La libertad de opinión y de expresión es un derecho protegido internacionalmente, pero como todo derecho debe desplegarse con unas limitaciones. En derecho siempre hemos ... dicho que la libertad de uno termina donde empieza la del otro, y en este sentido, y en cualquier ámbito, siempre que opinemos de alguna materia debemos hacerlo sabiendo de lo que hablamos. Dice siempre un conferenciante al que me gusta escuchar que «el dato mata el relato», y al dato voy.
Quienes me conocen saben que soy una mujer amante del campo y todo lo relacionado con el mismo: lo respeto, lo cuido y lo admiro en todas las estaciones del año. Me gustan las tradiciones, y dentro de ellas la caza.
El monte es uno de los bienes más preciados de nuestra geografía y nuestra historia; es sabido que la tierra no miente y que ambos constituyen uno de los instrumentos más igualitarios que se conoce.
Estando tan de moda el concepto de patrimonio cultural, no podemos obviar que las monterías, una modalidad de caza mayor, es uno de los mejores ejemplos. Tradición de siglos y transmitida de generación en generación, es una práctica que aglutina a personas de todos los estatus y conviven bajo unas mismas reglas de conducta y de respeto por la naturaleza.
Al campo no se va a matar hembras acompañadas de sus crías, ni son abatidas especies jóvenes. La actividad cinegética asegura el control de poblaciones, permite controlar la expansión de enfermedades y constituye un apoyo al mantenimiento de poblaciones fijas mediante el aporte de elementos esenciales como alimentos o agua.
Y ello por no hablar del ámbito económico: según Fedexcaza, solo en Extremadura, la caza sostiene 10.000 empleos estables a la temporada, resultando que sobrepasan los 60.000 puestos de trabajo al año en monterías y ojeos de perdiz.
Son muchas las familias que pueden vivir en Extremadura gracias a la caza, suponiendo una gran inyección económica en los núcleos rurales: turismo, hospederías, armerías, cuchillerías o sector cárnico, son grandes ejemplos de ello. Por no hablar del fisco autonómico.
Aparte de todo ello, la caza en sí es un arte que se transmite a través de generaciones: perreros, rehaleros, muleros o postores; todos son pieza esencial de un gran equipo que se mueve por una pasión. Todos hablan el mismo lenguaje y comen las migas del mismo perol. No podemos hacer de excepción, de la anécdota, la regla general, porque un garbanzo negro se cuece en todas las ollas.
En la actividad cinegética domina el respeto por la naturaleza, la pasión por los animales y la seguridad de los compañeros y acompañantes. A pesar de ello, siempre hay algún titular de la práctica de la caza no ligado a esos principios, pero no seamos populistas, esa no es la tónica general ni nos representa.
La caza no es una afición, es una forma de vida. Los perreros quieren a sus perros por encima de sí mismos y los cazadores respetan al animal por encima del lance. Quienes abandonan sus perros porque no «sirvan» para la caza no son parte de nuestro gremio.
Somos un país de tradiciones y la caza es una seña de identidad propia de España, una gran fuente de riqueza y el mejor ejemplo de pasión y respeto por el campo y los animales, a quienes se les cuida y se les protege todo el año. Me quedo con parte de sus placeres que solo pueden ser comprendidos si son vividos: con el olor a jara, el sonido de perreros cruzando el monte, un buen taco en compañía de familiares o amigos y un puchero con vino de pitarra al finalizar la jornada.
Quizás algo de todo esto tenga que ver con que la caza reciba una Medalla de Extremadura.
Termino como empecé, hablando de las libertades de opinión y de expresión y haciendo un llamamiento a quienes opinan o se expresan limitando las libertades de los demás. El cazador no le pide al no cazador que opine igual que él, pero sí que antes de opinar, conozca y se empape de nuestra cultura, y si aun así sigue teniendo otra opinión, que respete. El respeto es la base de la convivencia humana. Demostrémoslo.
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