Opinión

Cuentos no tan chinos

Camino a Ítaca ·

Troy Nahumko

Sábado, 6 de julio 2024, 08:43

Si oyes la frase «Se ha dicho y dicho y dicho» o «Más allá de siete montañas, pasando siete bosques» o «Una vez, en los ... viejos tiempos, cuando los tigres fumaban», probablemente no significaría nada para ti. La frase en sí podría no tener sentido.

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Pero si cambiamos ligeramente estas frases hechas por «Érase una vez», de repente florece todo un mundo. Nuestras mentes se abren e instantáneamente se preparan para un subidón de cortisol (que fomenta la atención) y oxitocina (que fomenta la conexión). Nuestras mentes, que instintivamente buscan patrones se preparan para un cuento.

Los cuentos nos arrullan. Nos empuja al reino de la imaginación y anima al oyente a pasar por alto e incluso ignorar los hechos. Los detalles a veces se amplifican y a veces se silencian o se borran.

Como ha descrito el escritor Yuval Noah Harari, «el homo sapiens es un animal narrador que piensa en historias más que en números o gráficos, y cree que el universo mismo funciona como una historia, repleta de héroes y villanos, conflictos y resoluciones, clímax y finales felices». En esencia, nos convencen más las historias que las estadísticas; recordamos los hechos durante más tiempo y somos más propensos a creerlos si están incrustados en una narración.

La extrema derecha ha comprendido este rasgo humano y ahora teje grotescas historias de ficción por todo el panorama político mundial. Los mensajes políticos se redactan ahora en forma de fábulas, con buenos y malos y batallas épicas entre el bien y el mal bíblicos.

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Ante el fracaso de la política o incluso ante la falta total de ella, en la mayoría de los casos, la extrema derecha ha adoptado el infame enfoque del estratega político de George Bush Jr. Karl Rove, quien lo llamó la 'estrategia Sheherazade'. Una quimera que reza así: cuando no tengas nada que decir, empieza a contar historias.

Pero no cualquier historia.

Crean historias tan hechizantes y sin embargo tan falsas, que el jeque de Sheherezade, o en nuestro caso, el público votante, se olvida de la verdad real y se hunde en el cuento.

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Con los cuentos, ya no hace falta preocuparse por la verdad. Un vistazo al reciente debate entre Trump y un cansado Biden lo pone de manifiesto. Trump ha sido durante mucho tiempo un vendedor de aceite de serpiente usado, un picapleitos y un estafador, pero durante el debate ni siquiera fingió molestarse con la verdad. Los verificadores de hechos han demostrado que dijo una mentira cada noventa segundos durante el debate. Y como estas mentiras estaban camufladas en la historia, sus seguidores se las creen.

Es una estrategia que ha sido adoptada por la extrema derecha aquí en España y que los ha llevado a gobiernos regionales como aquí en Extremadura y que puede incluso llevarlos mañana a un gobierno de Vichy 2.0 elegido democráticamente en Francia.

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Es inútil que los demócratas combatan los hechos falsos, o los hechos verdaderos, pero cínicamente tergiversados, con otros hechos. Las nuevas historias que tenemos que contar no son solo correcciones de historias falsas, tienen que ser nuevas visiones. Visiones que crean esperanza en lugar de las distorsiones y mentiras que vende la ultraderecha.

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