La fusión vista desde miles de kilómetros de distancia
Cuatro jóvenes de Don Benito y Villanueva cuentan cómo viven desde el extranjero el proceso de unión de sus localidades natales
Dice el refranero que uno no es de donde nace, sino de donde pace. Los gentilicios recuerdan el origen, casi siempre, para presumir de esa ... tierra que nos vio nacer, crecer y, en algunos casos, marchar. Serones son Ignacio y Pablo, aunque la vida los ha llevado de Villanueva de la Serena a Chile y Alemania; calabazones se sienten Irene y Álvaro pese a la distancia que separa Don Benito de México y Singapur. Miles de kilómetros que no impiden que los cuatro sigan con sentimientos encontrados lo que ocurre en esas localidades que les vieron nacer, crecer y marcharse: Don Benito y Villanueva, que quieren reducir a cero la distancia que las separa.
«Me enteré por mis padres, después en Twitter he ido siguiendo el proceso, noticias, votaciones…», cuenta Irene Rubio (Don Benito, 1988). Se marchó de su ciudad natal para estudiar Arquitectura en Sevilla y en 2012, nada más acabar la carrera, puso rumbo a Canadá para mejorar su inglés y buscar trabajo en un mal momento para la construcción en España. «El destino me llevó a México, en 2013, con un trabajo fijo y empecé a formar mi propia familia. Me casé en 2016 aquí y ya tengo dos hijas méxico-españolas», resume desde Chihuahua sobre esta década lejos de Don Benito.
Curiosamente, su vida transcurrió siempre en el epicentro de la fusión pues su vivienda familiar, en la que aún viven sus padres, está en la urbanización más próxima al hospital, término medio casi exacto entre las localidades. «Los vecinos habían tenido reuniones con el alcalde sobre ciertas mejoras en la urbanización y, en concreto, hablaban de un terreno junto a la carretera que siempre estaba muy descuidado…», recuerda. Un espacio que ahora podría ser el idóneo para la construcción del futuro Ayuntamiento.
Desconoce si podría votar ya que, aunque aparece empadronada allí, está dada de alta en el Consulado español en México. Pero tiene claro que elegiría la papeleta del sí: «Dos grandes poblaciones podrían ser y hacer mucho más juntas; nos aportaría a todos mejoras económicas, laborales… No le veo nada más que cosas buenas». Su único pero, lo sentimental. «Recordaría con cariño ese pequeño pique que había en cuanto a los enfrentamientos deportivos, las ferias… Era una rivalidad sana que le daba gracia a la cosa».
«Veo que hay mucha gente de acuerdo, más de lo que hubiera pensado en un inicio»
ignacio gonzález, chile
Al otro lado del charco se encuentra también Ignacio González (Villanueva de la Serena, 1988). Hace cinco años hizo las maletas rumbo a Los Ángeles (Chile), lo hizo por trabajo en el sector de las energías renovables. «Actualmente mi vida aquí se resume en cuatro palabras: familia, trabajo, viajar y asados», dice en la madrugada española que es aún tarde-noche en Chile. Entre esas cuatro palabras se cuela a veces su Extremadura, cuya actualidad sigue a través del diario HOY. «Siempre le doy una leída para saber qué pasa allí». Así confirmó la noticia que le llegó primero por sus padres y luego por los amigos en WhatsApp. «Veo que hay mucha gente de acuerdo, más de lo que hubiera pensado en un inicio», afirma.
No puede votar ya que ha solicitado el visado definitivo en Chile, «pero si pudiera, votaría que sí». Él lo tiene claro, pero detecta diversidad de voto en su entorno: «Mi padre trabajó en la industria dombenitense gran parte de su vida y está a favor; mi madre, aunque está a favor, está un poco más dudosa… Entre mis amigos hay de todo, sabemos de la rivalidad que ha habido siempre entre pueblos», comenta entre risas, aunque vuelve a la seriedad para decir que la unión favorecería no solo a las dos localidades, sino a Extremadura en su conjunto. Aquí regresa dos o tres veces al año y no descarta poder volver a la nueva ciudad. «Por calidad de vida y para que mi hija crezca en España, Chile no es mal país, pero España es el mejor país del mundo y la tierra, la familia y los amigos tiran mucho».
«No tendremos que abandonar nuestra tierra para desarrollar nuestro porvenir»
álvaro morcillo, singapur
Y es que el refranero también dice que uno siempre vuelve a donde fue feliz. Lo es Álvaro Morcillo (Don Benito, 1991) en Singapur, pero también siempre que regresa a su ciudad natal. Con 18 años puso rumbo a EE UU con una beca como jugador de tenis que compaginó con la carrera de Sport Management & Physical Education. Desde entonces ha trabajado como profesor de tenis en países como Emiratos Árabes, Catar, China y, actualmente, Singapur. «Aquí siempre es verano, soy mi propio jefe y me organizo como quiero», cuenta.
Fue su padre el que le habló sobre la unión. «Ahora ya en redes sociales voy viendo cómo se van dando pasos hacia adelante en un proyecto que creará más oportunidades y un mayor desarrollo económico; sería un gran paso para Extremadura, fuera nos mirarían con otros ojos», responde. En lo individual, cree que la unión servirá para el crecimiento de su club de tenis, La Amistad; pero es en lo colectivo donde ve mayores beneficios: «Muchos no tendremos que abandonar nuestra tierra para desarrollar nuestro porvenir, las generaciones venideras tendrán más oportunidades para elegir».
«Es donde nos hemos criado, pero es por un bien mayor y es algo que debemos celebrar»
Pablo romo, alemania
Al igual que para Ignacio, la unión le hace plantearse a Álvaro un regreso antes de lo que tenía previsto, no así a Irene que actualmente no se plantea regresar. Distinto es el caso del más joven de los cuatro, Pablo Romo (Villanueva, 2000). Soñaba con un Erasmus en Alemania y ahora lo está cumpliendo. Rodeado casi siempre de españoles, echa de menos el clima extremeño, aunque ya se está acostumbrando al ritmo de vida en Blamberg, en la región de Baviera. «Me enteré por Twitter», comenta Pablo, que después ha ido recibiendo más información a través de los medios, «pero también por el grupo de WhatsApp de la familia y las redes sociales».
No podrá votar ya que no regresa hasta agosto, pero al igual que sus tres antiguos vecinos votaría que sí: «Es una unión estratégica y una forma de fortalecer la zona. Además, los habitantes de ambas localidades están siempre viajando entre una y otra ciudad y tenemos muchos servicios comunes». Es una opinión compartida en su círculo más cercano, «siempre y cuando se haga una buena gestión a la hora de unir ambas ciudades y no haya problemas con el nombre para no generar un conflicto entre los habitantes». Aflora aquí cierta tristeza «por perder el nombre de Villanueva, es donde nos hemos criado, pero es por un bien mayor y es algo que debemos celebrar». Este domingo sus paisanos decidirán cuál será el destino de su próximo billete de vuelta.
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