El retablo de la Asunción celebra tres siglos de misterio
Catedral de Plasencia. Hoy se cumplen 300 años de la muerte de Joaquín de Churriguera, que sucedió mientras trabajaba en el altar de la Virgen yacente
Juan Carlos Ramos
Lunes, 30 de septiembre 2024, 07:54
Este lunes se cumplen 300 años del fallecimiento de Joaquín de Churriguera, hermano mediano del clan que dominó la arquitectura y la escultura en Castilla ... y en la Corte del siglo XVII. En el caso de Joaquín, tras convertirse en 1714 en maestro mayor de la Catedral de Salamanca, los encargos llegaron a borbotones. En la capital charra, terminó de levantar la Clerecía (construyó el patio y la cúpula), remató el convento de Las Agustinas, diseñó y comenzó las obras del Colegio de Anaya e inició los trabajos del Colegio de Calatrava. Edificó medio barrio antiguo.
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Y fuera de Salamanca, también realizó trabajos en su zona de influencia, como en Zamora o en Plasencia. En la capital del Jerte, encontró la muerte un 30 de septiembre de 1724. Sucedió de forma inesperada, mientras se encontraba trabajando en la remodelación del ábside de la Catedral y en el retablo de la Virgen del Tránsito.
El retablo, que más que un retablo es un sepulcro, es toda una muestra representativa del barroco español. Joaquín de Churriguera adaptó su trabajo creativo a la existente urna de cristal que acoge a la Virgen. El Cabildo dedicó al retablo 44.000 reales y dio 20 meses de plazo. Desgraciadamente, cuando se encontraba ensamblando el retablo de la Virgen, Joaquín falleció repentinamente, lo que sobredimensionó la leyenda de una imagen yacente que siempre ha estado rodeada de misterio.
Actualmente, la talla de la Virgen de la Asunción solo es accesible al público durante nueve días al año. La figura está guardada en un arca barroca de madera con incrustaciones de carey, oro y plata, y con la parte interior del techo cubierto de plata repujada. Se trata de una inusual representación de una virgen amortajada, que, además, presenta un singular vestido de terciopelo rosa, regalo de la reina Isabel II.
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El propio origen de la imagen está también rodeado de misterio. La Virgen de la Asunción llegó desde Navacarros (Salamanca), pueblo perteneciente a la Diócesis de Plasencia. Poco más se sabe de ella, salvo que es del siglo XV.
Tras la inesperada muerte de Joaquín en plena tarea, su hermano Alberto acabó de tallar y montar el retablo en 1726 y fue dorado en 1741, con fondos aportados por el prelado Cárdenas, devotos y el arzobispo de Granada. Ese dorado costó 36.110 reales y 32 maravedíes. Para celebrarlo, sacaron la imagen en procesión, entró en los conventos e incluso se celebraron fuegos artificiales.
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El fallecimiento de Joaquín de Churriguera no fue la única relacionada con una talla que representa el paso de la vida a la muerte. El 9 de mayo de 1795, uno de los cuerpos más elevados del retablo se desplomó durante la celebración de una eucaristía. Durante la misa, el monaguillo oyó rechinar el retablo y avisó al sacerdote que, obviando las advertencias, recibió sobre su cuerpo todo el peso de la mole desprendida. Le causó la muerte al instante. El monaguillo pudo librarse refugiándose en la sacristía.
Nunca más se volvió a reconstruir dicha parte. Por esta razón, hoy el retablo parece desproporcionado con respecto al hueco de la capilla y hace que las imágenes de los padres de la Virgen, San Joaquín y Santa Ana parezcan de proporción descompensada. Se cree que debió desprenderse debido a la escasa calidad de los elementos empleados en su construcción.
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El 300 aniversario del fallecimiento de Joaquín de Churriguera sirve para traer al presente la historia de la imagen mariana más oculta de la ciudad. Tanto, que solo se ve unos pocos días al año en agosto, en las jornadas que dura la novena más el día de la fiesta. Todo ello ha contribuido a acrecentar el misterio en torno a tan guardada representación de la Virgen de la Asunción. Sin embargo, todo esto no es óbice para que el culto popular, bien arraigado entre los fieles placentinos, siga manifestándose.
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