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Mitt Romney, aspirante republicano a la Casa Blanca. / Justin Sullivan (Afp)
La agenda exterior de Romney
ANÁLISIS

La agenda exterior de Romney

Su equipo de política exterior y seguridad nacional es una colección de halcones, varios de ellos neocons que coparon la administración Bush

ENRIQUE VÁZQUEZ

Sábado, 1 de septiembre 2012, 20:29

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Mientras la cumbre de los No Alineados terminaba el viernes en Teherán entre la indiferencia de los medios occidentales y con un comunicado de amplio espectro que pudieran suscribir todos los presentes, el hecho compitió en el ánimo de los especialistas con el discurso de Mitt Romney al aceptar la candidatura presidencial republicana.

Ambos asuntos solo tienen un nexo formal (la evaluación de la situación internacional) y una diferencia central: al candidato Romney ni se le pasó por la cabeza, por ejemplo, opinar en Tampa sobre qué le parece la designación de Venezuela como sede de la próxima conferencia en 2015, y solo tuvo dos menciones nominales que ahorran comentarios sobre lo que le preocupa o necesita decir: Israel y China.

Sobre China había sido muy severo ya como candidato y desde el lejano año pasado, cuando un equipo entonces semiclandestino empezó a diseñar la estrategia para hacerle candidato, impuso un estilo contundente pero todavía referido a la política monetaria china, el manejo artificial del yuan para favorecer sus exportaciones, sin consideraciones geopolíticas.

Las debilidades norteamericanas

En los últimos meses ha subido el tono y prometido explícitamente que con él en la Casa Blanca el siglo XXI no será chino y seguirá siendo norteamericano. Un modo de señalar a Obama como responsable de lo que su equipo llama el declive americano autorizado o tolerado por Obama como parte del proceso de cancelación de las dos guerras que heredó su administración, en Iraq y Afganistán y lo que el entiende por política de apaciguamiento sin olvidar las presuntas debilidades ante Rusia.

A todo esto se refirió con algún detalle el jueves Condoleezza Rice, consejera de seguridad nacional y Secretaria de Estado con George Bush, que coopera mucho con Romney (y cuyo nombre incluso fue mencionado como posible vicepresidenta) aunque, que se sepa, nunca ha figurado en el equipo inicial de política exterior y seguridad nacional del candidato, cuya presentación hace algunos meses dio muchas pistas: es una colección de halcones en diversos grados, varios de ellos directamente sacados de las listas de neocons que coparon la administración Bush y, en concreto, prepararon y llevaron a cabo la guerra de Iraq. Uno de ellos, Dan Senor, a quien los periodistas recordamos de su etapa de portavoz de Paul Bremer en Bagdad, tiene en concreto la misión de agente con Israel -él es un judío muy pro-sionista- y fue el organizador del viaje del candidato a Israel a primeros de agosto.

En una presentación demasiado personal, Senor dijo que "si Israel decide atacar por su cuenta a Irán, Romney respetará esa decisión". La parte más realista y moderada del equipo le obligó a rectificar con un comunicado escrito en el que la cosa se quedaba en que lo mejor será que las presiones y la diplomacia hagan su trabajo y se mantiene la esperanza de que así sea aunque en el análisis final del asunto todas las opciones están abiertas. O sea, más o menos, lo de Obama.

De lo pintado a lo vivo

La mención a Israel en el discurso de aceptación fue una metáfora, según la cual la política de Obama ha puesto al país, a los pies de los caballos (literalmente, "bajo el autobús"), una fórmula retórica que mantiene la sintonía y el tono crítico a Obama, pero a nada compromete. Lo de Senor parece, definitivamente, un exceso de celo, una intervención voluntarista y un poco militante, si vale decirlo así, que será digerida por los pesos pesados que manejarán el dossier iraní si Romney gana la elección.

A día de hoy, las posibilidades de que Israel bombardee Irán por su cuenta son casi cero. Además de un fuerte debate interno, con voces de todos los colores oponiéndose a la guerra (el presidente Simon Peres incluido) a Netanyahu le llegan, según versiones publicadas y no desmentidas, mensajes imposibles de ignorar: uno indica que el primer ministro Netanyahu tuvo hace poco una gran bronca con el embajador norteamericano, Dan Shapiro, otro, que Angela Merkel le ha enviado un mensaje advirtiendo que Alemania no apoyará ni justificará tal ataque y el tercero, que el jefe del Estado Mayor norteamericano, general Dempsey, ha hecho saber a sus colegas israelíes que Washington no desea ser percibido como "cómplice" en el asunto

¿Por qué un gobierno Romney haría algo a lo que se oponen todos los aliados clave de Washington, por no hablar de Rusia y China, y que soldaría de inmediato a la opinión islámica en torno al gobierno iraní? Otra cosa es que, por fin, un presidente americano cumpliera su promesa de cambiar la sede de la embajada (en Tel Aviv, como todas) a Jerusalén como desea Israel, que entiende quedarse con el Este de la ciudad y la tiene, contra la legalidad internacional, como su "capital". Casi todos los presidentes lo han prometido y ninguno lo ha cumplico. Ni siquiera con Romney es seguro de que la mudanza tenga lugar

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