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Cuando en 1995 Álvaro Guerrero y Antonio Pinilla, 'Pini', empezaron a rescatar polluelos salvajes no existía ni la Feria Internacional Ornitológica (FIO) ni el avistamiento de aves era uno de los principales reclamos turísticos en Extremadura. Por no haber, no había en la región ni Ley de Conservación de la Naturaleza y de Espacios Naturales de Extremadura, que es del 26 de junio de 1998.
Entonces estaba naciendo AMUS (Acción por el Mundo Salvaje) en una parcela de una hectárea y media cedida por el Ayuntamiento de Villafranca de los Barros. Aquello era un solar entre viñedos que dos décadas después Álvaro y 'Pini', tirando de cientos de voluntarios, han convertido en un bosque mediterráneo con instalaciones que son una referencia en el mundo de la recuperación de la fauna salvaje. Hay desde un quirófano o una zona de musculación con posaderos para aves de gran tamaño a punto de ser liberadas, a un bioterio donde crían ratones que alimenten a los 'pacientes' en observación, así como un albergue desde 1998 para interesados en la fauna silvestre extremeña.
Cuesta creer que el lugar esté a punto de desaparecer. El recorte constante en las ayudas públicas podría dar la puntilla a un proyecto genuino que, paradójicamente, es de los que mejor serviría para explicar la marca Extremadura.
Ajenos a un futuro incierto, en las instalaciones de AMUS lo mismo asoma junto a su charca una cigüeña negra que un buitre leonado despliega sus alas o una lechuza te taladra con la mirada. «Son animales con algún ala dañada que consideramos irrecuperables, pero crían y hacen de tutores de otras especies que van naciendo para darle seguridad al pollo antes de que regrese a su hábitat», explica Álvaro Guerrero.
Por resumir, AMUS ha ido montando y perfeccionando desde hace 23 años un hospital veterinario destinado a los animales que viven en libertad, aquellos que carecen de dueño y a los que cualquier incidente –un impacto, un enganchón, un envenenamiento... – deja desamparados.
El equipo de AMUS los rescata, los cura y se asegura de que están preparados para regresar a la competitiva vida salvaje. Cámaras y GPS para vigilar su evolución son elementos que usan hace años. Paralelamente, desarrollan infinidad de programas de concienciación social.
En la tarea de preservar el planeta Tierra muchas protectoras han copiado innovaciones probadas por primera vez en estas instalaciones extremeñas, como o el habitáculo denominado 'cañón de vuelo' para cerciorarse de que pequeños pájaros ya son capaces de volar con garantías. O el proyecto de banco de huesos de aves para facilitar las operaciones quirúrgicas que llevan a cabo periódicamente.
En 2017 AMUS fue declarada Entidad de Utilidad Pública y cada año veterinarios de todo el mundo hacen prácticas en Extremadura pues lo académico es formarse con animales domésticos como el caballo, el perro, el cerdo o el gato. Casi nadie tiene la oportunidad de analizar de cerca la anatomía de un azor, una lechuza común, un chorlito gris o un chotacabras pardo, indica 'Pini'.
Entre ferias, congresos y conferencias divulgativas y de promoción social, AMUS acude a medio centenar de actos cada año. También son frecuentes las sueltas de ejemplares, ese momento mágico en el que un animal es devuelto a su hábitat, ritual que marca la infancia de muchos niños y al que no pocos políticos se han apuntado, lógico en una región que se vende como uno de los últimos reductos de vida silvestre.
Miles de escolares han ido allí de excursión a concienciarse sobre la riqueza faunística en Extremadura, cuyo programa de reintroducción de buitres negros, impulsado por AMUS con ayuda de la Junta y otras entidades supranacionales, ha despertado admiración en Europa. «Hemos reintroducido buitres negros en Alpes, el sistema balcánico y la isla de Cerdeña. Qué mejor expresión de solidaridad que exportar biodiversidad», exclama Álvaro Guerrero al señalar doce carroñeras imponentes bajo la custodia temporal de AMUS.
Pero la visita clave fue una reciente. La de varios diputados de la Asamblea de Extremadura de PP, PSOE y Podemos. Les enseñaron 'in situ' que todo lo que veían estaba a punto de desaparecer. Les mostraron las cuentas y les dijeron que como asociación estaban asfixiados económicamente tras encadenar demasiados años seguidos de recortes.
A las pocas semanas acudieron a sus despachos en la Asamblea de Extremadura y les recordaron su situación crítica. Salieron satisfechos, parecía que AMUS podría aguantar un año más. Pero cuando en marzo de este año se aprobaron los últimos presupuestos regionales y la cantidad fue la misma (15.825 euros) la decepción fue total. La única enmienda a su favor, del PP, no fue respaldada por PSOE ni Podemos. «Cuesta creer que un servicio así esté a punto de extinguirse», explican Guerrero y 'Pini', que no descartan que en cualquier momento llegue una carta bancaria con orden de embargo.
Este mes no saben si podrán atender las nóminas y el suministro de material sigue estando en el aire. No es nuevo para ellos hacer equilibrismo con las cuentas. Pero para entender que AMUS funciona ahora más al límite que nunca no queda más remedio que hablar de cifras.
