Transitus: un visitante y tres miradas
En la primera sobresalía la capacidad de ver y admirar las piezas. En la segunda, se comprobaba que no basta con ver sino que hay que buscar el «logos» que da a lo disperso una unidad de sentido, en torno a la idea de «tránsito». La tercera se ha sentido sobrecogida por el pathos que produce la belleza como camino de acceso a Dios
jacinto núñez regodón
Lunes, 5 de diciembre 2022, 08:18
En unos días cierra sus puertas la exposición 'Transitus' de las Edades del Hombre. Durante ocho meses han sido decenas de miles las personas que ... han visitado la Catedral de Plasencia para conocer la mayor exposición de arte religioso de la historia de Extremadura.
Al volver la mirada atrás pienso que cada visitante supone un mundo, un universo particular, que no es fácil encasillar desde el punto de vista tipológico. Pero, aun a riesgo de simplificar, propongo tres categorías de personas o, si se prefiere, tres tipos de miradas.
Están, en primer lugar, los que han visitado la exposición con una mirada exclusivamente cultural. Pinturas, piezas escultóricas, documentos etc. han ofrecido al visitante un universo cultural que habla de nuestra historia, de nuestros reyes, obispos y santos, de las ilusiones y sueños de los hombres y mujeres que nos han precedido, haciéndonos conscientes de que somos un pueblo con raíces, con historia, con patrimonio. Hemos sentido el orgullo de poder mostrar la excelente riqueza artístico-patrimonial de nuestra región, de nuestras diócesis, de sus templos a veces recónditos y desconocidos. ‘Transitus’ ha sido un escaparate de esta Extremadura que ofrece infinitamente más de lo que se espera de ella, porque siempre sorprende, cautiva, embauca y embruja.
Ante estos visitantes primeros sentimos el orgullo de haber ofrecido un acontecimiento cultural de primer orden. Y, en cuanto cultura verdadera, ese acontecimiento tiene impreso en sí mismo un elemento de trascendencia, que ofrece un tránsito de la realidad inmediata, con frecuencia dura y cruel, a su visión más trascendente y plena.
Están, en segundo lugar, los visitantes que, a través de la visibilidad de las piezas en sus distintas modalidades, han sentido el eco de un elemento invisible, invisible pero real y que tiene que ver con el misterio mismo de Dios. Para ellos ‘Transitus’ ha sido un «discurso» sobre Dios y su misterio. Al recorrer sus salas el visitante se ha encontrado de bruces con el sentido del mundo como creación, del pecado como trampolín de la gracia, de la muerte como la puerta de la vida en plenitud. A través de elementos visibles ha quedado delineada una presencia invisible. Por eso, el Cabildo propuso como lema de la exposición una idea sugerida en la carta a los hebreos: «Por lo visible al Invisible» (cf. Heb 11,3).
Con estos visitantes sentimos la sintonía de la fe, que es una oferta de sentido para la vida del hombre. Este visitante no ha contemplado solo piezas sueltas, sino que ha percibido un relato completo, en el que cada elemento de la existencia humana encuentra su lugar y su sentido: la vida y la muerte, el pecado y la gracia, el odio y el amor. Y lo ha hecho en torno a una idea tan polisémica como la de «tránsito», que incluye la dimensión espacial, temporal, histórica, teológica y teleológica.
Ha habido, en fin, una tercera mirada, que, junto a las dos anteriores, ha hecho de la exposición una peregrinación de su mundo más íntimo e interior. No solo ha contemplado una bella imagen del Crucificado sino que ha cruzado con él sus ojos y ha sentido la fuerza del amor. No solo se ha extasiado ante una imagen de la Virgen con su Hijo en brazos sino que ha sentido vivamente la experiencia de ser también hijo de esa misma madre y haber gustado su mismo amor. Ese visitante, en fin, ha visto el último cuadro de la exposición (’El Tránsito de María’) como una invitación a vivir la vida de ahora con la esperanza de la vida en plenitud, más allá de la muerte. Y quizás esa esperanza ha tocado las fibras más sensibles de su alma creyente, con emoción y lágrimas.
Tres visitantes o, quizás mejor, un único visitante capaz de tres miradas, distintas pero complementarias. En la primera sobresalía la capacidad de ver y admirar la multitud de piezas ofrecidas. En la segunda, se comprobaba que no basta con ver sino que hay que buscar el «logos» que da a lo disperso una unidad de sentido, en este caso en torno a la idea polivalente de «tránsito». La tercera mirada se ha sentido sobrecogida por el pathos que produce la belleza como camino de acceso a Dios.
En unos días bajará el telón de la exposición. Guardaremos como un tesoro el ‘patrimonio de humanidad’ que han dejado los miles de visitantes en nuestra Catedral. Y aunque ya será sin la exposición, la Catedral de Plasencia seguirá ofreciendo imagen, palabra y sentido del Dios vivo y verdadero: testimonio perenne de que la ‘belleza salvará al mundo» (F. Dostoievski) y de que «sin belleza no hay cristianismo» (H.U. Von Balthasar).
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