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Jesús Domínguez, el organizador de la cita, rodeado de los participantes en la mesa redonda. :: karpint
Ferlosio, eterno en la calle Albaicín

Ferlosio, eterno en la calle Albaicín

Coria rindió homenaje al autor de 'El Jarama' con un completo programa al que asistieron destacados intelectuales

Cristina Núñez

Cáceres

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Domingo, 22 de septiembre 2019, 09:33

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El jueves, dentro de los pasillos del hotel Palacio Coria y fuera, en la plaza de la Catedral, en corrillos, todas las conversaciones giraban en torno a Rafael Sánchez Ferlosio. Acababa de terminar una mesa redonda sobre la figura del escritor fallecido el 1 de abril de este año y todos, los intelectuales y los vecinos, rememoraban hechos y anécdotas, desde lo más elevado hasta lo más mundano. Al fin y al cabo, la vida es un poco eso.

Imposible no intentar imaginar cómo se hubiera sentido Rafael Sánchez Ferlosio, el hombre que aborrecía las lisonjas, ante el derroche de atenciones que durante tres días le dedicó Coria (del día 18 al 20). Él, del que se dice que no le gustaban los homenajes, los tuvo todos juntos en un lugar que no le fue de paso, donde tendió lazos fuertes, escribió y vivió, en todas las dimensiones de la palabra. «Hubiera dicho: qué horror, qué vergüenza, pero lo habría agradecido», apuntaba Demetria Chamorro Corbacho, su viuda, que no faltó a la cita. Ella fue la encargada de descorrer la placa de la casa de Albaicín y de recibir el abrazo de muchas vecinas porque fueron sobre todo mujeres las que la envolvieron y se la llevaron en volandas a hacerse fotos imborrables.

Parece inevitable que la ciudad, a través de la Asociación Amigos del Castillo, no quisiera echar el resto para honrar a este vecino, que habitó el Palacio de los Duques de Alba y la casa de la calle Albaicín. El autor de 'El Jarama', de 'Industrias y andanzas de Alfanhui' y de cientos de ensayos agrupados en diferentes volúmenes (además de los muchos aún inéditos) es ya inmortal en un entorno donde el tiempo parece detenido, frente a los muros de filigrana de la catedral y, al fondo, un río Alagón que le inspiró.

Su viuda destacó el afecto del escritor a la ciudad de Coria y el cariño a su casa

Jesús Domínguez, ex director del instituto Alagón y persona muy cercana a Sánchez Ferlosio forjó un programa que supo combinar todas las facetas de un autor y un hombre independiente, con un «tempo» y unos valores muy especiales, alérgico en su escritura y en su vida a lo típico y lo previsible. Un dinamitador del lugar común. Domínguez empezó a cuadrar agendas y logró que algunos de sus amigos, destacados intelectuales recolectados por Ferlosio en distintas etapas vitales, acudieran para glosar su figura.

Los vecinos, los amigos, los alumnos del instituto, que el viernes dramatizaron textos de Alfanhui y que proyectaron un vídeo de sobre la vida de Ferlosio redondearon un homenaje aliñado con una completa exposición de fotos y objetos donde por no faltar, no faltó ni una cena final.

Pero ante todo hubo palabras. «Rafael le tenía mucho afecto a Coria y a esta casa, estaba siempre dispuesto a mantenerla», apuntaba Demetria, nacida en Torrejón el Rubio. «Venía mucho, necesitaba estar solo y se venía un mes, dos meses, era muy amante de Extremadura».

«En las distancias cortas era como en las largas, amable, pero no le gustaba que le acosaran», contaba Pedro Gutiérrez, que conoció a Ferlosio cuando le hizo un arreglo en su casa y que ha logrado recoger entrañables instantáneas del autor en Extremadura, además de un retrato que aparece en varios de sus libros.

Demetria Chamorro Corbacho, vuida de Ferlosio, acudió a los actos.
Demetria Chamorro Corbacho, vuida de Ferlosio, acudió a los actos. Karpint

Y sus amigos, como el escritor Gonzalo Hidalgo, el periodista Alfonso Armada, el filósofo José Luis Pardo, el escritor y profesor Javier Fernández de Castro fueron desgranando en la mesa del jueves un torrente de datos, de encuentros, de cuestiones literarias y personales, de vida compartida.

Tomás Pollán, doctor en filosofía y estrechamente ligado a Ferlosio, de trato prácticamente diario defendió la bonhomía del Premio Cervantes frente a su apariencia algo tosca. «Tú mi guía, mi señor y mi maestro» dijo en memoria de su amigo Rafael mientras miraba profundamente a Demetria.

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