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La maldita resignación

LA CALMA DEL ENCINAR ·

Tomás Martín Tamayo

Sábado, 28 de octubre 2023, 08:01

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Durante la Transición, que ahora quieren desmontar como si el edificio estuviera concluido y fuera un andamio que no se va a utilizar más, había ... sonidos, ruidos, «frus-frus», que alertaban al poder político de sus limitaciones, porque al otro lado de la calle existía un contrapoder acechante. «Frus-frus de sotanas», «frus-frus de sables», «frus-frus de togas», «frus-frus del papel», «frus-frus sindical»... «Frus-frus» era la onomatopeya del imaginario ruido de las togas, sotanas, sables… al rozar con el suelo. Y significaba «ojo, que hay cabreo y movimiento». En España, además de esos contrapesos determinantes, había Universidad, inquietud social, intelectuales con voz propia y un poder económico que, tras las bambalinas, marcaba pautas y directrices. Suárez, Calvo Sotelo ('El breve') y Felipe González gobernaron con las prerrogativas propias del cargo, pero con las limitaciones que la sensatez imponía porque, –«los experimentos con gaseosa»–, sabían que no podían desviarse sin tener una respuesta inmediata. Tenían rebeldes incluso dentro de sus propios partidos. Recordemos el «cuerpo a tierra, que vienen los nuestros», feliz expresión de Pío Cabanillas, la dimisión de Suárez por una UCD desgarrada desde dentro o la huelga general que la UGT, capitaneada por el socialista Nicolás Redondo, le montó a Felipe González. El PSOE de hoy, una «clac» sin armas ideológicas, está desaparecido y ni está ni se le espera.

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