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Que Rufián ha cambiado, dicen, escriben. Lo único que ha cambiado Rufián es el apellido a Millán Astray por Millán Estray. Unas veces les da por Rosa Parks (demasiada gente cree haber sido en algún momento Rosa Parks sentada en el autobús, pase el vehículo por la Diagonal o por la Gran Vía, más gente de la que ha creído ser Napoleón) y ahora les ha dado por Unamuno. Y la película de Amenábar todavía no se ha estrenado. Nos van a dar una turra… Esquerra, el PP y Vox citando a Unamuno. Hasta el PNV sorprendiéndose de que Abascal tirara del escritor vasco.

Citaban el tan dudoso «venceréis pero no convenceréis», que puso en marcha el profesor Luis Gabriel Portillo. Hugh Thomas lo reprodujo en 'La guerra civil española' (1961) y lo volvió a popularizar. Y Portillo ni siquiera estuvo allí el día en el que se enfrentaron el bien y el mal. Pemán, que sí estuvo en el Paraninfo de Salamanca, negó que las palabras de Unamuno fueran una réplica al militar, que intervino al final con su burranco «Muera la inteligencia» (o los intelectuales o la intelectualidad traidora, lo que fuera).

Las asnadas de Millán Astray son demasiado pintorescas. Santo y saña para señalar fascistas. Su gira propagandística por Italia en el 39 merece película. En un acto coincidió con Carlo Delcroix. El gran orador español era Millán Astray, manco, tuerto y demás. El gran orador italiano era Delcroix, que había perdido la vista y las manos durante la Gran Guerra. Lo abraza Millán Astray y le dice: «Feliz tú, hermano, al que tu patria te pidió los dos ojos, mientras que a mí me dejaba uno; feliz tú a quien tu patria te pidió las dos manos, mientras que a mí me dejaba con una». El auditorio se venía abajo. Puestos ya de Unamuno hasta las cejas, lo de Millán Astray supera a los malcitadores del vasco. Mejor reírnos del fascismo que de un pobre muchacho.

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