Borrar
Zulos en el Campillo

Zulos en el Campillo

EL LEÓN Y LA COLUMNA ·

ALBERTO GONZÁLEZ

Domingo, 12 de septiembre 2021, 08:45

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

En las excavaciones realizadas en el Campillo para edificar unas viviendas que sea cual sea el diseño impactarán fuertemente en un entorno de gran valor histórico y ambiental, han aparecido, en sucesivos niveles que muestran desde la etapa medieval a la actual, la traza del antiguo barrio, viviendas, canalizaciones y elementos de la fundición del siglo XIX, aljibes, y como obra particularmente singular, gran número de escondrijos o silos.

No es el único sitio de Badajoz donde existieron aljibes y silos, pues la ciudad estuvo plagada de ellos. Muchos hemos visto en todos los puntos del casco intramuros. Siempre fugazmente, pues enseguida eran cegados por los promotores de las obras para evitarse problemas con Patrimonio. Que tampoco prestó demasiada atención a los que llegó a conocer, tras aplicarles la ecléctica fórmula de 'estudiar y tapar'.

Pero la apretada concentración del Campillo en apiñamiento insólito, formando un conjunto sin parangón en ningún otro lugar, resulta hallazgo histórico y etnográfico extraordinario que ofrece interés muy especial por lo singular y novedoso.

Un silo es un depósito subterráneo excavado en el suelo para almacenar grano u ocultar pertenencias. De origen remoto, aparecen ya en el extremo oriente y el mundo musulmán. En España se encuentran en Numancia, Sagunto y asentamientos prerromanos. En la reconquista eran comunes bajo las viviendas para conservar provisiones y esconder bienes en momentos de saqueo.

Los destinados a conservar grano se disponían en terreno blando agrupados en sileras, o en las calles, patios y corrales. Y los usados para esconder bienes y pertenencias, ocultos bajo las casas. Los musulmanes los utilizaron como mazmorras para encerrar cautivos, y los moriscos para ocultar armas.

Habituales en Extremadura por razón de clima y fertilidad cerealística, muchas localidades mantienen aún su recuerdo en zonas y calles llamadas de los Silos, Silares, Silera y similares. A mediados del XIX Madoz los enumera pueblo por pueblo.

Los cerealísticos se excavaban en tierra con forma campaniforme o tinajiforme invertida; angosta boca a ras de suelo, profundidad de hasta cinco o seis metros, y paredes formadas por la misma tierra sin revestir de ladrillo, cal, estuco o material aislante como se hacía con los aljibes, pero cuidadosamente pulidas. Los de ocultar cosas eran más pequeños, cavados preferentemente en roca y de forma irregular más tosca. Zulos más que silos. Así son los del Campillo.

En los cerealísticos se cubrían con paja las paredes para aislarlas de la humedad y evitar la fermentación, y se tapaban con una gran piedra o mampostería. En esas condiciones el grano podía durar años, y para extraerlo se requería gran precaución a fin de evitar los gases letales que emanaban al abrirse.

Los excavados como escondrijo, de los que el Campillo ofrece gran variedad, eran toscos y generalmente de tamaño menor, suficiente solo para ocultar monedas, joyas y pequeñas pertenencias. De ordinario no se utilizaban como sepultura.

Su hallazgo es un verdadero tesoro.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios