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¿Qué ha pasado este sábado, 6 de diciembre, en Extremadura?
David Palma

El Rey pide una Europa «más unida y fuerte» al entregar el premio Carlos V en Yuste

El problema de la despoblación se cuela en los discursos de Felipe VI y de Fernández Vara, que lo define como «un fenómeno grave»

Jueves, 9 de mayo 2019

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La o tachada de Thorbjøn Jagland es una prueba más de que Yuste es, quizás, el sitio más internacional de Extremadura. Parece sensato que haya sido el premio Carlos V, que concede la Fundación Europea e Iberoamericana de Yuste, el que nos haya obligado a buscar en Google cómo se escribe esa letra que no viene pintada en los teclados que son comunes en este rincón del planeta. Thorbjøn Jagland, el señor elegante, alto y de pelo canoso casi blanco que ayer recibió la escultura que antes recogieron Mijail Gorbachov, Felipe González, Marcelino Oreja, Javier Solana, Helmut Kohl... «Este hombre es el secretario general del Consejo de Europa y ha venido desde Noruega», le decía ayer Felipe VI a los niños que le esperaban a la puerta del monasterio de San Jerónimo. El Rey se lo comentó a los críos un par de veces, y tras la doble mención, el hombre venido del norte dio dos pasos adelante y saludó él también a esos pequeños entusiastas que agitaban banderitas de España y de Europa. «¡A ver! Tened cuidado. No quiero un niño tuerto», les advertía con una sonrisa la profesora al repartirles esas enseñas, minutos antes de que el monarca apareciera por allí para presidir el acto de entrega del XIII premio Carlos V, probablemente el de la ceremonia con más novedades de los últimos años. No es que fuera rompedora -tampoco el formato lo aconseja-, pero sí distinta a las anteriores.

De entrada, por primera vez el galardón no se concedió a una persona. El premio ha sido esta vez para los Itinerarios Culturales del Consejo de Europa, que son 38, cada uno de ellos integrado por varias rutas. El de los cementerios, el de los fenicios, el del legado andalusí, el de los vikingos, el de las abadías cistercienses... Y el de los caminos del emperador Carlos V, el más mencionado en una mañana de discursos centrados en explicar qué es y qué debe ser ese espacio comunitario que entre crisis económicas, nacionalismos, el 'brexit' y escepticismos varios, no vive sus mejores días. «Necesitamos -planteó Felipe VI- una Europa más unida, más fuerte, más determinada y más efectiva en la consecución de las ambiciones y expectativas de sus ciudadanos».

Es decir, casi una nueva Europa. O al menos, planteó el Rey, una que se parezca más a la de los itinerarios que ayer fueron premiados, y que no existirían sin la cooperación entre estados. Porque cada una de ellas discurre por al menos tres países, y entre todas implican a 61 naciones de cuatro continentes. «No es simplemente una red de vías físicas», advirtió Jagland. «Más bien son viajes a través del espacio y el tiempo», añadió el secretario general del Consejo de Europa, organismo que este año ha soplado setenta velas. Lo ha hecho en un momento convulso, tal como admitió el dirigente noruego. «La unidad de Europa está bajo un ataque creciente», dijo justo antes de señalar algunas de las causas. Por ejemplo, «el auge del nacionalismo y el extremismo» o el empeño de «las fuerzas populistas que buscan socavar las instituciones multilaterales», citó el hombre al que Felipe VI entregó luego esa estatua con la bandera azul y las estrellas.

La misma, pero en versión de tela y más grande, fue izada después de que el Rey saludara a los niños del colegio Jeromín, que ayer se quedó vacío. Sus 36 alumnos de entre tres y doce años abandonaron sus clases y se subieron a un autobús que les dejó en el aparcamiento del monasterio. Ese acto, el de subir la enseña comunitaria mástil arriba, fue una de las novedades de este año. Un miembro de la Guardia Real sujetó la bandeja plateada que portaba la bandera, y otro fue tirando de la cuerda hasta hacerla llegar a lo más alto. Un momento ceremonioso que se vivió con fondo musical, a cargo del trío de viento de la Orquesta Joven de Extremadura.

