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¿Qué ha pasado hoy, 18 de abril, en Extremadura?
Puente sobre la garganta de la Buitrera en la Vía de la Plata-Camino de Santiago a su paso por Aldeanuevadel Camino.

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Puente sobre la garganta de la Buitrera en la Vía de la Plata-Camino de Santiago a su paso por Aldeanuevadel Camino.

Ambroz, el valle del turista encantado

Viajamos por una tierra exuberante, flanqueados por picos de 2.000 metros, deteniéndonos en jardines renacentistas y hoteles de la belle époque

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Domingo, 5 de agosto 2018, 08:57

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Los paporros viven a 1.124 metros de altura y son conocidos históricamente por estar especializados en la lucha contra el lobo. Los paporros son pocos, 412 exactamente, aunque hace 80 años eran mil más. Los paporros no son una tribu de Papúa Nueva Guinea, sino los habitantes de la segunda localidad más alta de Extremadura: La Garganta. En este pueblo de tan singular gentilicio, se conserva un interesante pozo de la nieve y un curioso corral de los lobos, cuentan con un Centro de Interpretación del Lobo y, sobre todo, es un pueblo muy culto y preparado: según las estadísticas, solo 24 vecinos mayores de diez años no tienen estudios.

Cuesta dejar La Garganta en estos días veraniegos. Se está a gusto en el pueblo, entre sierras y bosques, pero queremos recorrer el Valle del Ambroz y debemos descender por una carretera enrevesada de maravillosas vistas. Así, vamos descubriendo desde lo alto lo que luego recorreremos: este valle del río Ambroz flanqueado por picos de más de 2.000 metros que se llaman Pinajarro, Valdeamor o El Camocho. Una comarca formada por ocho pueblos que en 1940 sumaban, entre todos, cerca de 14.000 habitantes y hoy no llegan a los 8.000.

Este valle tenía dos ejes vertebradores: la calzada Vía de la Plata y la línea del ferrocarril Palazuelo-Astorga. La Vía, ya carretera, sigue vertebrando, el tren desapareció y esa pérdida se ha convertido en la reivindicación fundamental del valle. La nostalgia del semidirecto a Salamanca, Madrid o Cáceres, del diurno a Bilbao o del TER Ruta de la Plata entre Sevilla y Gijón es intensa y no desfallece. Aunque el símbolo de los recuerdos es el tren «martero», que todos los martes, día de mercado en Plasencia, llevaba y traía hasta la ciudad de referencia de la comarca a cientos de vecinos.

Recordamos la época del tren sentados en un poyo de la antigua estación de Baños de Montemayor. La vía está convirtiéndose en una ruta verde y la estación alberga a un grupo de jóvenes. Las vistas sobre el valle son hermosas y, descendiendo un par de kilómetros, llegamos a otro emblema de la comarca: la famosa curva de Baños de Montemayor, una herradura de asfalto grabada a fuego en la memoria de los conductores extremeños. Curva de Baños en la N-630, el más famoso quiebro de las carreteras de la región, nuestro Cabo de Hornos, donde parecía que girabas y cambiabas de país. Un lugar tan intenso de tráfico y maniobras que colocaron allí un banco para que los jubilados subieran a tomar el sol y asistieran en vivo y en directo a las enrevesadas maniobras de los camioneros.

María Victoria, viguesa veraneante en Baños desde 1920, conoció a Alejandro Lerroux, con su bigote y su prestancia

Seguimos descendiendo hacia el valle y entramos en Baños de Montemayor, villa termal dispuesta a lo largo de la carretera. Hoteles, bares, tiendas, vida... Y el balneario como centro e impulso de la economía local. Las termas ya existían 200 años antes de Cristo. Ahora hay un balneario clásico y otro moderno. Nada más divertido y relajante que disfrutar de alguno de los programas termales de Baños. Paseando por la carretera, se puede comprar la popular artesanía de castaño que caracteriza al pueblo o conocer sus dos iglesias, una a cada lado de la carretera, antaño frontera entre los reinos de Castilla y León, y, por tanto, hasta hace nada, pertenecientes a una diócesis distinta: la de Santa María a Coria y la de Santa Catalina, hoy auditorio, a Plasencia.

