El fiscal frente al delincuente
Camino a Ítaca ·
Troy Nahumko
Viernes, 2 de agosto 2024, 18:23
Es una situación que superaría las capacidades irónicas de Oscar Wilde y que tal vez dejaría al periodista gonzo Hunter S. Thompson sin palabras debido ... a su absurdo inherente.
Pero tras el desastre a cámara lenta de Biden hacia la jubilación forzosa, Estados Unidos se enfrenta ahora a una situación en la que una candidata negra es infinitamente más viable que dos hombres blancos: el actual presidente y su excontrincante.
Una mujer que durante sus años como fiscal encarceló a criminales como su oponente, tiene ahora la posibilidad de convertirse en la próxima presidenta de Estados Unidos y, por extensión, del mundo libre. Y la ironía subyacente es lo que ella representa, precisamente todo lo que teme su oponente, el delincuente convicto.
Es triste que haya gente que no pueda o no quiera dejarse convencer por la lógica, pero aquí tenemos a una mujer con un historial ejemplar enfrentándose a un delincuente convicto.
Su oponente es un hombre cuyos partidarios creen ingenuamente que mantendrá y defenderá sus valores cristianos, pero que voluntariamente pasa por alto la realidad. Se trata de un depredador que se ha jactado de cómo su popularidad le permitía manosear libremente los genitales de las mujeres y que ha sido condenado por pagar una recompensa a una estrella del porno por una aventura que tuvieron. Y encima, alguien que ha sido condenado, no simplemente acusado, de agresión sexual.
También creen fervientemente que este picapleitos es una especie de mago de la gestión del dinero, pero olvidan o ignoran que ha tenido que declararse en quiebra... seis veces. A pesar de todo esto, sus seguidores de culto siguen encendiendo velas a este vendedor de coches usados.
Parecen dispuestos a pasar por alto todo esto para apoyar a alguien que defenderá ese profundo miedo conservador a que alguien en algún lugar que consideran inferior a ellos sea tratado injustamente como su igual.
La cuestión es que mucho más que la multimillonaria mimada que heredó su riqueza, Kamala Harris es una representación mucho más exacta de lo que es hoy Estados Unidos. Es hija de inmigrantes indios y jamaicanos. Sin embargo, en la mente del público estadounidense, la negritud de Harris se impone; su etnia del sur de la India queda relegada a una categoría secundaria y apolítica.
Su familia mixta se alinea con la América moderna: es madrastra de los hijos de su cónyuge; no parece tener relación con la sufrida condición de esposa que asoló a la última candidata, Hillary Clinton.
Contrasta enormemente con su prejuicioso oponente. Es fácil olvidar que su carrera política comenzó con una campaña para convencer al público de que Obama no había nacido en Estados Unidos. Esta última semana le hemos visto intentando torpemente averiguar cómo odiar a Harris desde cero cuando parece probable que cualquiera de sus infames eslóganes calumniosos se le vuelvan de alguna manera en contra.
Ante todas estas incongruencias, me vienen a la memoria las palabras del esclavo americano fugitivo del siglo XIX Frederick Douglass cuando hablaba del 4 de julio bajo la esclavitud: «En un momento como este se necesita una ironía abrasadora, no un argumento convincente».
Si eso es lo que hace falta, que así sea.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión