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Jueves, 7 de septiembre 2017, 23:12
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«Nos hubiera gustado equivocarnos, pero no ha sido así; las aguas negras nunca se habían visto en el Jerte y ahora esa imagen se produce cada vez que llueve».
El biólogo y profesor de la UEx Samuel Sánchez Cepeda asegura que la situación que se está dando en las gargantas y arroyos del Valle y el río Jerte es consecuencia directa de los incendios ocurridos en la zona. El de la Garganta de los Infiernos, en agosto del año pasado, y el de la Garganta de los Papúos, en abril de este año.
Incendios que arrasaron la vegetación de estas áreas de alta montaña y cuyas cenizas llegan al agua desde entonces cada vez que llueve con fuerza. Cenizas y la propia tierra, «porque al desaparecer la vegetación, ya nada la sujeta», explica Francisco Castañares, presidente de la Asociación Extremeña de Empresas Forestales y del Medio Ambiente.
La consecuencia no solo es que el agua se tiñe de negro, que las zonas de baño quedan inutilizadas hasta una nueva limpieza –incluidos los Pilones– y que en algunos pueblos se corta en unas ocasiones el suministro de agua y en otras la que hay no es apta para el consumo. La consecuencia también es que la biodiversidad desaparece. «La tierra y la ceniza se depositan en el fondo del cauce y contaminan el agua; esto hace que pierda oxígeno y que, por tanto, especies como la trucha común y el desmán ibérico desaparezcan, porque requieren agua pura para poder vivir», concreta Castañares.
Por eso, añade Sánchez Cepeda, «no se puede restar importancia a estos incendios como hace la Administración, diciendo que se queman zonas de escaso valor ambiental; esto es una barbaridad». Defiende que no se puede «quitar hierro al asunto, contribuyendo así a instalar la idea en la opinión pública de que no pasa nada por quemar alta montaña». Porque la vegetación de esta zona, el piorno y el brezo fundamentalmente, es la que retiene la tierra. Por eso, en su lugar, desde la Administración se deberían haber adoptado medidas preventivas tras los fuegos para evitar las aguas negras que ya llegaron el verano pasado y que este continúan. «Construyendo, por ejemplo, pequeños diques para frenar la erosión», señala Francisco Castañares.
La Mancomunidad del Valle del Jerte ha solicitado por carta a la Junta de Extremadura una solución para la situación que llevan padeciendo durante este verano, para evitar que las aguas negras regresen cada vez que llueva. «Hemos enviado una carta alertando de la situación en la que estamos, para ver si es posible que adopten medidas que frenen los arrastres de cenizas que se están produciendo», explica Ernesto Agudíez, presidente de la mancomunidad. «También –añade– para solicitarles medidas asimismo que aseguren el abastecimiento de la zona, especialmente en los pueblos con más problemas que son Jerte, El Torno, Barrado y Cabrero».
Ambos expertos aseguran que «la situación es dramática», que la han visto vecinos de la zona y turistas durante el verano, que hoy sigue estando a la vista de todos con las cenizas depositadas en el cauce y el lodo decorando las márgenes del Jerte hasta la cola ya del pantano de Plasencia, y que los arrastres continuarán mientras no se regenera la vegetación quemada. «Si llueve mucho en invierno podría terminar la limpieza de la montaña; si llueve poco seguiremos con los arrastres varios años».
La Consejería de Medio Ambiente, por su parte, asegura que «tanto las correcciones como la política hidráulica son cuestiones de la Confederación Hidrográfica del Tajo y de las Comunidades de Regantes».
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