Destino incierto
Victoria Pelayo Rapado
Sábado, 11 de octubre 2025, 02:00
Hace un año por estas mismas fechas viajé a Washington y Nueva York, dos de las capitales más peligrosas, según Trump. En estas páginas conté ... parte de aquellos días inolvidables, planificados cuidadosamente. Entonces, Washington se preparaba para las inminentes elecciones con unas medidas de seguridad 'made in USA' espectaculares, a lo grande, como es todo allí. Pero aquello no impidió pasear por la avenida Pensilvania, ni caminar con seguridad hasta el viejo barrio de Georgetown, ni acercarnos a la Casa Blanca todo lo que un turista puede acercarse; la llegada o salida de Trump de su torre fortificada apenas supuso unos minutos de confusión al quedar momentáneamente cortada la Quinta Avenida. Comimos sobre el césped, atravesamos a pie el puente de Brooklyn rodeados de turistas, visitamos museos, conocimos el edificio de la ONU por dentro y paseamos por Central Park. Todo en pacífica convivencia. En ningún momento presenciamos altercado, pelea o trifulca; lo más parecido a una alteración del orden fue ver cómo cuatro armarios empotrados con uniforme sacaban a un hombre negro de Gran Central, quien se dejó hacer hasta que lo depositaron, y no suavemente, en el suelo.
Solo ha pasado un año del viaje y aquel país se ha vuelto irreconocible; hoy me pregunto si ahora tendría la misma ilusión de entonces, si lamentaría haber elegido ese destino o si sentiría inquietud al viajar a un país que, si antes resultaba peligroso para inmigrantes, negros o pobres, ahora, además, pretende purgar al ejército expulsando a gordos y barbudos.
Mi sensación es un alivio infinito por no encontrarme en esa tesitura, seguir adelante con el viaje o cancelarlo. Imagino cuántas personas, con un viaje programado a Estados Unidos, sientan, quizá, incertidumbre sobre qué encontrarán, ciudades militarizadas y el cierre del gobierno, lo que acarreará que miles de trabajadores, ordenanzas, ascensoristas, botones, bedeles, vigilantes, controladores aéreos, se hayan ido a sus casas sin sueldo y a la espera de que el temporal pase pronto.
En aquel viaje todo salió cómo esperábamos, tal como habíamos planeado, y pudimos ver, pasear, conocer o recorrer los lugares soñados, desde el Empire State hasta Chinatown, desde el Metropolitan hasta el Archivo Nacional en Washington y contemplar, a través de un cristal blindado, la Carta de los Derechos Fundamentales. Al reservar visitas una se adapta al horario con tal de entrar en los edificios deseados, aunque sea a deshoras, siempre que haya personal que lo haga posible. Pero el turista que llegue hoy, o mañana, si había reservado una visita a la ONU, quizá no pueda acceder al interior, porque las decenas de personas que un año atrás te guiaban por las distintas salas hoy están en su casa rezando para que escampe. Tampoco se podrá entrar en museos, zoos, aseos públicos o parques vallados, ni presenciar el cambio de guardia en el cementerio de Arlington, y no quiero imaginar cuántas horas tendrán que esperar los recién llegados, o los que estén a punto de partir, en los aeropuertos, sufrir retrasos o cancelaciones.
Pero ¡ánimo, viajero! Trump es errático y trumpático, para cuando esta columna vea la luz puede que el 'shutdown' haya pasado.
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