Antes hay que saber que la Junta de Extremadura atiende su compromiso con la Ley de Conservación de la Naturaleza y de Espacios Naturales a través de un centro similar, en este caso público, el Centro de Recuperación de la Fauna y Educación Ambiental 'Los Hornos ' de Sierra de Fuentes, que se dedica principalmente a la provincia de Cáceres. Para abarcar la provincia de Badajoz se sirve del centro de AMUS en Villafranca de los Barros.
Según explica Sonia, una de las dos administrativas, la asociación funciona con 150.000 euros aproximadamente cada año. Entre veterinarios y gestores la plantilla son siete personas, algunas de ellas con contratos reducidos. Además de minimizar los gastos gracias a favores, hay donaciones y programas de apadrinamiento de aves en recuperación, pero son una anécdota en el capítulo de ingresos. Igualmente, optan a convocatorias europeas de todo tipo con las que han ido creciendo.
El gran 'mordisco' al presupuesto viene del hospital donde operan a las aves heridas. «Solo en comida para pájaros se van unos 17.000 euros y la factura de la luz mensual ronda los 450 euros al necesitar una cámara de congelación encendida las 24 horas. Por poner un ejemplo, operar a un buitre, solo en gastos materiales, sale por cien euros», señala Guerrero. Según el último anuario, en 2017 ingresaron 41 leonados y 18 negros entre los 1.338 ejemplares que atendieron. De todos ellos consiguen devolver al campo dos tercios.
Si la aportación media de la Junta de Extremadura ha sido en los últimos años de 30.000 euros, hace cinco años que esta subvención nominativa bajó a 15.000 euros, con la excepción de un ejercicio de la legislatura pasada en el que ingresaron 60.000 euros para reinvertir y atender préstamos básicamente.
Según explica Guerrero, los orígenes de AMUS y su hospital se remontan a finales de los noventa cuando se dedicaban a rescatar los nidos del aguilucho cenizo (el único que anida en el suelo), antes de que las cosechadoras se los llevaran por delante. La Junta de Extremadura se fijó en estas acciones voluntarias y en el año 2000 firmaron el primer convenio para salvar del aplastamiento a más de un centenar de huevos cada temporada. «Al principio ni los agricultores sabían que en sus cultivos había pollos recién nacidos. A muchos de ellos los hemos reconvertido en ecologistas y a ganaderos y propietarios les hemos dado infinidad de charlas, las últimas sobre muladares que han tenido muy buena acogida», dice Guerrero para ilustrar la pedagogía que han llevado a cabo en el mundo rural.
Volviendo a las cuentas, por esta protección de huevos y pollos de aguiluchos cenizos que luego llevan a su centro en Villafranca antes de volver a soltarlos, AMUS ingresaba en torno a 18.000 euros. Pero esta temporada, por primera vez, no han tenido noticias de la Junta y lo más preocupante es que las máquinas estarán hasta bien entrado el verano cosechando sin que sepan dónde están los nidos de estos aguiluchos que antes señalizaba el personal de AMUS.
Por último, el tercer pilar de su capítulo de ingresos viene por el servicio de recogida de fauna, el cual conocen bien porque hace más de veinte años que lo desempeñan durante las 24 horas del día. «Es un trabajo que se activa por temporadas y es muy específico pues hay que tratar con animales salvajes, lo mismo un tejón atascado en un canal de riego que un búho enganchado o envenenado, una culebra en una casa o un buitre desorientado en un patio, situaciones en las que la gente se pone muy nerviosa», describe 'Pini'.
Según cuentan en AMUS, antaño salía a concurso por entre 70.000 y 90.000 euros, pero esta vez la licitación ha sido de 51.000 euros. «Se lo ha quedado una empresa de trabajos generales ofreciendo una oferta muy baja y como no tienen experiencia nos ofrece subcontratarlo con nosotros por 12.000 euros, algo imposible de llevar a cabo por la movilización de personas y de vehículos que conlleva, ya que estás activo las 24 horas», explican en AMUS.
Así las cuentas, entre la reducción de la subvención anual a 15.000 euros y que les han dejado de encargar acciones como la protección de un aguilucho amenazado, además del servicio de recogida de fauna, AMUS, 23 años y toda una infraestructura consolidada, se plantea la extinción por primera vez.
Alfonso Marzal es profesor de Zoología en la Universidad de Extremadura y presidente de la Sociedad Europea de Ornitología. Ha dirigido numerosas tesis sirviéndose de las colonias de AMUS, donde destaca su programa con rapaces. Este experto considera el lugar, además de un centro de rescate, un centro de formación.
Al analizar la lista de especies que pasaron por su hospital el año pasado, Marzal no puede evitar detenerse en algunas de gran valor. «El águila imperial ibérica y la cigüeña negra son especies en peligro de extinción. También aparecen otras amenazadas y sensibles a la alteración de su hábitat como la garza imperial, el aguilucho lagunero, el avetorillo o el martinete, así como especies tan difíciles de observar en otros lugares, como el Morito», señala.
«Si tenemos un tesoro ornitológico en Extremadura –añade– es gracias a la labor de gente como la de AMUS. Muchos científicos en Europa conocen su labor y su competencia», declara incrédulo ante la posibilidad de su desaparición.
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Martin Ruiz Egaña y Javier Bienzobas (gráficos)
David S. Olabarri y Lidia Carvajal
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