Dos pasos por delante de los músicos se situaron las autoridades. Mejor dicho: algunas de ellas, las primeras en el escalafón protocolario. Porque si algo reúne la entrega del premio Carlos V son eso, autoridades. En la mesa principal, la que presidía el acto, se sentaron Felipe VI, Fernández Vara, Rebeca Grynspan (secretaria general iberoamericana), Carmen Calvo (vicepresidenta del Gobierno) y Ana Pastor (presidenta del Congreso de los Diputados). Y los bancos del templo -pequeño y bonito, frío pero acogedor, y que tiene un retablo estupendo-, acogieron a una veintena de embajadores y representantes diplomáticos. De Portugal, Polonia, Eslovenia, Rumanía, Letonia, República Checa, Reino Unido, Malta, Chipre, Brasil, Chile, Luxemburgo, Hungría, El Salvador, Italia, Bélgica, Países Bajos, República Dominicana, Andorra...

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La anécdota de Ibarra

No faltaron algunos de los premiados en años anteriores. Ni miembros de la Fundación, entre ellos Juan Carlos Rodríguez Ibarra, que ayer dejó claro que a lo largo de su vida ha plantado algún que otro árbol. Finiquitado el acto en sí -que ambientaron el cuarteto de cuerda de la Orquesta Joven de Extremadura y la soprano Carmen Solís-, las autoridades salieron al jardín del recinto, que es una maravilla desde cualquier ángulo desde el que se mire. Allí les esperaba un árbol a medio plantar. A tres pasos de él había un pequeño montículo de arena y una pala nueva -o si no, del todo impoluta- cavada en la arena con mimo. Parecía aquello un bodegón.

Felipe VI echó su palada de arena al árbol. Le siguió Jagland. Y cumplió el trámite también Fernández Vara. Los tres lo hicieron con similar garbo. Pensó Carmen Calvo que el asunto acababa ahí, pero erró. «¡Vaya! Hay paridad en esto», bromeó la vicepresidenta antes de repetir el lance y acariciar a distancia al olivo esparciendo sobre él otro liviano montoncito. Le siguieron Pastor y Grynspan y cerró el turno de paladas institucionales el expresidente Ibarra, que a diferencia de todos los anteriores, cumplió el trámite como si llevara desde chico construyendo adosados. Metió la pala a la altura del suelo en vez de a medio montículo, y antes de levantarla, la empujó diestramente con un pie, como hacen los que saben de qué va esto.

Ese árbol plantado ayer es el olivo de la paz, y junto a él hay una peana con una placa metálica en la que se puede leer un poema de Antonio Gala. «Sencillo e intrincado / con su tesoro a cuestas / el olivar cavila. En él no son precisos / ni rosas ni claveles: solo estar, siglo a siglo / serenamente en pie».

Así, en pie, posaron luego las autoridades para la prensa, antes de dar por terminado un acto en el que también hablaron Inés Rodríguez Aceituno y Paula Chato Hidalgo, alumnas del IES Jaranda, de Jarandilla de La Vera, de 13 y 14 años respectivamente. Y Cecilia Pereira, comisaría del Xacobeo 2021 (el Camino de Santiago fue la primera ruta que el Consejo de Europa declaró Itinerario Cultural, en 1987). En la ceremonia hubo también hueco para un asunto que desde hace años capitaliza parte de las preocupaciones y reivindicaciones de la sociedad extremeña: la despoblación. «Los Itinerarios Culturales del Consejo de Europa son también una oportunidad en ocasiones para poner el foco sobre zonas casi despobladas, convirtiéndose en una apuesta por el desarrollo sostenible y un impulso para el crecimiento económico y turístico», planteó Felipe VI. «El reto demográfico -dijo el presidente extremeño- es hoy un desafío transversal que afecta a toda Europa, siendo los Itinerarios Culturales un instrumento más para enlazar ciudades y pueblos, mundo rural y urbano, y por ende, culturas, modos de vida». «La despoblación de una parte del territorio es un fenómeno grave que precisa grandes consensos para darle una respuesta suficiente, y sobre todo, necesaria», añadió Fernández Vara, que en su discurso mencionó a Machado. También lo hizo el Rey. Los dos, para referirse a su famoso hacer camino al andar.

Se referían en términos poéticos a los Itinerarios Culturales del Consejo de Europa, protagonistas ayer en el monasterio de Yuste, el sitio que Carlos V eligió para retirarse y en el que murió. Recuperada la normalidad, el pulso bajo del día a día, a esas estancias que él ocupó en el siglo XVI regresarán hoy los turistas. Y en esos bancos que ayer ocuparon las autoridades se sentarán pasado mañana los parroquianos de la misa de doce del domingo. La oficiará quizás el hermano -ellos quieren que se les llame así, y no padre- Rafael Zwada, o el hermano Pablo Stepkowski. O algún otro monje paulista, de la orden polaca de San Pablo Primer Eremita. Los del hábito blanco, los únicos invitados que ayer no llevaban corbata.

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