Esta división tan curiosa procede de la Edad Media y se repite en Aldeanueva del Camino. Pero antes de llegar a Aldeanueva, nos demoramos en Baños paseando por la carretera, que desde que abrió la autovía, se ha convertido en una calle placentera con sus terrazas y sus sillas de tertulia de hoteles como el Eloy o el Gran Hotel. El hotel Eloy fue fundado en 1878 por Jesús Becedas y Basilisa. Sus retratos presiden la recepción. En aquel tiempo, era el mejor hotel de Extremadura.

Un lugar de sosiego, descanso y naturaleza sin fin

Abadía, Aldeanueva del Camino, Baños de Montemayor, Casas del Monte, La Garganta, Gargantilla, Hervás y Segura de Toro componen esta comarca subida a las faldas de las últimas elevaciones de la Sierra de Gredos y a su piedemonte más occidental. De visita ineludible cuando se transita por cualquiera de las más antiguas o más modernas vías de La Plata, la comarca ha aprovechado desde siempre esta localización tan privilegiada de sus paisajes de montaña, de su saber hacer forestal y agrícola y de la frescura y belleza de sus pueblos para fomentar un enclave acogedor ya bien conocido por su oferta como lugar de descanso, de sosiego o de naturaleza sin fin. Este territorio defiende su diversidad, su habitabilidad y su hospitalidad como sus mayores valores. Desde hace ya veinte años, el Otoño Mágico convoca a una visita participativa. Es una delicia ver como una comarca, veraniega como pocas en Extremadura, termina la temporada vistiéndose de mil colores durante el otoño. Son iniciativas para generar crecimiento económico y por ello las entidades y organizaciones locales trabajan junto a la Diputación de Cáceres en la mejora de recursos como los senderos y otras atracciones que hacen de esta comarca una de las más apreciadas de nuestra comunidad autónoma.

El otro hotel tradicional de Baños es el Gran Hotel, levantado en el primer tercio del pasado siglo por quien fuera cinco veces presidente del gobierno de la República: Alejandro Lerroux. Años después, se quedó con el hotel la familia Ferrero, uno de cuyos miembros, Miguel Ferrero Pardo, llegó a ser gobernador civil de Cáceres. Hace unos años, coincidí en el Eloy con doña María Victoria, una señora viguesa veraneante en Baños desde 1920, que conoció a Alejandro Lerroux, con su bigote y su prestancia, y que recordaba los tiempos en que el hotel servía langosta los jueves y los domingos.

Carretera adelante, hacemos parada en Aldeanueva del Camino, donde durante el siglo XVII se celebraba el mercado de ganado más importante de Extremadura. En una plaza situada al lado de la carretera, un parque refresca la mañana y en las terrazas de los bares del entorno, sirven ricas tapas. Hasta 1959, el pueblo se dividía entre dos diócesis. Ese año, sus dos iglesias, pasaron a Coria. La industria del pimentón ha animado la economía del pueblo, por cuyo casco urbano pasa el Camino de Santiago y la Vía de la Plata, que cruzan el puente sobre la garganta de la Buitrera, de origen romano como otros puentes, miliarios, lápidas y estelas del municipio.

A un paso de Aldeanueva, Abadía. Su bello puente medieval sobre el Ambroz conforma una de las gargantas más atractivas de la región. El convento franciscano de la Bien Parada, en ruinas, pero ya municipal y con la ilusión de ser reconstruido, fue facultad de Teología y Música. Aunque la estrella rutilante es la antigua abadía cisterciense de Sotofermoso, palacio de los duques de Alba desde 1444. En su tiempo, albergó los jardines renacentistas más bellos de España. Aún mantiene su esplendor vegetal y también la belleza mudéjar de su claustro. Eso sí, hay que afinar mucho para visitarlo: solo es posible hacerlo los lunes de 10 a 11.15 horas y las fotos y los vídeos están prohibidos.

