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La cantera está a unos pocos kilómetros del famoso puente romano, junto a la localidad de Alcántara.

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La cantera está a unos pocos kilómetros del famoso puente romano, junto a la localidad de Alcántara. Andy Solé

La 'calita' extremeña de los buitres

TÚ AL PUEBLO, YO A LA PLAYA ·

La cantera usada para construir el embalse de Alcántara es hoy una piscina natural rodeada de rapaces

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Miércoles, 1 de agosto 2018, 08:06

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Donde hace medio siglo había máquinas de picar piedra y currantes sudando la vida, hoy hay sillas de camping, hombres en bañador y mujeres en biquini. Veraneantes sin prisa. Quién le iba a decir a aquellos trabajadores que ese agujero que construyeron a base de percutir la roca es hoy una piscina natural fotogénica y con un toque de exclusividad. Por la historia que tiene detrás y porque permite algo inusual: estar tumbado en la toalla y que te pase un buitre por encima.

Las rapaces sobrevuelan la piscina natural La cantera, en Alcántara, hasta donde se han venido a pasar el día dos matrimonios, uno de Badajoz –a 120 kilómetros por carretera, algo más de una hora y media de viaje– y el otro de Paterna (Valencia). Porque Extremadura es también un destino vacacional. A lo largo de este mes, HOY publicará cada día historias de paisanos y turistas que eligen la región para veranear, y de extremeños que disfrutan estos días en la costa.

Esta mezcla de procedencias se da una tarde cualquiera en Alcántara. Jesús María Núñez e Isabel María Matito, matrimonio pacense, conocieron a los valencianos Francisco Gato y Áurea Tobajas hace cinco años, durante la luna de miel que unos y otros pasaron en la República Dominicana. «Desde entonces, nos vemos casi todos los veranos», explica Áurea, a quien el sitio le ha encantado. «Parece una cala, una calita pequeña como las que hay en otros sitios», compara. Ayuda a esa imagen la pared de roca que cierra la piscina. Por un lado está este muro natural con escalones que parecen pequeños acantilados y dan juego a los que gustan de tirarse de cabeza desde lo alto. Y por el otro, la entrada, de arena y en cuesta, y en la que un lunes a las cinco y media de la tarde no sobra sitio.

Hay un par de grupos de veinteañeros bebiendo en vasos largos, y una pareja y su perro tumbada en modo siesta junto a su tienda de campaña del Decahtlon. Hay también otros grupos familiares, y varias parejas más, entre ellas una de treintañeros que han venido desde Caminomorisco, en Las Hurdes (a 110 kilómetros). «Había visto la piscina en un reportaje en la televisión y teníamos ganas de conocerla, es bonita», cuenta él.

Junto al antiguo camping

Cincuenta metros más arriba, en la entrada, sigue el goteo de coches que llegan. No sobran aquí los aparcamientos, ni los servicios –lo único que hay es un merendero con varias mesas y sillas–, ni tampoco las señales indicativas. Para llegar a la piscina si el viaje comenzó en la provincia de Badajoz o se viene desde la ciudad de Cáceres –a 70 kilómetros– hay que atravesar la localidad de Alcántara primero y después su famoso puente romano. Unas curvas más arriba, a la derecha, está el desvío que hay que tomar para llegar a la piscina natural. Es una carretera en buen estado, la que llevaba a un camping que lleva años cerrado. Una vez en la cantera reconvertida, solo queda echar la toalla al suelo y pegarse un baño. El agua no está especialmente fría. Al menos no para alguien que haya probado las gargantas del norte de la región, como es el caso de Jesús, costalero en la Semana Santa de Badajoz y que no perdona un verano sin pasar unos días en Hoyos, en la Sierra de Gata.

A la derecha, Isabel Matito y Jesús María Núñez, y al lado, Francisco Gato y Áurea Tobajas, con los niños de las dos parejas.
A la derecha, Isabel Matito y Jesús María Núñez, y al lado, Francisco Gato y Áurea Tobajas, con los niños de las dos parejas. ANDY SOLÉ

Allí conserva los amigos que empezó a hacer siendo crío, cuando iba con su hermana y el novio, que tenía familia en esa localidad cacereña. Lo cuenta mientras los niños de las dos parejas se entretienen tirando fotos a los buitres. También pasan cigüeñas negras, alimoches o milanos negros, la avifauna de un espacio singular, catalogado como ZEPA (Zona de Especial Protección de Aves) y que forma parte del Parque Natural del Tajo Internacional. Es una de las lagunas más especiales de la comunidad autónoma, con unas paredes tan altas que aíslan del viento y que garantizan sombra desde primera hora de la tarde. Una cantera que inspira paz en vez de trabajo, en la que los buitres vuelan bajo y los autoretratos con el móvil quedan muy lucidos.

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