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De su parón durante casi un año aprendió que era importante disfrutar de no hacer nada; en esta conversación descubrió que a eso los italianos ... lo llaman 'Il dolce far niente'. Juan Gómez 'El Kanka' regresó hace unos meses a los escenarios tras frenar en seco su apretada agenda; el objetivo no era otro que poner distancia con la música para echarla de menos. Lo consiguió. Ahora se reencuentra y el Metellinum Festival será, el 11 de agosto, una de sus grandes citas.
–¿Cómo se presenta el verano?
–Lo voy a vivir con cierta tranquilidad; en agosto sí que hay algún concierto más, pero he pasado veranos con 16 'bolos' seguidos. Mi perspectiva de futuro, si me lo puedo permitir, es ser un poco más comedido y selectivo para no tener esa sensación de desarraigo que tenemos los músicos siempre, que no sabe uno ni dónde está.
–Hay que tomarse la vida con más calma, ¿no?
–Por el tipo de sociedad que hemos ido construyendo un poco sin darnos cuenta, creo que ahora mismo estamos en una época muy estresante. Me parece que tenemos que encender el piloto de alarma cuando nos pasamos de la raya; lo digo con experiencia propia. Ponemos siempre por delante lo urgente a lo importante, nos pasa a todos en algún momento de la vida, al menos, en el mundo occidental.
–Llega con nuevo álbum, 'Las cosas de los vivientes', ¿qué veremos en los conciertos?
–Me gusta presentar lo nuevo, creo que los autores nos sentimos más identificados con lo último. Yo prefiero mil veces cantar la canción que compuse el mes pasado que cantar, por ejemplo, 'Canela en rama'. Es de ley, si sale un disco nuevo, ofrecer gran parte de ese disco en concierto y que la gente tenga oportunidad de escuchar esas canciones en directo que creo que es donde molan con la energía que se genera. Pero también hacemos un recopilatorio de lo anterior.
–Uno siempre está más cerca de lo que ha escrito ahora.
–Es lo lógico. Uno es casi siempre la misma persona desde que nace hasta que muere, pero se va matizando, va aprendiendo cosas o las dice de otra manera... Eso pasa escribas o no canciones. Yo estoy muy orgulloso de mis canciones anteriores, pero si me pusiera a escribir ahora esos mismos temas, lo haría de otra forma. Mi trabajo es precioso, pero por desgracia tiene un punto de repetitivo: interpretas las mismas canciones una y otra vez. En el directo, las canciones anteriores las canto encantado por la energía que se genera, pero si quedo con los colegas y nos ponemos a cantar, lo último que cantaría es 'Lo mal que estoy y lo poco que me quejo'.
–También porque sus amigos la habrán escuchado mil veces.
–(Risas) Claro, ni yo la quiero cantar ni ellos la quieren ya escuchar.
–¿En algún momento duele volver a una canción?
–Si es algo reciente, sí que ha dolido alguna vez. Pero uno no puede ser tampoco tan sensible. Ahora canto esas canciones intentando no acordarme de lo que pasó, sino con lo que está diciendo la letra y que me puede tocar al yo de ahora.
–Antes de este último disco, decide tomarse un respiro, ¿a qué se dedica uno cuando para?
–Le di muchas vueltas a lo que iba a hacer; me planteé hacer 'cosas de provecho', como estudiar un poco de inglés. Pero lo que pensé al final, y fue lo que hice, es que me parecía importante no hacer nada (risas).
–'Il dolce far niente' que dicen en Italia.
–Qué maravilla, no lo conocía; lo que no sepan los italianos... Pues me dediqué en realidad a eso, quería tener la posibilidad también de aburrirme y de frenar, que el parón fuera real también mío, en lo personal. Por supuesto, he hecho mil cosas: Me fui de vacaciones, disfruté de la playa con mi familia, he cocinado muchísimo, vi series y, por supuesto, compuse.
–También iría de concierto.
–¡Un montón! Es una de las penas más grandes que tengo siempre, con mi trabajo no puedo ver a los maestros porque coincide con mis conciertos. El año pasado me puse las botas, vi a Serrat, Juan Luis Guerra, Thom Yorke... Al Robe, que me encanta, lo vi varias veces.
–¿Y por qué regresar ahora?
–Jugamos un poco con el misterio, pero sabíamos que íbamos a volver. Para empezar, porque no me lo puedo permitir; ya soy un privilegiado por haber podido parar un año. Eso sí, lo hicimos radicalmente porque sentíamos también que había sido radical el exceso de años anteriores. Quería realmente volver a echar de menos esta profesión y que me reconectara con otras cosas. Al final, se ha convertido en mi trabajo y voy porque me pagan, que se me perdone la falta de romanticismo, pero mola salir al escenario con el cuerpo, la mente y el corazón puesto en lo que estás haciendo. Eso lo había perdido un poquito y lo he recuperado totalmente. Pero no sé si volvería a repetir un año de parón.
–No deja de ser un privilegio.
–Es complicado, sobre todo, económicamente. Pero seguro que hay muchos que se lo pueden permitir y no lo hacen por miedo a que se olviden de uno o a no hacer nada. Luego hay mucha gente que no se lo puede permitir porque necesita estar todos los meses facturando conciertos para pagar el alquiler, como yo mismo hace apenas cinco o seis años. Soy consciente de que no todo el mundo lo puede hacer, por desgracia. Ojalá todos se lo pudieran, al menos, plantear.
–Otro privilegio para un artista es venir a Medellín.
–Ya he visto algunas fotos y... Joder. Esos conciertos al final molan, porque en estos sitios la gente se mete en otra película, también nosotros. Como decía, es una profesión un poco repetitiva y que de repente nos cambien el marco, que es hermoso y poético, eso se nota.
–Hablaba antes de Robe Iniesta, viene a 'su' Extremadura.
–No se me nota mucho, salvo en alguna canción concreta, pero hay una influencia directa de Robe y de Extremoduro. Puede ser la banda que más he escuchado en mi vida y fue el primer disco al que yo le presté una atención activa y me dije: 'Esto no es música para tenerla de fondo, de esto yo quiero escuchar más y escuchar las letras bien'. Extremoduro cambió mi forma de escuchar música. A Robe le he visto tres veces en directo, las de Extremoduro... Son incontables.
–¿Qué supone venir a Extremadura?
–Hay un vínculo. Para mí, los extremeños sois un poco nuestros primos hermanos. Tenéis una forma parecida de ver la vida, el acento es parecido y también hay pasión por el carnaval. El carácter es muy cercano, yo lo siento así. Me apetece un montón estar en Medellín.
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