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MIGUEL ÁNGEL MARCOS
ROMANGORDO.
Domingo, 22 de septiembre 2019, 09:56
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Un siglo tardarían en excavarse las dos hectáreas que ocupa el yacimiento arqueológico de Madinat Albalat al actual ritmo de trabajo. El cálculo lo hacía en el propio enclave -ubicado en término municipal de Romangordo, a orillas del río Tajo- la arqueóloga francesa Sophie Gilotte, directora de la undécima campaña de excavaciones, que concluye el día 27 de este mes.
Gilotte lleva un mes trabajando codo con codo con decenas de voluntarios (el número fluctúa entre la veintena y la treintena), estudiantes universitarios de Arqueología y Restauración llegados de diversos puntos de Francia, Túnez y España. Campaña que cada año se repite y que en esta ocasión ha supuesto que el equipo de arqueólogos actúe sobre tres franjas de terreno que suman unos 300 metros cuadrados, abriendo nuevos sondeos, a la vez que han seguido trabajando sobre la zona norte de este antiguo asentamiento, la más cercana al Tajo, donde en su día existieron almacenes de cereales y comida.
Por su parte el equipo de restauradores se ha centrado en consolidar una de las casas descubiertas en la pasada campaña, además de hacer lo propio con una nueva vivienda, para asegurar una manzana de uno de los barrios de esta antigua urbe musulmana, datada en la primera mitad del siglo XII.
Además de Francia y Túnez, los voluntarios proceden de Ávila, Granada, Jaén, Madrid, Pontevedra, Sevilla y Extremadura.
Sin embargo las campañas, a pesar de desarrollarse durante una década de forma consecutiva, se llevan a cabo solo en temporada estival y por espacio de poco más de un mes. Por un lado, explica la propia arqueóloga, por la inexistencia en la zona de la infraestructura necesaria para alojar a un equipo de varias decenas de personas durante varios meses. Por otra el hecho de tratarse de voluntarios, profesores y alumnos que aprovechan el tiempo libre de sus vacaciones de verano para participar en este tipo de proyectos, pero que luego deben volver a sus obligaciones.
No obstante Gilotte, presidenta de la Asociación Madinat Albalat, señala que todo podría cambiar en breve, toda vez que pasará a ser de titularidad pública. «Es cuestión de poco tiempo, los papeles están en la notaría, lo que tarden los trámites. Cuando la propiedad sea pública puede que tengamos acceso a otro tipo de fondos públicos», manifiesta esperanzada.
La arqueóloga atendía a HOY en el transcurso de la jornada de puertas abiertas celebrada recientemente. Allí explicaba que mientras la mayor parte del grupo de arqueólogos trabajaba sobre un sondeo abierto hace dos años frente a la puerta principal de la medina, el equipo de restauradores se ha centrado en la consolidación de vestigios hallados en excavaciones anteriores.
Aquí hacía hincapié en el área de excavaciones por tratarse «de una zona diferente, distinta al resto, pues contiene talleres de artesanía, hornos, producción alimentaria, etcétera, lo que apunta a que podría tratarse de una zona del zoco».
Del trabajo de los restauradores subraya que actuaban en dos viviendas anexas «enormes, con patios de más de 60 metros cuadrados», que comparten muros medianeros pero que son muy diferentes. En el momento del incendio que asoló esta antigua población musulmana, y que permitió que se conservase tal y como la encuentran ahora, una de las casas «estaba peor, casi en ruinas, probablemente habría sido ocupada por varias familias. Sin embargo la otra está muy renovada, bien reformada, con buenos materiales. Esto nos cuenta dos mundos paralelos que vivían en la misma época», explica.
Para dar a conocer el trabajo de los voluntarios, así como para poner en valor el yacimiento, cada año se llevan a cabo diversas acciones de promoción, como el I Campus Albalat, iniciativa del instituto Albalat de Navalmoral de la Mata en el que tomaron parte cerca de medio centenar de estudiantes de Bachillerato, o las jornadas de puertas abiertas que cada año se repiten en la recta final de las excavaciones.
En estas últimas se llevan a cabo visitas guiadas, estructurando los grupos en función de la edad de los visitantes. En esta ocasión fueron cinco guías los que recorrieron el yacimiento «procurando que los grupos no fueran muy numerosos para así poder explicarlo mejor».
Mientras que los más pequeños podían poner en práctica sus habilidades arqueológicas con una falsa cata en la que iban descubriendo monedas de chocolate o restos de cerámica, entre otros elementos, así como participar en juegos medievales, los mayores recorrían el entramado urbano.
En el transcurso del recorrido los guías explicaban el pasado de Madinat Albalat, a la par que otros grupos de voluntarios recreaban en diferentes escenarios -a veces en clave de humor- como vivían los habitantes de esta importante ciudad musulmana. «Es otra forma de explicar y de proyectarse en el tiempo», concluye Gilotte.
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