Volvemos hacia atrás y buscamos Hervás, la capital administrativa y de servicios del Valle del Ambroz y, quizás, el mejor pueblo de veraneo de la región. Hervás parece diseñado para recuperar la calma y el bienestar. En Hervás, cineastas, dibujantes, escritores, artistas, cinéfilos o profesores han encontrado su sitio: ese refugio envuelto en serenidad, con un clima agradable, donde la foto, la viñeta, el cuadro, el verso o el guion surgen con más facilidad. Las tiendas están montadas con gusto, en los restaurantes se come muy bien, en La Extremeña o en el obrador de Abigaíl Cohen y José Antonio, los dulces, «judíos o cristianos», son deliciosos y todo se confabula, en fin, para hacer verdad el aforismo de Abigaíl de que en Hervás nadie se muere de infarto.

Hervás se llama así bien porque había muchas «herbas» en el lugar, bien por la ermita de San Gervasio. Los judíos se establecen en el pueblo en el siglo XV y acaban construyendo uno de los más bellos e importantes barrios hebreos de España. Se complementa con las iglesias de Santa María y San Juan Bautista, con la artesanía del mueble de castaño y cerezo y, fundamentalmente, con el turismo y la naturaleza espectacular.

El 13 de febrero del año 1969, el barrio judío de Hervás y su entorno eran declarados Conjunto Histórico Artístico. El próximo año, se celebra el 50 aniversario de una decisión que convirtió una villa industrial en un enclave turístico. En este tiempo, Hervás ha pasado de tener algunas pensiones y habitaciones de alquiler a gozar de una red hostelera importante: 1.463 plazas de alojamiento oficiales en 33 establecimientos hoteleros y más de 30 restaurantes y taperías. En invierno, en Hervás viven 4.102 personas según el padrón de 2017. En temporada alta, la población llega a los 10.000 habitantes y solo en la oficina de turismo, las consultas durante Semana Santa y agosto se mueven entre las 10.000 y las 15.000, sumando anualmente alrededor de 85.000 visitas a la oficina.

Seguimos por el valle, camino de Gargantilla por una carretera rodeada de bosques. El pueblo creció alrededor de una serie de majadas pastoriles levantadas por vecinos de La Garganta, que buscaban en estas laderas mejores pastos que los de sus altas montañas. Alrededor de la iglesia de Santiago Apóstol, ha ido formándose este pueblo famoso por sus cerezas, sus ciruelas claudias y sus aceitunas manzanilla cacereña. Abajo, el valle y la inmensidad de las Tierras de Granadilla. Al fondo, Gata y Las Hurdes. Al frente, Segura de Toro, adonde llegamos tras detenernos en su garganta llena de sombra y de frescor.

Elena Polo nació en el molino inglés de Warwick, construido en el año 1071, y se vino a vivir al molino cacereño de Segura de Toro

El nombre del pueblo encierra también su tesoro: un verraco vetón, «el toro», que preside la plaza mayor. En las afueras, el fabuloso castañar de El Temblar. Y a la izquierda de la carretera, en lo alto, un molino situado sobre el arroyo Garganta Ancha, que pusieron en marcha Elena Polo y Rufino Alonso. Lo curioso es que Elena nació en otro molino, pero inglés, levantado en Warwick en el año 1071. Sus padres, aragoneses, habían trabajado en el hotel Corona de Aragón de Zaragoza. Emigraron a Inglaterra y se acabaron haciendo cargo del molino de Warwick, reconvertido en restaurante.

Con el paso de los años, Elena regresó a España y conoció a Rufino en Ibiza. Juntos, se convirtieron en ciudadanos del mundo: vivieron en Canadá, Menorca, Ibiza, Marruecos y Costa Rica. Cuando llegó el momento de retornar a los orígenes, decidieron recuperar el pasado viviendo en un molino con concesión de electricidad y ganarse la vida vendiendo luz.

Más adelante, en Casas del Monte, el panadero preparó otro molino para generar electricidad. En Casas, también cuentan con una garganta coqueta y agradable. El pueblo, que tiene la villa romana de Granjuela en las inmediaciones, fue fundado en el siglo XV, también por vaqueros de La Garganta, que colonizaban el valle buscando buenos pastos. Desde Casas del Monte, dirigiéndonos de nuevo al encuentro de la carretera de la Plata, turistas encantados, descendemos llenos de aire puro. Turismo de sensaciones en este Valle del Ambroz que nos regala frescor en verano, esplendor en otoño y experiencias únicas e irrepetibles siempre.

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