolares, médicos o de ayuda psicológica, y con la asistencia técnica necesaria y la formación a las familias que acogen.
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